En el juicio por el caso más antiguo de los Tribunales argentinos declararon "culpable" a Noemí Alvarado (82) por haber sido cómplice de su marido (un diputado que ya murió) en los abusos sexuales contra dos niñas, Rosalía y Belén, ocurridos hace cuatro décadas. La sentencia a 7 años de prisión efectiva, que cumplirá en su domicilio, es histórica y se pudo dar por la Ley de Respeto al Tiempo de las Víctimas. Eso abre la esperanzas a muchos otros.
Por Gabriel Michi
Cuatro décadas debieron pasar. Y una catarata infinita de dolor. Y lucha. Pero esa pelea rindió sus frutos y hoy se puede decir que al fin la Justicia despertó. E hizo justicia. Y es que la Cámara Tercera en lo Criminal de la provincia Chaco encontró culpable a Noemí Alvarado (82) de haber sido cómplice (partícipe necesario, en realidad) de los casos de abuso sexual que su marido, el fallecido diputado Daniel Pacce, llevó adelante contra dos niñas: Rosalía Alvarado (sobrina de la mujer) y Belén Duet. Eso fue desde fines de los años '70 y hasta bien avanzada la década del '80, cuando las pequeñas apenas tenían 3 y 5 años, y hoy las "sobrevivientes" de aquellos hechos aberrantes pudieron escuchar la condena a 7 años de prisión efectiva contra la viuda de Pacce. Por su edad, esa sentencia la cumplirá en su domicilio, algo que incluso las querellantes habían aceptado porque no buscaban venganza sino justicia. Sus abogados habían pedido 15 años de prisión, la Fiscalía 10 y la defensa de la imputado solicitaron la absolución por "prescripción". Finalmente fueron esos 7 años. Y lo más importante: la declaración de culpabilidad y de la imprescriptibilidad. Si incumple las pautas establecidas de la prisión domiciliaria se le podría revocar ese beneficio.
Este caso es emblemático y su resolución es histórica no sólo por ser la primera a la que se puede llegar por la aplicación de la "Ley de Respeto al Tiempo de las Víctimas", sino porque abre el camino a todos/as aquellos/as que sufren el tortuoso silencio por haber sido abusados en sus infancias. Es una esperanza colectiva para tantos sufrientes. Para tanta injusticia. La valentía y el coraje de Rosalía y Belén sirvieron para que otra historia se empiece a escribir en la historia judicial argentina.
La docente ahora condenada fue encontrada culpable de los delitos de "corrupción de menores" y "partícipe necesaria del abuso sexual" de las dos niñas. La Cámara Tercera en lo Criminal, presidida por Ernesto Azcona, e integrada por Virginia Ise y Natalia Kuray, fue la que dictaminó la sentencia 158/21 que es la que condenó a Noemí Alvarado como "autora responsable del delito de corrupción a la promoción de menores agravada por ser las víctimas, menores de 12 años de edad, en concurso ideal con abuso deshonesto". Esos hechos aberrantes, situados entre los años 1979 y 1984, ocurrieron en el domicilio de los victimarios en la calle Cervantes 238 de la capital chaqueña, donde se aprovecharon de la confianza que las familias de las niñas tenían en este matrimonio. En la acusación contra Noemí Alvarado se graficó cómo ella actuaba como una especie de "entregadora" de las niñas a la perversidad de su marido.
Después de escuchar la sentencia, Rosalía le contó entre lágrimas a MundoNews: "Esto es muy bueno. Puede ser una esperanza. Un rayo de luz para los sobrevivientes que todavía están en el silencio o están esperando llegar a juicio, o están con su causas trabadas por prescripciones. Me parece que es un antecedente que puede servir para ayudar a sanar y aliviar la vida de todos ellos". Y continuó: "Por ahí la gente no sabe o no conoce y a partir de esto pueda animarse a salir del horror. Y eso alivia la vida. Si uno tiene la vida más liviana y puede ser más feliz va a ser mejor como persona. Y eso nos ayuda como sociedad. Ojalá que el mundo sea un lugar mejor para todes. Luchamos por eso".
Cuatro décadas pasaron, pero como dice la canción de Gustavo Cerati: "Tarda en llegar, pero al final hay recompensa". Y esa recompensa hoy se llama justicia.
La historia y los testimonios de las víctimas
En MundoNews se detalló en notas anteriores los antecedentes de este caso que hoy llega a una sentencia histórica. Y para dimensionar lo ocurrido sólo basta con leer los relatos de Rosalía y Belén, dos mujeres que con su lucha y su dolor a cuesta hoy permiten que se empiece a transitar un camino que parecía imposible para aquellas personas que fueron víctimas de abusos sexuales en su infancia y que llevan esos fantasmas impregnados en sus almas cargadas de silencio.
