En Qatar hubo 137 jugadores que participaron en selecciones de países diferentes a donde nacieron. Y muchos planteles tuvieron un altísimo número de hijos de inmigrantes. A pesar de que muchas veces los discriminan, fueron fundamentales para el desempeño de sus equipos.
Por Gabriel Michi
Si hay algo que el Mundial de Qatar ha dejado en claro es que la conformación de las sociedades cambió de manera contundente por las migraciones. Si se profundizase en las razones que llevaron a que las distintas selecciones de fútbol estén integradas en una enorme (cuando no mayoritaria) proporción por inmigrantes o hijos de inmigrantes, también se podrá encontrar lazos con todo tipo de marginaciones, emigraciones forzadas, persecuciones y hasta discriminaciones como parte sustancial de estos cambios. Con sólo analizar los datos históricos sobre cómo estaban integrados los seleccionados en el pasado y cómo lo están en el presente, el cambio es más que evidente. Y, es más, muchos potentes equipos debieron desterrar viejos prejuicios de sus sociedades para avanzar en ese sentido. Y los resultados están a la vista: el peso específico de esos hijos de otras tierras (ya sea en forma directa o de sus antepasados) es hoy tan gravitante como definitorio en el desempeño de esos seleccionados. Pasa en Alemania, en Francia, en Inglaterra y en muchas otras Selecciones.
Pero hay otro dato que habla a las claras de que este fue el "Mundial de las migraciones" en Qatar: de 832 jugadores que hubo (en 32 equipos) el 16,4%, (unos 137 futbolistas) participaron en seleccionados que no representarán a su país de nacimiento. A eso hay que sumar un número mucho mayor de hijos nacidos de una primera generación de familias migrantes, que cuentan con la doble nacionalidad o podrían haber representado los países de sus padres. Esto pasa mucho en los seleccionados de los países europeos. En el "Viejo Continente" muchas Selecciones están conformados en una enorme proporción por jugadores nacidos en Europa, pero de ascendencia africana. Además de los nacidos en otras naciones pero que juegan en seleccionados europeos.
Otro fenómeno que se vio en Qatar fue cómo muchas Selecciones africanas se nutrieron de jugadores que nacieron en Europa pero que terminaron jugando para ellas. Quizás la falta de oportunidades de integrar un seleccionado nacional europeo por la enorme competencia que allí existe o quizás el mandato "de sangre" los llevaron a tomar esa decisión. En ese sentido uno de los casos más notables es el de Marruecos, que tuvo una increíble performance siendo el primer equipo africano en llegar a semifinales y obtener un cuarto puesto en un Mundial. Este país norafricano tuvo 14 integrantes (de un total de 26) que no nacieron en territorio marroquí. Entre ellos, se destacan el arquero del Sevilla Yassine Bounou (nacido en Canadá) y la estrella del PSG, Achraf Hakimi (originario de España).
Otro ejemplo fue el de la Selección de Túnez que incluyó a 10 jugadores nacidos en Francia. Y Senegal que convocó a 9 jugadores también oriundos del territorio galo y otros 3 de otros países. El anfitrión Qatar (que también tiene un 90% de población extranjera) contó con 10 jugadores nacidos en otras tierras. El mismo número tuvo Gales. Australia y Camerún sumaron 9 extranjeros cada uno y Ghana tuvo 8. La lista sigue con Canadá, Croacia y Portugal con 7 y Estados Unidos con 6.
La Selección de Argentina, campeona del Mundo, es de las pocas que no contó con ningún jugador nacido en otro país, al igual que la de Brasil. Pero son excepciones. Es más, casi todos los jugadores argentinos y muchos de los brasileños se desempeñan en equipos europeos. O sea, son inmigrantes circunstanciales. Aunque, el corazón y el fútbol lo mantienen arraigados a su nación de origen. En el resto de los seleccionados lo más común es contar con futbolistas nacidos en otros países o hijos de migrantes. Y eso quedó evidenciado en el torneo que de disputó en Qatar. En el "Mundial de las migraciones".
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