Los desgarradores testimonios de argentinos-israelìes que narran sus traumáticas experiencias: Ofelia Feler y su secuestro en primera persona, y las palabras de todas las familias que aún tienen a sus seres queridos raptados y cautivos en la Franja de Gaza.
Por Gabriel Michi
Conocieron el horror en forma directa. Personas atravesadas por aquel siniestro ataque del Hamás del 7 de octubre de 2023 que tendrán marcada en su alma la tragedia vivida en Israel hace un año. Algunas porque fueron secuestradas por los terroristas y sufrieron en su propio cuerpo aquellas torturas. Otras porque los violentos golpearon las puertas de su casa y terminaron arrastrando a ese infierno a sus seres queridos. O bien porque, sin haberlas acechado a ellas en forma directa, si padecieron sus bombardeos y el secuestro de sus propios hijos. O quienes a la distancia siguen esperando el regreso de los parientes en cautiverio en la Franja de Gaza. Todas esas personas conocieron en horror. Y lo siguen atravesando hoy en día. MundoNews presenta las historias de cuatro argentinos y argentinas que, de una manera u otra, hoy están enfrentando este aniversario del ataque en medio del dolor y la incertidumbre por los que aún no pudieron regresar.
Aquel 7 de octubre en que miles de milicianos del Hamás invadieron Israel por aire, por agua y por tierra, comenzó una desgarradora y aterradora pesadilla para todos ellos. Esos terroristas atacaron en forma sorpresiva desde la Franja de Gaza. Y avanzaron, con la muerte a cuesta, sobre ciudades, kibutz, calles, rutas y hasta una fiesta electrónica, que se convirtieron en escenarios de una masacre sin precedentes. Aquel día, Hamás acabó con la vida de 1.200 personas y secuestró a otras 250, además de cometer los delitos más brutales y crueles, violando mujeres, mutilando personas e incendiando todo lo que encontraban en su camino. Hubo víctimas de las más diversas nacionalidades. Pero Argentina fue una de de los países más atravesado por esa tragedia.
Ahora, al cumplirse el primer aniversario de aquella masacre, se sabe que al menos 43 argentinos-isrelíes figuran en la nómina de los afectados: hubo 24 muertos (22 ese mismo día y dos más en cautiverio); 8 secuestrados que aún permanecen raptados en la Franja de Gaza y otros 12 que lograron volver a sus hogares (10 por el intercambio de prisioneros de noviembre de 2023 y dos rescatados por las Fuerzas de Defensa Israelíes en un mega operativo). Los 22 que fueron tomados como rehenes y llevados a Gaza ubican a la Argentina entre los países con más secuestrados por Hamás, con casi el 10% del total. Cada una de esas historias es un drama en sí misma. Por eso, el reclamo por que aquellos 8 que aún se supone que permanecen con vida en cautiverio sigue tan vigente como el primer día. Para ellos y para el resto de los 101 que siguen secuestrados, de los que se calcula que 65 están con vida.
Los 8 argentinos-israelíes que están en esa condición son miembros de tres familias: los Cunio, los Horn y los Silberman-Bibas. Todos ellos residían en el kibutz Nir Oz, de donde secuestraron a la mitad de los argentinos. Entre las que sí pudieron volver de ese calvario está Ofelia Feler Roitman, literalmente una sobreviviente. "La tía Ofelia" -tal como la bautizó públicamente su sobrino, el periodista deportivo Hernán Feler- pasó 50 eternos días encerrada en una casa de familia en la Franja de Gaza, sin ventanas y casi sin comida, hasta que fue intercambiada por prisioneros palestinos junto a otras mujeres y niños secuestrados a fines de noviembre de 2023. En ese encierro, esta jubilada docente de 77 años no tenía idea de lo que estaba pasando ahí afuera. Sólo hacía esfuerzos permanentes para no volverse loca. Hoy, habiendo pasado un año de aquella pesadilla que la sigue persiguiendo señala: “Todo esto es muy doloroso para los que estuvimos adentro y que pudimos salir. Tenemos que hacer la fuerza necesaria para que los que aún están en Gaza puedan volver. Estén vivos, pensamos que sí, o estén fallecidos. Que puedan llegar a su tierra y ser auxiliados en los hospitales o enterrados”.
