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Fabricar nuevas islas: la insólita forma de sobrevivir que se plantean los países insulares

En las Maldivas, territorio que va a desaparecer por la subida del nivel del mar por el cambio climático, están experimentando para crear nuevas superficies utilizando distintas técnicas.


Por Gabriel Michi



Que el cambio climático es una realidad que está llevando a verdaderas catástrofes es algo innegable. Aunque haya negadores seriales que lo pongan en duda. Sin embargo, hay ciudades, grandes conglomerados (por ejemplo en China) y hasta países que lo sufren y se están hundiendo, literalmente. Y ya ha habido advertencias de distintas autoridades de lo peligroso que es todo eso y los dramas que ya hoy están atravesando, más allá de las amenazas a futuro. Frente a eso, están buscando alternativas, algunas muy novedosas pero que despiertan muchísimos interrogantes. Frente al fenómeno de las costas que están amenazadas por la subida del nivel del mar y la intensificación de las tormentas, aquellos países insulares o aquellos que tienen ciudades en peligro buscan la forma de contrarrestar esos riesgos que día a día se vuelven más reales. Y, más allá de la construcción de diques o el dragado de arena del lecho marino y su bombeo a las playas para atacar el problema, se está proponiendo la formación de nuevas islas.


En las Maldivas, una cadena de 900 kilómetros de largo formada por unas 1.200 islas en el Océano Índico que están en riesgo de desaparecer por la subida del nivel del mar, están avanzando en ese sentido, con ayuda internacional. Un trabajo en conjunto al Laboratorio de Autoensamblaje del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y la organización maldiva Invena busca una solución apelando a lo natural: usan estructuras sumergibles, y aprovechan las fuerzas del océano para lograr que la arena se acumule en lugares especialmente elegidos para proteger las islas y hasta para hacer crecer otras nuevas. Así como se lee.


Por increíble que parezca ya desde el año 2019, las organizaciones comenzaron pruebas en las Maldivas, que sufren la erosión constante de sus costas. Aprovecharon las aguas poco profundas de una llanura de arrecifes justo al sur de la capital, Malé, han buscado la manera de retener la arena para formas nuevos bancos cuya acumulación pueda servir para ir asentando una potencial futura isla. Uno de los métodos constó en sumergir una red de cuerda atada en nudos apretados para recoger arena, como también la utilización de hasta un material que se transforma de textil a hormigón rígido cuando se la sumerge en agua. Ambas técnicas sirven para levantar una barrera el fondo marino para acumular arena.


En otro caso, se instaló una suerte de jardín flotante sobre un banco de arena, para experimentar si las raíces vegetales podían ayudar a estabilizar el sedimento acumulado y para recoger más. Si bien algunas de esas metodologías ya se usaron en el pasado -como defensa en las costas-, lo novedoso es la utilización de tecnología cada vez más avanzada.


La primera etapa de esos experimentos se ejercitan en tanques de olas en el campus del MIT en Cambridge, Massachusetts y en base a las pruebas se identifica cómo ubicar las estructuras para alcanzar los objetivos, utilizando los parámetros recogidos anteriormente sobre el movimiento y la intensidad de las olas y de las corrientes marinas, información obtenida por distintos sensores ubicados en el litoral marítimo de las Maldivas. Además de combinan con datos meteorológicos, satelitales y los resultados de miles y miles de simulaciones hechos en computadora. De esa manera se intenta predecir cómo se moverá la arena en distintas condiciones fijas y cambiantes.


Skylar Tibbits, fundador y codirector del Laboratorio de Autoensamblaje, señaló: "estamos utilizando la fuerza natural del océano para guiar la arena". Y aclaró que "las estructuras sumergibles puedan proporcionar un método más sostenible que las soluciones de ingeniería convencionales para reforzar las costas erosionadas".







Los expertos defienden las iniciativas argumentando que están utilizando modelos que lo que hacen es aprovechar los recursos que brinda la naturaleza. Elementos que están allí, en el ecosistema de las Maldivas, un territorio que tiene una altitud media de apenas un metro sobre el nivel del mar, siendo el país más bajo del mundo. Por eso los esfuerzos tanto desde el Estado como del sector privado para encontrar respuestas. De hecho, funcionarios, operadores de complejos turísticos y promotores inmobiliarios ya recurrieron al dragado y a la búsqueda de soluciones de ingeniería (diques, rompeolas y espigones) para intentar frenar ese fenómeno que tanto los perjudica. El problema es que ese tipo de mecánicas suelen ser muy onerosas, y requieren un mantenimiento permanente. Además muchos ecologistas denuncian que suelen ser muy perjudiciales para el medio ambiente.


