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Cuenta regresiva: Quedan dos años para salvar al planeta

Un informe de la ONU asegura que ese el tiempo que resta para poder frenar el cambio climático antes de que sea demasiado tarde. La responsabilidad de las potencias y los ricos


Por Gabriel Michi



Tic-Tac. Tic-Tac. Una peligrosa cuenta regresiva está en marcha. Un reloj que agota su tiempo y, con eso, el de toda la Humanidad. Como una mecha de una bomba que se va consumiendo a una velocidad inusitada. Y que, lejos de apagarla, parece que lo único que se hace es alimentar su velocidad hacia el final. Según las Naciones Unidas los dos próximos años serán cruciales en la lucha contra el cambio climático y todo lo que se haga (o deje de hacer) de aquí a 2026 puede tener repercusiones trascendentales (y definitivas) para el planeta. Con esa contundencia, con ese dramatismo, lo definió el responsable climático de la ONU, Simon Stiell. Tanto él como el resto de la comunidad científica afirman que no sólo es urgente sino que imprescindible poder reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero perjudiciales para el clima de aquí a 2030. Es la única forma de detener un aumento de las temperaturas de más de 1,5 grados centígrados que desencadenaría un clima y un calor más extremos de los que ya hoy se enfrentan, con catástrofes de toda índole alrededor del Mundo.


Pese a que las autoridades de todo el planeta saben de la necesidad imperiosa de frenar las emisiones de CO2 relacionadas con la energía y se comprometen año a año a hacer sus esfuerzos para frenar esa tendencia (en cada cumbre climática), en 2023 se rompieron todos los récords y esos gases contaminantes alcanzaron niveles nunca vistos. Con los compromisos y objetivos actualmente fijados por los gobiernos en su lucha contra el cambio climático, apenas se reducirían las emisiones mundiales de aquí a 2030 y a un ritmo muy lejano a los mínimos deseados.


Simon Stiell, secretario ejecutivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, afirmó que los próximos dos años son "esenciales para salvar nuestro planeta". Y agregó: "Todavía tenemos la oportunidad de hacer caer las emisiones de gases de efecto invernadero, con una nueva generación de planes climáticos nacionales. Pero necesitamos estos planes más sólidos, ahora". Stiell aseguró que el grupo de las 20 principales potencias económicas (responsables conjuntamente del 80% de las emisiones mundiales) necesita urgentemente dar un paso adelante para mostrar si hay una verdadera voluntad de avanzar en esa agenda.


La idea es llegar a la Cumbre Climática de Bakú (Azerbaiyán) con una hoja de ruta que defina los acuerdos de los países en ese sentido y que haya una importante financiación con programas de asistencia económica a los países en desarrollo que luchan por invertir en el abandono de los combustibles fósiles y contra el cambio climático. De hecho, Stiell pidió más apoyo para el cuidado del clima a través del alivio de la deuda y también financiación más barata para los países más pobres, además de nuevas fuentes de acompañamiento internacional, como un impuesto sobre las emisiones del transporte marítimo, y reformas en el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Y detalló: "Todos los días, ministros de finanzas, directores generales, inversores y banqueros del clima y de desarrollo gestionan billones de dólares. Es hora de cambiar esos dólares".


Por ello, Stiell afirmó que le gustaría que en el futuro se reduzca el tamaño de las reuniones de la COP, al tiempo que se diera prioridad a la obtención de resultados sólidos en las negociaciones. Es tal su preocupación al respecto, que Stiell viene manteniendo conversaciones con Azerbaiyán y Brasil -anfitrión de las dos próximas cumbres climáticas de la ONU- sobre este tema. La esperanza de quienes trabajan en la lucha contra el calentamiento global es que el tema se meta en la agenda política de cada país. Y, que por ejemplo, forme parte de las plataformas electorales de las distintas naciones. En ese sentido, en un año con comicios trascendentales en muchos lugares del mundo -con ciudadanos concurriendo a las urnas desde India hasta Sudáfrica y Estados Unidos- Stiell advirtió que la discusión por el clima "se cuela cada vez más en las agendas de los gabinetes". Pero también es cierto que hay muchos referentes de la extrema derecha que ganan espacio (y seguidores) que son negacionistas del cambio climático, con Donald Trump a la cabeza en los EE.UU., Jair Bolsonaro en Brasil y Javier Milei en Argentina, por nombrar sólo algunos casos. Esos posicionamientos pueden condicionar las aspiraciones a conseguir regulaciones que permiten una menor emisión de los gases de efecto invernadero y, con eso, afectar cualquier esfuerzo por frenar el cambio climático.



Así como las principales potencias del Mundo son las más contaminantes, también los sectores más ricos son proporcionalmente los que más daño le producen al medio ambiente. Y eso esta cada vez generando más indignación. De hecho esta semana, varias ONG ( Avaaz, Movemos Europa y Oxfam, entre otras) protestaron frente al Parlamento Europeo contra la desigualdad en Europa con un jet inflable, como símbolo del lujoso estilo de vida de algunos de los dueños de grandes fortunas. Un análisis de Oxfam explica que una sola persona de ese 1% ultrarrico emite una media de catorce veces más carbono (CO2) que una persona de renta media. Los activistas ambientales dicen que si los ricos pagan impuestos, habrá margen financiero para disponer de más financiación contra el cambio climático.

Según Oxfam, los gobiernos europeos pierden casi 286.500 millones de euros (unos 33 millones por hora) en ingresos fiscales al año por no imponer impuestos más altos a las grandes fortunas. Y eso podría ayudar a compensar parte del daño que le provocan los más adinerados al medio ambiente.


Giulio Carini, responsable de campaña de Movemos Europa, explicó: "Si somos capaces de imponer un impuesto sobre el patrimonio a los superricos, podremos tener fondos para ayudar a salvar nuestro planeta. Los fondos para ayudar a las comunidades se han visto afectados por el desastre climático, incluidos los agricultores. Actualmente, los agricultores y la agricultura se ven afectados constantemente por lo que está sucediendo con nuestro clima, con las sequías, con las inundaciones. Y necesitamos el dinero. Y ese dinero puede provenir de cobrar impuestos a los superricos que apenas pagan nada. Es realmente injusto".


Así, con desigualdades contaminantes entre potencias y países periféricos y entre superricos y el resto de las personas, se debate el Mundo. Y todo eso con un cambio climático que se muestra cada vez más amenazante y real. Y frente a un tiempo que se acaba. Con una cuenta regresiva hacia el apocalipsis.



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