Aquella siniestra mañana del 7 de octubre de 2023, Ofelia estaba sola en su casa del kibutz Nir Oz adonde se instaló con su familia en la década del ’80. Su marido, Héctor Roitman, estaba internado en un hospital por una operación de cadera. Aún recuerda el terror cuando comenzaron a sonar las sirenas. “Color rojo, color rojo”, se repetía. Una y otra vez. Sin parar. Algo que los habitantes de ese kibutz, ubicado a poco más de un kilómetro de la frontera, conocían de memoria justamente por su cercanía geográfica con la Franja de Gaza. ”Sabíamos de eso porque pasamos bastantes guerras, chicas y grandes. Guerra de 10 días, de un mes. Estamos acostumbrados a esos ruidos”. Pero pronto se daría cuenta que esta vez era diferente. Muy diferente.
Ofelia se escondió en la habitación de seguridad que tenían en su casa, con un café y escuchando las noticias que llegaban y que daban cuenta de la entrada de terroristas a otros kibutz. “Decían que había gente sacando personas de las casas, quemando viviendas en otro kibutz pero no en el mío”. Fue entonces cuando el terror golpeó a su puerta: “Sentí que fuera de casa había mucha gente en la calle”. Era de madrugada cuando Ofelia empezó a escuchar que esa voces que se aproximaban hablaban en árabe y que algo distinto estaba ocurriendo. “Lo único que hice es poner mi mano derecha en la manija de la puerta del refugio” para intentar hacer fuerza y evitar que entren los intrusos. “En eso sentí un golpe de vidrios del salón de casa y dije ’bueno, Ofelia, te llegó tu turno’. En ese momento ellos disparan ocho tiros contra la puerta del refugio y me puse de costado para que no me den en el cuerpo. Hicieron fuerza, entraron y me balearon al brazo. El brazo se abrió completamente y uno de ellos se sacó los cordones de su zapatilla y me ató la muñeca hasta el codo. Me tiraron al suelo, me arrastraron hasta la puerta principal de mi casa con la sangre que salía del brazo. Y me tiraron como una bolsa de arena en un tractor”. En ese vehículo la llevaron hasta la frontera que había sido vulnerada por los atacantes. “Era un mundo de gente, todos con revólver y escopetas enormes, tirando para un lado y para otro”, cuenta.
Durante el ataque. Ofelia intercambiaba mensajes con sus hijos que se desesperaban mientras leían a su madre. Pero nada podían hacer porque todas las rutas estaban tomadas por los terroristas. A las 9:20 se cortó la última comunicación que mantuvo con su hijo Pablo. Después de eso, el silencio. Fueron 7 los hombres que arrastraron a esa abuela de 77 años que, desangrándose, pudo ver que en otros tractores se llevaban a otros vecinos, entre ellos a Shiri Silberman Bibas, la madre con los dos niños pelirrojos que conocía del kibutz. “Yo no quería levantar la cabeza porque tenía mucha sangre y miedo. Me quedé tirada hasta que uno de ellos me levantó, me sentó en la parte de atrás del tractor, me dio un poco de agua y el resto del agua me lo tiró en la cabeza como para que no me duerma o no me desmaye”. Al otro lado de la frontera, la esperaba una silla de ruedas con la que la llevaron a un túnel: "una de esas esas cuevas largas en la que meten la gente”, recuerda. Allí le acercaron a un médico que por ser judía no quería atenderla. Otro hombre ayudó a suturarla, la vendaron, después de hacerla desvestir por completo: “Tuve mucho, mucho miedo que me hagan algo. Había siete dentro de la pieza. Pero uno de ellos me trajo un guardapolvo abotonado adelante, me lo puse enseguida y el médico agarró una caja de fósforos y quemó toda mi ropa y mis zapatillas antes de hacerme la operación”. Le pusieron un tabique en el brazo, previo uso de anestesia, ya que terminó saliendo a oscuras: “Era la noche más oscura que vi en mi vida, porque Israel había cortado la electricidad y todas las calles estaban oscuras”.