En cuanto al mantenimiento, el bombeo y el dragado son actividades permanentes que tienen que repetirse ad infinitum. Además los ingenieros señalan que los propios diques u otras infraestructuras similares pueden incluso agravar la erosión que pretenden evitar, más si su diseño es inadecuado para el lugar en cuestión. En ese sentido Paul Kench, geomorfólogo costero de la Universidad Nacional de Singapur -no forma parte de estos proyectos- realizó estudios que demostraron que algunas estructuras, desde los diques hasta los puertos para embarcaciones, pueden potenciar la erosión y perjudicar la productividad de los arrecifes naturales. Por eso sostiene: "Los tipos de soluciones de ingeniería que tendemos a utilizar en las costas continentales no deberían acercarse a una isla de arrecife pero la gente tiende a utilizarlas, porque es lo que conoce”.


Sin embargo, Skylar Tibbits, del Laboratorio de Autoensamblaje, no comparte eso y señala que en el uso de datos locales por parte del MIT Self-Assembly Lab e Invena "se trabaja con las fuerzas naturales en lugar de contra ellas". Y completa: "así que la arena quiere estar ahí". El objetivo que están persiguiendo es lograr que la arena se acumule de la manera "más sencilla, rentable, sostenible, duradera y escalable", aprovechando los resultados obtenidos en las pruebas como también otras experiencias que se usaron para reconstruir playas e islas.


Pero, más allá de las defensas que se puedan constituir en esas costas vulnerables, la aspiración más ambiciosa es la de "cultivar islas artificiales". Y, en ese sentido, hubo uno de los experimentos de campo, que se puso en marcha en 2019 en las Maldivas, que arrojó resultados potencialmente prometedores a partir del uso de cámaras textiles biodegradables rellenas de arena, instaladas en posiciones estratégicas para crear una barra de arena, y que no sólo cumplieron con las expectativas sino que incluso superaron todos los pronósticos: en solo cuatro meses, lograron que se acumule medio metro de arena en un área de 20 por 30 metros. Y, con el avance del tiempo, mucho más: así, por ejemplo, ese banco de arena mide unos dos metros de alto por 20 metros de ancho y 60 metros de largo, todo un éxito para lo que buscaban. Es más: las proyecciones estiman que el material utilizado dure unos 10 años, potenciando así una solución más permanente que sería algo más rentable y seguro que el bombeo y el dragado.


Estos experimentos que buscan encontrarle una solución a las Maldivas no son únicos ni exclusivos. De hecho en Holanda -más allá de su reconocida experiencia de ganarle territorio al mar a través de los famosos "polders"- se construyó hace más de una década el primer motor de arena del mundo. Y eso derivo en la conformación de una península de arena creada artificialmente que ayuda a las olas a empujar la arena hacia la costa del lugar. Por su parte, en Nueva York, otra megalópolis que "se hunde", se están reponiendo los arrecifes de ostras para proteger las costas.


Sin embargo, lo cierto es que el interés por las soluciones que incorporan la naturaleza va en aumento, pueden resultar difíciles de captar inversores. Según Paul Kench, de la Universidad Nacional de Singapur, "los que controlan el dinero... son muy reacios a alejarse de estas sólidas estructuras de ingeniería por miedo a que su dinero se vaya por un agujero".


Aun así, para los expertos, la apuesta vale la pena ya que se necesita un nuevo enfoque en la materia, aprovechando los recursos que brinda la naturaleza y sin provocarle mayores daños. Más teniendo en cuenta que gran parte de la erosión costera que sufren las Maldivas es producto de la mano del Hombre. De hecho, Kench apunta que esa erosión "antropogénicamente forzada" por las duras intervenciones de ingeniería que se han hecho en el pasado. Por eso actualmente trabaja con sus estudiantes en las Maldivas para intentar comprender mejor el fenómeno de mutación y erosión de esas castigadas costas, sabiendo que, en general, a las autoridades les cuesta asumir las responsabilidades humanas en semejante tragedia. "A estos países con atolones no les gusta reconocer es que han dejado una fuerte huella en las islas", dice Kench.


Ante el preocupante escenario actual y la grave amenaza futura, el gobierno de las Maldivas, decidió apoyar trabajo del MIT Self-Assembly Lab y de Invena, aunque eso no se tradujo en una inversión financiera. En tanto, hay proyectos que apuntan a favorecer el sector turísticos como el de restaurar una playa en un nuevo complejo ubicado a unos 15 minutos (en lancha) de Malé. Pero todos los esfuerzos apuntan a lo mismo: encontrar soluciones frente a los estragos potenciados por el cambio climático que amenazan con hacer desaparecer ciudades, conglomerados y hasta países que "se hunden". Por la acción imprudente del Hombre, que ahora busca que sus propias manos atemperen los daños que él mismo produjo. Incluso cuando eso signifique encontrar insólitas formas de sobrevivir como, por ejemplo, fabricar nuevas islas. Para no tener que recurrir "a los botes".




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