Miles de migrantes llegaron al límite entre ambos países frente a la eliminación del "Título 42" que por la Pandemia permitía la expulsión inmediata de los que cruzaban ilegalmente. Ahora quieren probar con la nueva legislación que, sin embargo, tampoco mejora sus expectativas.
Por Gabriel Michi
Imaginen lo que puede representar para cualquier persona llegar a la meta final después de una larga travesía llena de obstáculos y que esa última puerta se cierre sobre sus narices. De eso se trata lo que están viviendo miles y miles de desesperados inmigrantes que llegan a la frontera entre EE.UU. y México con el único sueño de atravesarla y poder intentar en la principal potencia del Mundo una vida aunque sea mínimamente mejor que el lugar desde donde partieron. No es un fenómeno nuevo. Lleva décadas de historias inconclusas. Pero en las últimas horas, por un cambio de la legislación vigente en los EE.UU. una avalancha humana se dirigió hacia la frontera desde México con la urgencia de intentar cruzarla. El Título 42, normativa impuesta por el ex presidente Donald Trump en medio de la Pandemia de COVID 19 y que le permitía a las autoridades la deportación inmediata de los inmigrantes ilegales aduciendo cuestiones sanitarias, había sido mantenida por la administración de Joe Biden hasta ahora. Pero caducó. Y a partir de su caída, ahora se reimpone el Título 8, vieja regulación que incluso puede llevar a consecuencias legales más severas a quienes ingresen irregularmente a los EE.UU. y que podría implicar que no puedan volver a intentarlo por lo menos en 5 años.
Decenas de miles de migrantes de distintos lugares del planeta -se habla de cerca de 155.000- se trasladaron hasta el norte mexicano para intentar cruzar ese límite demarcado por momentos por enormes muros o por accidentes naturales (como el Río Grande) y donde en los últimos días, del otro lado, el gobierno estadounidense ha desplegado un refuerzo de más de 24.000 efectivos de la Guardia Nacional y las Fuerzas Armadas para evitar que la avalancha de inmigrantes ingrese a su territorio. “Lo estamos abordando como si se avecinara un huracán”, dijo Víctor Treviño, alcalde de la ciudad fronteriza de Laredo, en Texas.
Utilizando el tan mentado Título 42, EE.UU. expulsó y rechazó a migrantes en la frontera en más de 2,8 millones de oportunidades desde 2020 hasta ahora. Pese a eso, la ventaja que tenía para quienes cruzaran ilegalmente era que, en caso de ser atrapados, no había mayores cargas legales para ellos y tampoco establecía plazos para volver a ingresar a los EE.UU. Ahora se vuelve a la regulación previa que sí puede llevar a tener consecuencias penales más graves para quienes cruzan ilegalmente y hasta la posibilidad de reingreso por 5 años. Sin embargo, la ventaja es que el proceso de expulsión lleva más tiempo.
Ese cambio de legislación llevó a una enorme confusión entre los migrantes que se apuraron a llegar a la frontera ya sea porque creían que era mejor intentar trasvasar la frontera con la vigencia del Título 42 y quienes suponían que con su final llegarían tiempos mejores. Todo eso en medio de una gran campaña de desinformación fomentada por quienes lucran con la desesperación de las personas. El secretario de Seguridad Nacional de EE.UU., Alejandro Mayorkas, señaló a los migrantes: “No crean las mentiras de los contrabandistas. La frontera no está abierta". Pero todo eso fue en vano.
En el norte de México hay inmigrantes no sólo latinoamericanos (como suele ocurrir) sino que cada vez más llegan ciudadanos de todo el Mundo. A tal punto que a la sorpresa que se habían llevado los locales cuando comenzaron a arribar impresionantes columnas de personas provenientes de distintos países de África ahora se suma el desconcierto por la enorme cantidad de ciudadanos que lo hacen desde naciones asiáticas muy lejanas como China, Kazajstán, Uzbekistán y Kirguistán. Para llegar allí debieron atravesar enormes travesías y muchos de ellos fueron víctimas de todo tipo de bandas criminales, en especial de los traficantes de personas.
Hoy hay gigantescos campamentos improvisados a lo largo de los cruces fronterizos. Según las autoridades estadounidenses en los últimos dos días detuvieron a más de 10.000 migrantes en cada jornada, lo que es un récord. Esos 155.000 migrantes duermen en las calles de las distintas localidades fronterizas y algunos de ellos a veces consiguen espacio en refugios de asociaciones humanitarias. Pero la crisis humanitaria es tan grande que en algunos lugares están pidiendo la ayuda federal del gobierno mexicano. Eso también ocurre del otro lado de la frontera, donde condados como Cameron o Hidalgo, en el sur de Texas, declararon la emergencia y solicitaron liberar recursos estatales y federales frente a semejante escenario.
En medio de esta situación, un fallo judicial del magistrado Kent Wetherell (designado por Trump) eliminó, al menos temporalmente, una de las herramientas con la que el gobierno de Biden pretendía administrar la cantidad de migrantes bajo la custodia de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) de EE.UU. La intención oficial apuntaba a liberar migrantes de la patrulla fronteriza sin avisos judiciales, cuando el sistema se desbordaba. Pero ahora este juez federal frenó esa alternativa. Se espera que la administración Biden apele.
Mientras tanto el gobierno demócrata lanzó otra serie de medidas para enfrentar la situación: permitirán que hasta 30.000 personas por mes provenientes de países con severas crisis (como Haití, Cuba, Nicaragua y Venezuela) pueden ingresar a EE.UU. si solicitan en línea con un patrocinador financiero y entran por un aeropuerto. Mientras se abren centros de procesamiento de esas solicitudes de ingreso en Guatemala, Colombia y otros lugares. Además, hasta 1.000 personas pueden ingresar diariamente a través de cruces terrestres con México si previamente consiguen una cita oficial en una aplicación en línea.
Aún así, todos los esfuerzos parecen pocos frente a la desesperante situación humanitaria que se vive en la frontera de EE.UU. y México. Ese escenario donde lo único que abunda es el dolor, la desesperanza y el desgarro. Esas historias inconclusas.
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