Los siguientes días fueron en esa pequeña casa sin ventanas donde sólo pudo saber cuando era un día u otro por los cinco rezos diarios que escuchaba. Esos casi dos meses estuvo retenida en una pequeña habitación que sólo tenía una cama y una mesa de luz, con apenas una vela para iluminarse. Le permitían ir al baño de vez en cuando pero la mayor parte del tiempo debía permanecer en la cama. Ofelia pronto descubrió que sus cancerberos eran una familia que había dejado a sus hijos en una escuela para evitar los bombardeos israelíes y que la mujer –una enfermera que le cambiaba las vendas- y su marido sólo volvían a la casa de noche. Entonces se animó a salir un poco más de la habitación y a caminar en círculos para hacer ejercicio y no enloquecer.
Durante su cautiverio, sólo podía comer pan con sátar (una especie de orégano seco) y tomaba agua. “Algunas noches me traían un platito con arroz seco que no pasaba por la garganta de lo seco que era. Entonces yo no comía”. Así bajó 12 kilos. “En esos 49 días en esa casa, ellos me decían que no comíamos porque Israel no mandaba verduras, frutas, nada”. En ese hospicio, Ofelia pasaba horas y horas pensando en su familia, amigos y vecinos. Y le llegó a pedir a la dueña de casa una libreta para escribirles unas cartas a cada uno de sus tres hijos (Pablo, Natalia y Damián), sus 9 nietos, y su marido Héctor, recordando las enseñanzas de Ana Frank y su Diario que redactó durante su encierro en una habitación de Amsterdam donde se escondió durante la ocupación nazi.
Mientras permanecía en su cama, Ofelia solía sentir movimientos raros debajo suyo. La dueña de casa le confirmó que allí había túneles donde estaba "toda la instalación de las bombas que tiramos a Israel”. La desesperación la llevó a comerse unos ajíes muy picantes y se descompuso. Y un día hasta llegó a llevarse a escondidas unos tomates que vio en la cocina: “Me dije: ‘Ofelia, no sos ladrona, pero esta vez te toca robar’. Saqué tres tomates, dos los guardé en la mesita de luz para los días que no tenía comida”: Después de un tiempo, el brazo herido se le infectó y sus carceleros la llevaron a un hospital obligándola a no hablar con nadie ni mirar a nadie, ni siquiera al médico. Entonces, la interrogaron y un hombre en hebreo le quiso sacar información sobre su familia y algún teléfono para contactar, pero ella no recordaba ningún número porque los tenía agendados en su celular que le habían sacado. Le dieron 50 días de antibiótico, algo que es contraproducente.
Durante su estadía forzosa, Ofelia recibió dos veces la visita de un hombre que parecía ser el jefe del resto. “Vino dos noches y yo temí mucho. Estaba horrorizada de que él me hiciera algo”. La última vez le llevó chocolate pero ella desconfiaba de que la quisiera envenenar así que no lo comió pese a que se moría de ganas de hacerlo. Así llegó el día 49 cuando le dijeron que se tenía que vestir porque la iban a trasladar. “Empecé a temblar porque pensé que me llevaban a una de esas cuevas”. Pero no, la condujeron a un hospital Jan Yunis, uno de los más grandes de Gaza. Allí pudo ver un pasillo donde de un lado estaban los consultorios de las distintas especialidades médicas y del otro una fila de puertas de habitaciones sin identificar. Fue cuando sintió un sonido que sería música para sus oídos: “escucho hablar en hebreo, incluso a chicos Entonces dije, '¡¡¡estamos todos juntos!!!'”.Me puse contenta que había alguien que hablaba mi idioma. Yo no lo podía ver, pero estaba en conjunto con ellos. Abrieron la puerta de donde yo iba a estar y había dos vecinas mías. Lloramos como media hora, abrazadas, porque yo había estado 50 días sin hablar con nadie, sin poder preguntar cosas, sin escuchar radio, nada, absolutamente nada. 50 días en silencio”. En esa habitación se quedaron 6 personas, adultos y niños, hasta que llegó el momento más esperado: primero fueron las madres con niños y después ellas, las mujeres adultas mayores, las que fueron intercambiadas por prisioneros palestinos que estaban encarcelados en Israel.