El Testimonio de Rosalía
"Noemí Alvarado y Daniel Pacce abusaron de mí cuando yo era niña. Entre mis 5 y 6 años, hasta mis 11 o 12 años. No recuerdo exactamente los tiempos, pero sí que fueron durante un largo tiempo los abusos sexuales. Y el abuso continúo en mi cabeza, en mi cuerpo, en mi vida, en mi corazón, en mi historia. Ella es hermana de mi padre y él era su esposo (ya fallecido). A los 5 años volví a Resistencia, donde había nacido. Pero mi padre fue perseguido políticamente y tuvo que irse de acá. Nos fuimos a Paso de los Libres (Corrientes). Y, cuando volvimos a Resistencia, vinimos a vivir a una casa que está a la vuelta de los Pacce. Ellos eran mis tíos. Yo iba a esa casa y ellos aprovechaban y abusaban de mí, durante muchos años. Fueron varios los episodios. Yo los recuerdo en varios lugares de la casa y fuera de ella".
"Durante toda mi vida es como que yo me quise olvidar de esto o hacía el esfuerzo para olvidarme o hacer que esto no había pasado. O sentía que era algo horrible que me hacía mucho mal, que me angustiaba. Me costaba darme cuenta que eran por eso mis angustias, mis miedos, mis dolores. No sé poner todas las palabras que eso provoca. Así que muchos años de mi vida pasó como que esto no existió. No sé si me olvide o qué. Después entendí que era un mecanismo que usa la mente para sobrevivir: disociarse. Y no se lo dije a nadie. No se lo podía decir a nadie. Por ahí si fantaseaba en mi cabeza poder decirlo, me daba mucho miedo la reacción de mi papá, porque mi papá fue un padre muy amoroso con nosotros (como mi madre) y yo pensaba que si le decía, él iba a cometer una locura. Y que si a él le pasaba algo iba a ser mi culpa. Y a mí me daba terror porque mi padre tenía una discapacidad física. Y entonces yo lo veía más débil que a Pacce. En esos pensamientos y sentimientos de niña... Así que nunca hablé. Además también me sentía culpable. Yo no sabía que esto le pasaba a otras personas. Yo pensaba que esto sólo me pasaba a mí y que yo tenía la culpa. Y que yo seguía yendo a esa casa, y que los seguía queriendo porque eran mi familia... Quedé 'entrampada', esa es la palabra que siempre me sale. Ellos me 'entramparon' en ese horror por muchos años".
"Cuando yo definitivamente hablé y lo hice público, lo saqué, se lo dije a más personas, fue el día que murió papá. En junio de 2013, en el velorio de mi papá. Cuando yo los vi entrar, sentí que hasta allí llegó, que ya está, y me explotó el cuerpo. Le pedí al papá de mi hijo que haga lo que quiera pero que los eche. Era la primera persona a la que le había dicho. Más tarde me vi obligada a decírselo a mi hermano. A los que obviamente amordacé. Después de venir del velorio, esa noche me sentí muy culpable. Sentía que había metido la pata, que iba a lastimar a gente que quería. Era una sensación horrible. Pero después que pasaron los días y pude hablar -ya había empezado terapia a hablar de todo esto-, sentí que no... Aparte ninguno de ellos (la familia paterna) se había acercado a hablarme para ver por qué los eché, qué pasó... Yo ahí me dí cuenta que todos sabían todo porque empezaron a irse de a uno los de la familia de mi papá... Y, entonces, ahí me di cuenta que se sabía lo que pasaba y nadie me vino a decir nada. Nadie me vino a decir '¿qué pasó?¿por qué hiciste esto?'. Y ahí lo único que sentí es que tenía que denunciarlo, que esto se tenía que saber. Porque esto me marcó la vida, me destruyó de alguna manera, me quebró cuando yo me estaba formando. Y no era justo. Y eso no tenía que pasar. No me tenía que pasar a mí, no le tenía que pasar a nadie".
"Empecé a buscar y hablar con todo el mundo. Preguntaba y todo el mundo me decía que era imposible, que mire para adelante, que tenía una vida hermosa, que no se podía denunciar porque habían pasado muchos años, que esta gente era muy poderosa. Y seguí, seguí. Así me encontré con una organización política a la que le conté esto; fue lo primero que conté cuando me preguntaron por qué había ido. Y empecé a laburar con unas compañeras en un área de género y a buscar sobre el tema, a visibilizarlo. Con mi compañera Marina, que hoy está conmigo, somos muchas. Y empezamos a hablar y visibilizar este tema. Golpeamos muchas puertas para hablar del abuso sexual en la infancia y de lo que cuesta abordarlo. Y que es un delito en silencio. Así empezamos a encontrarnos con gente que sabía del tema, que estaba preparada, que sabía todo de lo que le decíamos y lo que nos pasaba por el cuerpo".
