El asesinato del Presidente Moise por parte de un grupo de mercenarios extranjeros fue un capítulo más de la interminable película de terror que sufre la nación más pobre de América. Terremotos, corrupción, bandas criminales, Golpes de Estado, inestabilidad institucional, miseria por doquier, son algunos de los males que vienen asolando a este territorio insular.
Por Gabriel Michi
Tragedia tras tragedia. Desastres tras desastres. En la naturaleza, en la política, en la economía, en la sociedad. Haití, el país más empobrecido del continente americano, no tiene respiro. Terremotos, corrupción, bandas criminales, Golpes de Estado, inestabilidad institucional, miseria por doquier, son algunos de los males que vienen asolando a este territorio insular desde hace años. Y a lo que en los últimos días se sumó un magnicidio. El asesinato del presidente Jovenel Moise se convirtió en el más reciente capítulo de una película de terror que no cesa. La triste historia de un país en tragedia permanente.
En la madrugada del pasado 7 de julio un grupo comando integrado por al menos 28 mercenarios ingresó en la residencia del Moise en el barrio Pellerin y lo fusilaron con 12 disparos. La Primera Dama Martine Moise quedó gravemente herida y debió ser trasladada a Miami, donde fue operada. Un hijo y su niñera -que fueron atados y amordazados por los atacantes- y otra pequeña hija -que se escondió en un placard- resultaron ilesos. A partir de allí, se desataría una caótica cacería para dar con los responsables del magnicidio. En esa persecución tres de ellos fueron abatidos y 20 resultaron detenidos. Incluso dos fueron apresados por la gente común que los encontró escondidos entre los matorrales y los llevó atados con sus propias sogas a las autoridades. Casi todos los detenidos -18- eran ex militares colombianos y los otros dos eran norteamericanos de origen haitiano. Habían sido reclutados por una empresa -CTU- de capitales venezolanos pero radicada en EE.UU.
El 11 de julio se detuvo al supuesto autor intelectual del crimen, un médico y empresario haitiano que pasa la mayor parte de su tiempo en los Estados Unidos. Se trata de Christian Emmanuel Sanón (63) quien había llegado a Puerto Príncipe a mediados de junio en un vuelo privado, con el fin aparente de querer llegar a la Presidencia de su país. Y, según las autoridades, habría sido quien ordenó el magnicidio. La versión oficial aún tiene muchas contradicciones. Por ejemplo señala que los mercenarios aseguran que ellos fueron contratados por Sanón con el único fin de custodiarlos en su carrera presidencial. Y que horas antes recibieron una orden judicial para arrestar al Presidente Moise y conducirlo a la Casa de Gobierno, pero cuando llegaron a la residencia del Primer Mandatario ya había sido asesinado. Como si hubieran caído en una trampa, algo que parece inverosímil.
Cuando detuvieron a Sanón le secuestraron un verdadero arsenal. “Encontramos una gorra estampada de la DEA, 6 pistolas y pistoleras, unas 20 cajas de cartuchos, 4 matrículas de República Dominicana, cargadores de pistola desenfundados, 24 dianas de tiro sin usar, 2 vehículos y correspondencia dirigida a sectores del país”, detalló Léon Charles, jefe de la Policía. El dato de la visera de la Drug Enforcement Administration de EE.UU. no parece menor. Cuando el grupo comando ingresó en la residencia de Moise se identificó al grito de que eran agentes de la DEA, hablando inglés y español, cuando el idioma oficial en Haití es el francés. Las derivaciones que este magnicidio puede tener aún no concluyen pero ponen al desnudo no sólo el accionar de enigmáticas empresas norteamericanas -en este caso la firma CTU, con sede en Coral, Florida, y cuya conformación está vinculada a capitales antichavistas comandados por el venezolano Antonio Intriago- que reclutan mercenarios para todo tipo de "servicios" sino también el clima de violencia y degradación institucional que asola a esta nación insular.