Las subieron a ambulancias de la Cruz Roja y las llevaron del otro lado de la frontera al kibbutz Kerem Shalom, pegado a Gaza pero ya en Israel. Luego, en helicóptero a un hospital y allí fueron recibidas con aplausos por el personal médico que se ubicó de un lado y del otro del pasillo para darles la bienvenida. Las llevaron a cada una a sus habitaciones, les dieron ropa limpia y en un momento abrieron las puertas y aparecieron sus familias: “¿qué te cuento? Cuando abrí estaba Pablo, Naty y Damián. Y digo, ¿y los chicos dónde están? Mis nietos. Dice, enseguida van a venir. Y bueno, vinieron. Fue muy emocionante. No podía creer estar con ellos y poder tocarlos y hablarles. Hablé mucho”.
Pero claro, ya los Feler Roitman no tenían más hogar porque todo fue quemado y destruido en Nir Oz. Así que el gobierno les consiguió un departamento nuevo en Palace Lehavim y allí se mudaron junto a otros vecinos. Aunque gran parte de la población de ese kibutz se instaló en Kiryat Gat. Muchos reciben tratamiento psicológico brindado por el Estado tras las traumáticas situaciones que debieron atravesar.
Ofelia volvió a Nir Oz en una visita especial cuando fue Javier Milei, quien se mostró muy interesado en su dramática historia. Sentada en la cama desde donde fue arrastrada por los terroristas le contó todos los detalles al presidente argentino. “Mientras ellos dieron vueltas en el kibutz, le pedí a Pablo y a Nati que me acompañen a casa, que yo quería verla. Bueno, fue un golpe grande porque primero que vi todo destruido; el kibutz era precioso y las casas eran bonitas, y todo lo que puede ser un conjunto de gente que le gusta vivir en paz y le gusta vivir ordenadamente”. Una vez en la casa, Milei le pidió si podía “entrar conmigo al lugar donde me hicieron todo esto. Así que tuve que entrar otra vez. Me senté en la cama y él se arrodilló y me dijo, contame cómo pasó. Le conté el minuto que me vinieron a buscar, nada más. No le conté todo lo que pasó en Gaza. Y cuando salió le dije, 'mira, yo sé que Argentina tiene relaciones con Qatar, con algunos países árabes. Hagan lo imposible para hacer algo, que vengan toda la gente que está ahí, que vengan'. Y me contestó que sí”. Ofelia quedó muy bien impresionada por la actitud de Milei: “fue el único país que se acercó a Israel, porque todos los demás nos odian”.
Ofelia concluye: “estoy en contacto con varias de las personas que sufrieron y la verdad que es una tragedia y más los que todavía siguen sufriendo. En cada casa hay alguien que falta, o el papá, o el hijo, o el sobrino. Es una tristeza total que hay acá en este momento en el país. Pero total. Porque no se está haciendo nada como que veas una lucecita allá en el horizonte. No, no se está haciendo nada por ellos en este momento. Así que es doloroso”.
En el mismo kibutz de Nir Oz, la familia Cunio también vivió una verdadera pesadilla. Pesadilla que se extiende hasta hoy en día porque los hermanos David (33) y Ariel (26) –con su novia Arbel Yehud (28)- siguen como rehenes en la Franja de Gaza. En el caso de David, fue visto por última vez en un hospital cuando fue separado de su esposa Sharon (33) y sus hijas mellizas de tres años Julie y Emma, (además de su cuñada Danielle Aloni -33- y su hija Emilia -5-) cuando ellas fueron entregadas a Israel en el intercambio de prisioneros de 2023. Esa madrugada del 7 de octubre de 2023, toda la familia Cunio sucumbió. Los terroristas intentaron atacar la casa de los otros hermanos, Eitan (gemelo de David) y Lucas, y también la de sus padres José Luis y Silvia.
Justamente Silvia contó a MundoNews lo que fueron esos terribles momentos. “Para mí el 7 de octubre sigue siendo 7 de octubre hasta ahora, porque lo tengo presente constantemente”. Los Cunio vivían en cinco casas distintas en Nir Oz: Silvia con su marido José Luis; el hijo mayor, Lucas, con su esposa y sus tres hijos enfrente de ellos. David, con su esposa y sus dos hijas; Eitán -mellizo de David- con su propia familia; y Ariel, el más chico de los hermanos, que residía con su novia Arbel. “Lo que hemos vivido es de no creer, no se pueden imaginar, ni lo que vivimos, ni lo que vimos después de que salimos de los cuartos de seguridad de nuestras casas”, describió Silvia.
