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El nuevo Síndrome de Estocolmo

Actualizado: 8 jun 2020

En Suecia se "enamoraron" de la idea de no declarar la cuarentena y pretender una "vida normal". Hoy está pagando las consecuencias con la multiplicación de casos y de muertos por Coronavirus. Las autoridades sanitarias dicen que hoy harían otra cosa. Pero parece tarde. Cómo fueron las reglas en el país nórdico que, con un 20% de la población que tiene la Argentina, hasta ahora acumula el doble de infectados y seis veces la cantidad de decesos.


Por Gabriel Michi



La gente en Suecia siguió haciendo una vida relativamente "normal". Hoy hay muchos infectados y muertos.


Fue tomado como el modelo por muchos: En particular por quienes argumentaron en contra de las cuarentenas estrictas. Y hoy, con los resultados a la vista, el famoso "modelo sueco" para enfrentar la Pandemia de Coronavirus parece hacerse añicos. Los propios inspiradores de la idea de que se podía enfrentar al COVID 19 sin la necesidad del "aislamiento social", hoy están arrepentidos. Y plantean que se equivocaron y que de poder volver atrás el tiempo, lo harían de una forma muy diferente. Es decir, con mayores restricciones para circular y dejar de pretender hacer una vida cuasi normal cuando el contexto dista mucho de serlo. Suecia parece padecer el "Síndrome de Estocolmo", justamente el país cuya capital bautiza a ese paradójico "enamoramiento" o empatía que, en situaciones traumáticas, unen en forma enfermiza -y hasta a veces con un amor incondicional- a víctima con victimario.


En este caso Suecia se "enamoró" de una forma de enfrentar al Coronavirus que terminó empujando al país a una enorme cantidad de contagios y de muertes. Mucho más alta que el resto de sus vecinos nórdicos que eligieron el camino de una cuarentena mucho más dura. Ese fue el nuevo "Síndrome de Estocolmo". El de una Suecia que se abrazó a un modelo aperturista que resultó ser un enemigo potente, destructivo y asesino.


Todo eso quedó reflejado en los últimos días en las palabras de Anders Tegnell, el principal epidemiólogo de la Agencia de Salud Pública de Suecia. Él encabezó el equipo de especialistas que, en su momento, aconsejó no imponer una cuarentena estricta con el objetivo de que los ciudadanos de ese país pudieran seguir con una vida "lo más normal posible". Pero ahora, su mirada es totalmente diferente y se arrepiente de no haber tomado medidas más estrictas. Para matizar el cambio de posición Tegnell señaló: "Si nos volviéramos a encontrar con la misma enfermedad, sabiendo precisamente lo que sabemos hoy en día sobre ella, creo que nos conformaríamos con hacer algo entre lo que hizo Suecia y lo que ha hecho el resto del mundo". Pero fue muy criticado por cómo ese país trató (o destrató) el tema de los adultos mayores.




Anders Tegnell, epidemiólogo en jefe de Suecia, reconoció que hubo demasiados muertos y que hoy harían otra cosa.



En Suecia se apeló al cuestionado "modelo del rebaño", es decir, que cuanto más gente se contagie resultará más fácil generar los anticuerpos contra el Coronavirus. Algo que en su momento defendió el primer ministro británico Boris Johnson y que luego tuvo que abandonar por la explosión de infectados (incluso él mismo) y muertos que sufrió su país.



Las claves del modelo sueco


Suecia optó por una política basada en la conciencia de sus ciudadanos. No aplicó medidas de aislamiento pero le pidió a su población -que suele ser muy respetuosa de las normas- que mantengan el distanciamiento social y, que de ser posible, trabajen desde sus hogares. Lo mismo se hizo con los mayores de 70 años a los que les recomendó que eviten viajes que no fueran imprescindibles. Pero incluso siguieron funcionando bares y restaurantes, algo que no ocurrió en casi ningún otro país. El único límite fue que todos los clientes se mantuvieran sentados. Y en cuanto a las restricciones se prohibieron las reuniones de más de 50 personas (un número muy elevado aún entre los países que ya empezaron con la búsqueda de la "nueva normalidad") y las visitas a geriátricos. Además, se cerraron por un tiempo colegios y universidades. Pero no así guarderías, para permitir que los padres de niños pequeños puedan ir a trabajar.



En Suecia, a diferencia del resto del mundo, bares y restaurantes no cerraron. Hoy los médicos están arrepentidos.