Crisis política
La situación de caos político que se generó tras el asesinato de Moise no es una novedad en Haití. De hecho el propio Presidente muerto estaba muy cuestionado por su idea de abroquelarse en el poder ya que muchos señalan que su mandato había concluido el 22 de febrero de 2021, mientras que él sostenía que recién concluía en esa fecha pero en 2022. Por eso lo acusaban de ser un Presidente "de facto", que -entre otras decisiones graves desde el punto de vista institucional- aprovechó la Pandemia de COVID 19 para gobernar por decreto y había prácticamente eliminado al Congreso Nacional. Vale decir que en las próximas elecciones de septiembre Moise no se podía presentar. Sin embargo no es la única acusación que pesaba sobre él. Había investigaciones en marcha sobre presuntos hechos de corrupción y lavado de dinero que lo tenían en el centro de las sospechas.
Tras la muerte de Moise se desató una verdadera guerra política entre el entonces Primer Ministro en funciones Claude Joseph, el designado unos días antes por el propio Presidente muerto, Ariel Henry (quien no había logrado formar gobierno), y el titular de lo que queda del Senado, Joseph Lambert, quien se plantó en la supuesta línea sucesoria. De hecho, hasta los Estados Unidos se metió en la contienda y envió una misión especial para "supervisar" una salida ante semejante caos político.
De mercenarios y bandas criminales
Hace tiempo que Haití está atravesando una verdadera crisis de seguridad. Hay estudios que denuncian la existencia de más de 700 bandas criminales sólo en la ciudad de Puerto Príncipe y sus alrededores. Operan con todo tipo de delitos, pero sobre todo con el narcotráfico y los secuestros extorsivos. Parte de esas bandas criminales -las nueve pandillas más importantes- anunciaron una temible unificación en junio de 2020. El consorcio delictivo se bautizó como G9 y se impuso como jefe máximo Jimmy "Barbecue" Cherizier, un ex policía que ahora juró venganza contra los "aristócratas" que asesinaron a Moise. “Vamos a salir a la calle para pedir a los sirio-libaneses que tienen a este país como rehén que nos devuelvan nuestro país (...) Ya es hora de que los negros de pelo rizado como nosotros seamos dueños de supermercados, concesionarios de coches y dueños de bancos”, amenazó por Youtube a cara descubierta, vestido con una chaqueta militar y dos gorras superpuestas, con una advertencia clara a un grupo de familias de ese origen que detentan un fuerte poder económico y que, según señalan sus detractores, controlan el empobrecido país desde hace años.
La federación G9, que preside "Barbecue", hace temblar las calles de la capital y sus alrededores con extorsiones, robos y secuestros, y con una fuerte impronta en los ataques a policías y a políticos de oposición. Los acusan de haberse unido a la “burguesía apestosa” para “sacrificar” a Moise. “Fue una conspiración nacional e internacional contra el pueblo haitiano”, dijo el capo criminal en el vídeo que se viralizó entre los ciudadanos. “Decimos a todas las bases que se movilicen y que salgan a las calles para que se arroje luz sobre el asesinato del Presidente”, señaló, a la vez de hacer un llamamiento a acabar con los “amos del sistema”. Es más, antes de morir el propio Juvenel Moise había atacado a esos acaudalados como un “grupo de oligarcas” que condicionaban la vida de los haitianos.
En cuanto al accionar de estas bandas criminales hay datos que estremecen: desde una matanza colectiva a fines de junio que terminó con la vida de 15 personas, entre ellos varios policías, un reconocido periodista y una activista de Derechos Humanos, además de varias personas que sólo transitaban por allí. Sólo en ese mes hubo 150 personas asesinadas por estos grupos y cerca de 200 secuestradas. Uno de los objetivos son los extranjeros: desde comienzo de año ya hubo más de 20 foráneos secuestrados. Y también los policías: en lo que va de 2021 ya ejecutaron a 30 uniformados.