Los terroristas no pudieron abrir la habitación de seguridad en la que se protegieron José Luis y Silvia. “Mi marido, gracias a Dios, tuvo la fuerza de sostener el picaporte de la puerta las cuatro veces que intentaron abrir. Y lo mismo pasó con mi hijo Lucas. Pero los otros tres no tuvieron la misma suerte”. Eitan y toda su núcleo familiar (su esposa y sus dos hijas de cuatro y dos años) casi mueren asfixiados por el humo del incendio provocado por los terroristas, pero los salvaron unos amigos que los rescataron cuando ya estaban desvanecidos.
En cambio, su gemelo David no tuvo la misma suerte. También le quemaron la casa y, como se estaban asfixiando, trató de sacar a una de sus hijas para llevarla a la de un vecino. "En ese momento los terroristas los atraparon, él levantó una botella de vino que había tirada ahí en el pasto y no sé qué es lo que quiso hacer. Cuando vio que estaban armados, levantó las manos, bajó la cabeza y se rindió y los llevaron a un tractor”. Allí también secuestraron a su esposa y a una de las hijas, Julie. A su cuñada Danielle (que estaba con su pequeña Emilia) la capturaron junto a la otra niña de David, Emma, en otro tractor, separándolos. Es más, luego le arrebatan a Emma a su tía y durante 10 días no se supo nada de la pequeña. A David, Sharon y Julie los llevan a una casa hasta que en un momento por una serie de disparos deciden trasladarlos escondidos al hospital Nasser. Fue allí que, 10 días después, escucharon un llanto infantil y Sharon dijo “¡¡¡Esa es Emma!!!”…” Y abrieron la puerta: "¡¡¡y era Emma!!!- Entonces se encontraron los cuatro.... imagínate la alegría que tuvieron, dentro de todo el lío que había ahí, encontrarse con la otra nena. Fue algo de no creer”. Pero esa momentánea felicidad por el reencuentro duraría hasta el día 49 de cautiverio cuando los separaron y se llevaron a David a los túneles. Al día 52, liberaron primero a Danielle y su hija Emilia; y después a Sharon, Julie y Emma.
De David no supieron nada más, sólo algunos testimonios de otros secuestrados que lo vieron en el mismo hospital los días posteriores al intercambio. Como tampoco de Ariel a quien le perdieron todo rastro el mismo 7 de octubre a las 8:28 cuando les envió el último mensaje diciendo: “Entramos en una película de terror”. A Ariel se lo llevaron con su novia Arbel Yehud. “Desde ese momento, no tuvimos ni un solo dato más; lo único que supimos, que no estaban desaparecidos, sino que estaban secuestrados. Y eso fue una piedra que salió de mi corazón y el de todos”.
Entre el dolor y la incertidumbre Silvia sólo desea “que haya paz, que se termine la guerra, que no lleva a nada, sólo muertes, atrocidades y miseria. Para mí una guerra es algo de no creer: que por un pedazo de tierra se estén peleando la gente y por una religión o lo que fuera se estén peleando... No lleva a nada. Yo digo que se podría hacer en Gaza una cosa extraordinaria. Ellos viven al lado del mar. Se podrían llenar de plata del turismo haciendo hoteles, haciendo restaurantes, que la gente vaya allá. Estaríamos en paz, Es una locura todo esto, basta. ¿Cuántos soldados están muriendo? ¿Cuántas personas palestinas están muriendo? Basta, ya está. Ya vivimos un año así. Basta, ya no se puede más. Ellos podrían vivirlo más bien. Yo estoy dispuesta a ayudarlos con lo que haya paz. ¡¡¡Basta, por favor”!!!.
Y a título personal, Silvia da un mensaje desgarrador: “Si me llegan a escuchar mis hijos, David, Ariel, Arbel. Los estamos esperando. Hacemos todo lo posible. Tenemos todas las fuerzas para traerlos. Estamos haciendo todo, todo lo que sea necesario para traerlos. Para los que los amamos. Y les quiero decir que Eitan está vivo. No murió en el incendio. Los amo”.