"En esa búsqueda, mi madre -que se enteró mucho tiempo después, en septiembre de 2013- empezó a buscar por todos lados. Ella se encontró casualmente con la mamá de Belén. Y se contaron mutuamente la historia. Y ahí me cambió la vida, al encontrarme con una persona que pasó lo mismo y con los mismos abusadores. Así que luchamos juntas, seguimos buscando abogados, psicólogas, psicólogos, que entiendan esto, que nos fortalezcan, que nos den palabras y su saber para poder denunciarlo. Nos encontramos también con que existía este proyecto de ley, nos encontramos con otras organizaciones a nivel país que trabajan esta temática. Militamos el proyecto, se sancionó la Ley, y en 2016 conseguimos por fin un abogado que se animó a denunciar y a presentar nuestras denuncias. Y así lo hicimos".
"Yo deseo con todo mi corazón y con toda mi fuerza que se haga justicia. Que el Poder Judicial pueda mandar ese mensaje sobre que no tolera este tipo de delitos y que los va a condenar. Estoy esperanzada de que eso pase. Sí, tengo miedos. De a rato vuelvo a ser esa niñita, pero quiero sanar a esa niñita. Ahora no estamos solas, ahora ya hablamos, ya somos grandes, ahora tenemos fuerza, ahora nos podemos defender. Y queremos que haya justicia para nosotras, para las niñitas que fuimos, y para todos los que pasaron por este horror. Estos crímenes no pueden quedar impunes, no pueden seguir siendo los crímenes más impunes de la Tierra, como dice Carlos Rozanski".
"Con respecto a la Ley, Marina buscó y vio que estaba este proyecto de Ley; para mí fue una hermosura, una alegría, un alivio, que decía justo lo que nosotras necesitábamos. Entendía todo. Y eso hace la Ley: la Ley viene a respetar el tiempo de las víctimas. Porque quienes pasamos por esto somos quebrados en la edad en la que nos estamos formando, cuando somos niñes. Entonces uno no habla de lo que no entiende, de lo que no puede, de lo que lo supera, de lo que lo abruma, de lo que lo sobrepasa. Uno habla cuando puede, ni siquiera cuando quiere. Habla cuando puede y eso es lo que hace la Ley. La ley dice que en estos tipos de delitos lo que se respeta es el tiempo de la víctima, Y la prescripción comienza correr después de ese momento. Es una hermosura. Ya estaba obligado nuestro Estado desde antes por los Pactos Internacionales a los que había suscripto (de Derechos Humanos, de Convención de los Derechos del Niño"), pero acá nuestro debate interno se veía imposibilitado. Porque estos delitos tenían plazos para prescribir. Y esta Ley lo que vino a hacer fue a plasmar lo que ya existía. Lo dijo tan claramente que es una hermosura que nuestro país tenga esta Ley".
"No sé cuál puede ser la importancia histórica que tenga esta juicio. A mí lo que me interesa es que ayude a sanar, no sólo a nosotras, sino a todas las personas que pasan por este horror. Que no se sientan solas, que sepan que hay un Estado, que hay un Poder Judicial, que hay organizaciones que no las dejarán solas y que pueden escucharlas para que esto no quede impune. Ese es mi gran deseo. Me parece que nos puede volver un país mejor porque les niñes tienen que estar primero que nada. No hay otra. Sino no hay futuro. Que la verdad y que el amor venzan siempre. Eso queremos".
El testimonio de Belén
En 1979 mi mamá comienza a trabajar en la escuela en la que era directora Noemí Alvarado. Trabaja hasta el '85 allí. Mis viejos eran muy humildes y en ese momento muy jóvenes. Noemi Alvarado siempre tuvo una actitud muy 'protectora', mentora. Mi mamá le tomó mucho cariño. Comenzaron a tener una relación de amistad que involucraba a otro grupo de personas entre las que había docentes, escritores, entre otros. En 1981, mis padres mantenían reuniones con estos grupos de personas en las casas, y entre las casas estaba la de los Pacci-Alvarado. Él era una especie de Minotauro porque participaba muy poco de las reuniones sociales y siempre se quedaba en otra habitación (durante los encuentros) y Noemí conducía a esa habitación -por lo menos así me pasó a mí- con distintos artilugios. Y una de las veces sucedió algo extraño entre ellos dos... Ella me conducía diciéndome 'Anda a ver al tío Daniel que está en la pieza' y me llevaba de la mano. Y ahí cerraba la puerta...."