Las sospechas de complicidades entre la dirigencia política y estas bandas criminales están muy extendidas. De hecho, esas acusaciones alcanzaron al propio Moise y las palabras en su defensa del peligroso "Barbecue" parecen darles la razón. De hecho, son muchas las voces que señalan que el Gobierno le daba protección a estos cárteles del delito, a cambio de apoyo al Presidente en aquellos territorios controlados por la oposición. Semejante clima de violencia llevó a que miles de haitianos deban abandonar sus hogares y hoy son desplazados internos.
Una historia de tragedias
Hace poco más de una década, el 12 de enero de 2010, un terrible terremoto de 7 grados en la escala de Richter dejó a Puerto Príncipe, la capital de Haití, bajo los escombros. El saldo fue escalofriante: más de 316.000 muertos y 350.000 heridos. Se vinieron abajo hasta los edificios más emblemáticos del Gobierno. Más de un millón y medio de personas se quedaron sin hogar. Habiendo pasado más de una década, las consecuencias de aquel devastador terremoto todavía se sienten. Haití no se logró recuperar de sus efectos: todavía cientos de miles de ellos viven en las carpas que llegaron desde distintos organismos humanitarios del Mundo. Muchos de los edificios aún siguen en ruinas y no pudieron volver a erigirse.
Este terremoto fue el más grande detectado en esta Isla desde el año 1770. Fue a 10 kilómetros de profundidad y el epicentro se dio a apenas 15 kilómetros de Puerto Príncipe, lo que explica el nivel de destrucción que generó en la capital haitiana. Después del terremoto sobrevino un pequeño tsunami que mató a 4 personas. Cinco días después del terremoto, -sábado 16 de enero de 2010- las Naciones Unidas, en Ginebra, afirmaron que "el sismo en Haití es el peor desastre que haya confrontado la organización en términos de logística, debido al completo colapso del gobierno local y la infraestructura". O sea, a la tragedia permanente de Haití se le sumaba una humanitaria como pocas veces se dieron en el Mundo.
Si este pequeño país de 11 millones de habitantes, que comparte la Isla La Española con su vecina República Dominicana, ya sufría los embates de sus propias crisis políticas, económicas e institucionales, el terremoto de 2010 no hizo otra cosa que profundizarlos dramáticamente. Un golpe letal del que no se pudo reponer nunca más.
Una historia de pioneros y miserias
Este país, el primero en declarar su Independencia de Latinoamérica -se liberó de Francia en 1804- y el segundo del continente (después de EE.UU.), fue a su vez la única nación del Mundo que fue forjada por esclavos. Según Brian Concannon, director ejecutivo del Instituto de Justicia y Democracia en Haití: "Ahí comenzaron sus problemas: era un país independiente gobernado por ex esclavos negros en un mundo regido por el poder colonial blanco y esclavista. Eso hizo que a Haití nunca se le permitiera salir adelante". Es más, "a Haití nunca se le perdonó ser una nación negra libre y gobernada por negros. Ha sido su cruel destino", detalló -a la BBC- Robert Fatton, profesor de la Universidad de Virginia, en EE.UU., y autor "La República depredadora de Haití: la interminable transición a la democracia".
Una deuda eterna que Haití debió pagar como "indemnización" a Francia por su Independencia (el equivalente a unos 20.000 millones de dólares, 10 años los ingresos del país), más la expoliación de recursos por parte de potencias extranjeras -como los Estados Unidos que intervino el país entre 1925 y 1934-, una inestabilidad económica y política permanente con frecuentes Golpes de Estado y dictaduras (como la de los Duvelier, padre e hijo), corrupción de las distintas dirigencias y la desesperada necesidad de sus ciudadanos (que se vieron obligados a cortar sin control árboles para hacer carbón y cocinar, lo que convirtió al país en el más desforestado de América Latina), sumado al asedio de las tragedias naturales (además de los terremotos, sufren todos los años huracanes y graves tormentas tropicales), volvieron a esta nación como la más empobrecida y vulnerable de todo el continente americano. Por todo eso y mucho más, Haití es el país de la tragedia permanente.
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