Las bandas criminales se adueñaron de sus calles a tal punto que acaba de renunciar el primer ministro. Las embajadas retiran a su personal y los chicos no pueden ir a la escuela.
Por Gabriel Michi
Haití es un país fallido. Una nación que se desintegra y se desangra. Siendo el Estado más pobre de Latinoamérica, hay bandas criminales que se adueñaron de las calles y sitiaron a sus ciudadanos que se debaten entre la violencia y la miseria. A tal punto que hasta tomaron la cárcel más importante de Puerto Príncipe y liberaron a más de 3.000 presos peligrosos. Frente a semejante caos, acaba de renunciar el primer ministro Ariel Henry. La situación se volvió insostenible tras varias semanas de creciente tensión. Henry se vio forzado a quedarse en Puerto Rico por la amenaza de las pandillas armadas que han conquistado el poder en las calles. Tras una reunión de líderes regionales en Jamaica -que se juntaron por la preocupación que existe por Haití- se decidió la instalación de un gobierno de transición."El gobierno que lidero renunciará inmediatamente después de la instalación de un Consejo de Transición. Quiero agradecerle al pueblo de Haití por la oportunidad que me ha dado. Le pido a todos los haitianos mantener la calma y hacer todo lo que puedan para que la paz y la estabilidad retornen lo antes posible”, fue el mensaje de despedida de Henry quien supuestamente iba a liderar el país en forma interina -tras el asesinato del presidente Jovenel Moise- pero se mantuvo en el poder desde julio de 2021 posponiendo las elecciones repetidamente argumentando que primero era indispensable garantizar la seguridad. Eso llevó a un gran desgaste de su figura, más con la violencia creciente en las calles.
Hoy Puerto Príncipe está jaqueada por las bandas criminales que también venían exigiendo la renuncia del primer ministro. Tanto la capital como la región que la rodea lleva un mes bajo "Estado de Emergencia", con un toque de queda que se extendió todo este tiempo. Matthias Pierre, exministro de elecciones en Haití, señaló: “La policía es débil y más de 40 estaciones de policía están destruidas. El ejército está muy limitado y mal equipado; los miembros de las pandillas ocupan la mayoría del centro de Puerto Príncipe y algunas de las sedes gubernamentales. Muy pronto la gente se quedará sin comida, medicina y… apoyo médico”.
El poder de las bandas criminales es tan grande que hasta están presionando para formar parte de las negociaciones en la conformación de un nuevo gobierno y en el proceso de transición que se avecina en Haití. Y, seguramente, condicionar la llegada de una fuerza armada internacional que desembarque para poner orden. La violencia y el caos es tan brutal que distintas embajadas han decidido retirar a su personal no esencial (Unión Europea, EE.UU., entre otros). Los chicos no pueden ir a la escuela y las mujeres embarazadas ni siquiera pueden acercarse a los hospitales -que están bajo ataque- para parir a sus bebés. Todo ese cuadro se agrava porque semejante violencia impide el acceso a los bienes básicos, como la alimentación y los remedios.
Antes de anunciar su renuncia, Ariel Henry había viajado a Kenia para firmar un acuerdo para el despliegue de una fuerza internacional de seguridad para contener la violencia. Fue allí cuando, doblando la apuesta, una coalición de pandillas atacó las estaciones de Policía y asaltaron dos de las principales cárceles. Es más, el avión que llevaba al entonces jefe de Estado no pudo aterrizar por los ataques contra el aeropuerto internacional de Haití. No sólo el pueblo haitiano y las bandas criminales deseaban el apartamiento de Henry, sino que también era un reclamo internacional: de hecho, en el grupo de naciones caribeñas CARICOM estaban convencidos que su presencia era un impedimento a la estabilidad de Haití y abonaban a la creación de un Consejo de Transición como el que se avecina.
En tanto, el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, se comprometió a entregar 100 millones de dólares más para financiar una esperada fuerza de seguridad de 1.000 soldados de Kenia, medida que es respaldada por la ONU. La contribución propuesta por EE.UU. para la fuerza de seguridad asciende ahora a 300 millones de dólares en total
Por su parte, el presidente del grupo CARICOM y presidente de Guyana, Irfaan Ali, explicó: “Aceptamos su renuncia luego del establecimiento de un consejo presidencial de transición y el nombramiento de un primer ministro interino”. Ese Consejo tendría dos observadores y siete miembros con derecho a voto, incluyendo representantes de varias coaliciones, el sector privado y la sociedad civil y un líder religioso. Ese cuerpo deberá designar en forma inmediata un primer ministro interino, que no podrá ser después candidato a presidente cuando haya elecciones que serían las primeras desde 2016. Mientras nadie garantiza el fin de la violencia. Y la pobreza. En un país que se desintegra.
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