"Cuando cumplí 30 años decidí hacer algo con lo que venía siendo un proceso de recuerdo y de reconstrucción de mi propia historia. Hay como varias escenas en esta historia. La primera tiene que ver con mi maestra de Jardín que escucha algo de mí que le llama la atención; se lo hace saber a mis papás y ellos comienzan a indagar. Ahí se dan cuenta de algunas cosas. Mi mamá intenta ir a la Justicia pero desalientan esa idea. Él (Daniel Pacci) era muy poderoso, era diputado nacional, con un papel muy importante dentro de la política de la provincia (Chaco). Como se cierran las puertas dela Justicia, lo que les quedaba era hacer un seguimiento sobre mí para ver cómo era mi proceso de vida. Y a los 12 años, cuando yo miraba un programa de televisión ("Nueve Lunas") uno de los capítulos se trataba justamente de un tío que abusaba de su sobrina y yo me sentí identificada con esa situación pero sin tener demasiada certeza. Entonces le pregunté a mi hermana si a mí me había pasado eso y ahí comienza el armado del tapiz de todos esos recuerdos sueltos. Comienzo a hacer análisis y a los 20 años es como que tuve un poco armado todo este tapiz. Y a los 30 decido hacer algo con eso".
"Cuando decido que quería hacer algo con eso se lo comento a mi familia. Sobre todo se lo comento a mi familia porque tenía un temor real de que le pudieran hacer algo, por este poder que tenían ellos en la provincia. A partir de que le cuento a mi mamá todo esto y ella se encuentra con María Delia, la mamá de Rosalía en la cola de un banco y un poco para tantear mi mamá le pregunta que fue de la vida de Noemí Alvarado. Y ella le cuenta lo que le había sucedido a Rosalía. Entonces mi mamá la escucha y le dice que a mí me había pasado lo mismo. Inmediatamente la conocí a Rosalía; yo vivo en Buenos Aires, así que en primer viaje después de enterarme de esto fue a Resistencia y ahí la conozco a Rosalía. Y comienza nuestra vida juntas".
"Las historias se cruzaron inmediatamente no sólo por este hecho de confesión de nuestras madres, sino además porque recordábamos cosas. Por ejemplo, momentos del día en los que sucedían las cosas, objetos con los que nos 'seducían', colores de la casa, etcétera. Así que inmediatamente se cruzaron esas historias. Y ahí comenzó el periplo de buscar justicia, golpeando puertas, recibiendo rechazos porque nadie se quería hacer cargo de una causa que aparentemente estaba prescripta".
"La expectativa personal que tengo del juicio es que la Justicia diga que esta persona es culpable, que estos delitos no pueden suceder. Y desde lo social, que es muy importante porque nosotras llegamos acá porque hubo un colectivo que nos acompañó y empujó con nosotras, es que la Justicia tenga un mensaje reparador para la sociedad; que le diga a la sociedad que cuide de las infancias y que haya justicia, que efectivamente haya justicia".
"La Ley 27.206 -de "Respeto a los tiempos de las víctimas"- lo que hace justamente es suspender la idea de prescripción porque considera que hay que esperar el momento en que una o un sobreviviente pueda contar lo que le pasó. Y a partir de allí acompañar su proceso de justicia. Esa es la importancia: la de esperarnos porque no podemos hablar enseguida, porque nuestros lenguajes incluso están pobres para poder describir eso que ni siquiera conocemos en el momento en que nos pasa; y porque la vida se nos atraviesa; porque a veces también le tuvimos miedo a una Justicia adulta que nos trataba o que trataba a las infancias como 'imaginativas´ de hechos tan terribles. Y ese es un punto importante: las infancias no saben de esas atrocidades; entonces, no pueden decir o hablar de esas atrocidades si no las vivieron. Esa es la importancia histórica: que haya una Justicia empática, que haya una Justicias que cobije, que haya una Justicia que ampare; que haya una Justicia que cuide a las infancias. Y que eso sea el mensaje. Por eso es histórico. Y es histórico porque hay una Justicia que es activa ante lo injusto, que no se queda de brazos cruzados; que no solamente escucha, sino que además ejerce justicia".
"A nosotras, como sobrevivientes, la vida se nos paraliza por mucho tiempo. Ni siquiera somos capaces de entender hasta que punto. Es como si se desvitalizara. Y comienzan los miedos. Miedos infinitos, a todo. Y eso es muy difícil de romper y de gestionarlo a lo largo de la vida. Y en ese sentido también la Justicia tiene un rol reparador".
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