Otros dos hermanos que estaban en Nir Hoz y que fueron secuestrados son los Horn. Como era un fin de semana festivo Iair, el mayor que vivía en ese kibutz, había invitado a Eitan a pasar un par de días. Y por esa razón estaban juntos cuando fueron llevados por los terroristas de Hamás y aun hoy permanecen en la Franja de Gaza, dentro de la nómina de los 65 (sobre 101) que se supone continúan con vida.
Itzik Horn, padre de Iair y Eitan le dijo a MundoNews: “A medida que van pasando los días, la situación se torna más difícil. La situación política en el país, por lo menos al día de la fecha, no presenta ningún tipo de viso de que se vaya a producir algún movimiento que tenga que ver con algún tipo de negociación, con algún tipo de acuerdo para liberar a los rehenes. Así que la situación se hace difícil. Seguimos manifestando todos los sábados a la noche. Cientos de miles de personas salen a las calles a pedir la liberación de los rehenes”. Y en eso hay un dato que se nota cada vez más: la persistente y creciente corriente de protesta que acompaña la demanda de las familias de los secuestrados. En particular tras el brutal asesinato de seis de ellos en un túnel del Hamás: “Eso llevó a la conclusión a la gente de que no se puede seguir así, que hay que sacarlos. Evidentemente hay que sacarlos del infierno”.
Itzik tiene una mirada crítica sobre cómo está llevando el tema de los rehenes el gobierno de Benjamin Netanyahu: “Si el gobierno hubiera hecho todo lo que haría falta para sacar a los rehenes, esta nota entre nosotros no se estaría llevando a cabo. Y aparte yo como ciudadano israelí, mis quejas y mis exigencias son hacia mi primer ministro. Yo no puedo venir con quejas y exigencias hacia Hamás. Obviamente que también ellos oponen a cualquier tipo de negociación en tanto y en cuanto no acepten sus condiciones. Después de un año todavía los secuestrados siguen en manos de la organización terrorista y no podemos saber quién está con vida y quién no”.
Y ese es un punto clave en medio de semejante incertidumbre: Itzik Horn no tiene noticias de sus hijos desde fines de 2023 cuando algunos rehenes liberados le comentó que Iair y Eitan estaban con vida. ”Me informaron que los vieron en los túneles y que estaban con vida y que no estaban heridos. Pero esa información es de noviembre del 2023. Esperemos que siga siendo así. No nos olvidemos, no están presos en una cárcel común. Son prisioneros de una organización terrorista. Y ya vemos cuál es el efecto de cuando tienen la intención o piensan que el ejército de Israel se está aproximando a los túneles: asesinan a los rehenes”. Aun así, Itzik no pierde las esperanzas: “Si yo no mantendría la fe y la esperanza de que están con vida, estaría liquidado. Eso es lo que me mantiene, saber que son jóvenes fuertes, tanto físicamente como mentalmente”. E insiste con que el gobierno de Israel debe encarar “una negociación donde salgan absolutamente todos y de una vez”.
Itzik concluye: “A la Argentina le pediría que si es que hace esfuerzo para pedir por sus ciudadanos que lo haga público. Hay nueve secuestrados de origen argentino que todavía están en manos del Hamás. Argentina tiene relaciones con Egipto, Qatar y Estados Unidos, que son los países intermediarios y que ejercen la suficiente presión para pedir por la liberación por lo menos de los rehenes argentinos. Y a la comunidad general mi exigencia es que pida la liberación de los rehenes. Porque si tener secuestrado cuando se los llevaron a un bebé de nueve meses no es violación de los derechos humanos, ¿qué es violación de los derechos humanos?”
Quienes completan la nómina de secuestrados hasta hoy por Hamás y que se supone que permanecen con vida son los integrantes de la familia Silberman Bibas: Shiri Silberman, su marido Yarden y sus pequeños hijos Ariel y Kfir, el bebé pelirrojo cuyo caso impactó en todo el mundo por ser el más pequeño de todos los rehenes. A fines de 2023, un comunicado de Hamás aseguró que Shiri, Ariel y Kfir habían muerto por un bombardeo israelí. Y luego apareció un video de Yarden quebrado ante las cámaras en un mensaje grabado por los secuestradores donde responsabiliza a Netanyahu sobre lo ocurrido. Sin embargo, la familia está convencida de que el hombre fue obligado a grabar ese mensaje y aún hoy mantienen la esperanza de que vuelvan todos con vida porque nadie confirmó esa versión de Hamás.