Hubo un poco menos de circulación. Pero sólo un poco: las visitas a centros comerciales, restaurantes, cafés y cines cayeron apenas un 20 %, el uso del transporte público un 30 % y los traslados a lugares de trabajo sólo un 12 %. Una realidad totalmente distinta al resto de Europa. E incluso a los otros países escandinavos.

Y los números de semejante estrategia hoy parecen dejar al desnudo el error del modelos sueco: con apenas 10 millones de habitantes, para la primera semana de junio Suecia ya acumuló 43.000 casos y 4.500 muertos. Está 25 en el ránking de países con más infectados, cuando ocupa el lugar 88 en población a nivel mundial. Y es el quinto país en el Viejo Continente con más casos por cada 100.000 habitantes: unos 46.


Pero si se quiere tener una proporción más exacta vale como comparación lo que ocurre frente a sus vecinos que sí adoptaron una cuarentena más dura: En Dinamarca (con 5,8 millones de habitantes) hay 12.000 infectados y 587 muertos (puesto 53 del ránking), en Noruega (con 5,3 millones de habitantes hay 8.500 casos (puesto 61) y 238 muertos. Y en Finlandia (con 5,5 millones de ciudadanos) hay 7.000 casos y 322 muertos. O sea que sumados esos tres países sólo llegan al 64% de los contagiados con COVID 19 que tiene Suecia y al 25% de los fallecidos acumulados en ese país.


Esta diferencia de situaciones además ha traído decisiones muy duras contra Suecia. Noruega (con quien mantiene una frontera de 1.630 kilómetros) y Dinamarca (con quien está unida a través del puente-tunel Sund) han decidido cerrar el paso a cualquier ciudadano que llegue desde Suecia. Un bloqueo que repercute de manera directa en la vida cotidiana y en la economía de esta nación bajo el mando del primer ministro Stefan Löfven.




Ni bien comenzó el buen tiempo, los parques se llenaron de personas. Algunos respetaron la distancia pero otros no.


La argumentación de que con mantener una "vida normal" serviría para que la economía no se desplome y de esa manera se proteja al empleo, tampoco sirvió de argumento: el PBI sueco cayó un 7,9% y más de 76.000 despedidos quedaron en la calle.


En Suecia, en su momento, el propio Tegnell había defendido la postura flexible de las autoridades: "Cada país tiene que alcanzar la ‘inmunidad de rebaño’ de una manera u otra, y vamos a alcanzarla de una manera diferente”, dijo. Algo falló. Y ahora, está arrepentido. Pero parece demasiado tarde.


Las luces de alerta se encendieron con todo cuando, en la semana comprendida entre el 12 y 19 de mayo, en Suecia la media diaria de muertos fue de 6,5 por millón, siendo la más alta de Europa. Es más, en un mes, entre el 7 de mayo y el 7 de junio, los casos de infectados por Coronavirus se duplicaron en ese país. Y esa idea que mantuvo el gobierno sueco acerca de que la pelea contra el Coronavirus no era una carrera corta sino una maratón, para de esa manera apuntalar la teoría de la "inmunidad del rebaño", chocó de frente con la realidad de los números y las fatalidades. Hoy se han dado cuenta que la estrategia original falló. Y que se abrazaron a una idea que terminó matando a miles. Fueron rehenes de un nuevo "Síndrome de Estocolmo".






La historia del "Síndrome de Estocolmo"

Todo comenzó con un robo que derivó en una toma de rehenes. Ocurrió el 23 de agosto de 1973, cuando un delincuente armado, Erik Olsson, ingresó a una sucursal del Banco de Crédito de Estocolmo para robarlo. No fue un hecho sin violencia. El atracador disparó contra dos agentes y tomó como rehenes a cuatro empleados, tres mujeres y un hombre. Esa situación de mantuvo por largos seis días. Las negociaciones fueron intensas e incesantes. Finalmente, la policía logró terminar con el asalto sin que nadie más resultara herido. Pero, en el medio, pasó algo muy singular: una de las rehenes, Kristin Enmark, de 23 años, que había sido la vocera de los retenidos, poco a poco se fue identificando con el delincuente. Hasta llegar a defenderlo, pese a que Olsson había amenazado una y otra vez con asesinarlos. Así fue cómo surgió la denominación "Síndrome de Estocolmo", acuñada por primera vez por el psiquiatra Nils Bejerot y que no es otra cosa que ese proceso por el cual las víctimas se identifican y se empatizan con su victimario.








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