Sandra Miasnik, es sobrina de José “Yossi” Silberman –asesinado junto a su esposa peruana Margit aquel 7 de octubre por Hamás en Nir Oz- y es prima de Shiri. Ella le contó a MundoNews que no llegó a conocer a los pequeños: “cuando pasan estas cosas como que te lo reprochás de alguna manera, por eso viajé a Israel ahora en junio”. En ese viaje pudo abrazarse con el resto de la familia que reclama por la devolución con vida de todos ellos. Pero nadie tiene ningún dato. A tal punto que el último registro que se tiene de ellos es cuando los terroristas se llevan a los golpes a Yarden -de Nir Oz- que se adelantó para que no alcancen a su familia y el video desgarrador de Shiri abrazando a sus dos pequeños en una sábana en medio de un llanto aterrador y desconsolado, rodeada por milicianos armados.
“Estén vivos o no lo estén, nosotros los seguimos esperando vivos, porque no tenemos otra noticia. Entre las personas que estuvieron secuestradas y que volvieron en los intercambios, no hubo ninguna que se haya cruzado con ellos allá en Gaza. Nadie los vio. Hubo secuestrados que fueron directamente a casas de familia. De hecho, de Shiri y los chicos se dijo en un primer momento es que estaban en la casa de una familia de la Jihad y que entre Hamás y ellos negociaban porque se convirtieron en un símbolo. Pero no hay nada concreto”, cuenta Sandra. Y allí aparece un punto contradictorio, porque Kfir se convirtó en un ícono del reclamo mundial por los rehenes: “en un primer momento uno no sabía la conveniencia de esa popularidad. Si iba a ser positiva en el caso de que los quisieran proteger más por ser una moneda de cambio muy valiosa, o por el contrario, que sea más difícil su liberación justamente por el mismo motivo. Esa fue una de las grandes disyuntivas familiares”.
Hoy los familiares esperan en medio de la incertidumbre y el dolor. Algunos de ellos lo emulan con lo ocurrido con los desaparecidos durante a la dictadura militar argentina, pese a las diferencias. Pero se refieren a ese enigma por no saber si están vivos o muertos y qué pasó con ellos. Ilusionarse por un lado, pero no poder hacer el duelo por el otro. Y, algo recurrente en los familiares y las propias víctimas es la sensación de que gran parte del Mundo les está dando la espalda, quizás por la dimensión de la ofensiva con que Israel respondió a los ataques dejando más de 40.000 muertos en la Franja de Gaza. Pero los civiles no tienen nada que ver. Y mucho menos quienes fueron víctimas de Hamás y que muchas veces trabajaban por la paz y el encuentro de ambos pueblos.
“Al principio de todo esto pensé que los argentinos iban a comprender mucho mejor que cualquier otro pueblo que vivió también el secuestro, tortura y asesinato macabro de algún ser querido. Pero bueno, me quedé un poco con las ganas", dice Sandra que responsabiliza a la politización de lo ocurrido. “La dimensión humana de esta tragedia es lo que yo siempre quiero marcar. Y a eso apelamos, a la empatía. Pero bueno, se vio desdibujada y bueno, como todo acá con el tiempo pierde importancia”.
“La esperanza está siempre. Lo difícil es convivir con el dolor de la incertidumbre, que es un dolor que no mucha gente sabe cómo es. Porque cuando se muere alguien, se muere, se hace el duelo y ya está, se terminó. Pero al no saber qué le pasa a tu ser querido, si es torturado, si está sufriendo, si a Shiri la separaron de los hijos; eso debe ser un dolor tan desgarrador que no se puede imaginar. Todo eso condiciona y la esperanza, hasta no tener una prueba de alguna de las dos posibilidades, siempre está de que vuelvan sanos y salvos. De algo hay que aferrarse. Si no, ¿cómo hacés?”, señala Sandra. Y concluye: “nadie se merece lo que pasó el 7 de octubre”
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