C5N presentó un programa especial con material exclusivo de la cobertura del conflicto realizada por el enviado Gabriel Michi, creador y director de MundoNews, el camarógrafo Ezequiel Pizzuto y el fixer local Shlomo Slutzky. Aquí se presenta el documento completo.
Por Gabriel Michi
El 7 de octubre de 2023 hubo un quiebre en la Historia. Mientras se celebraban las últimas horas de las festividades judías, un operativo sin precedentes de más de 1.500 milicianos de Hamás, cruzó la frontera de la Franja de Gaza e invadió Israel por más de 80 puntos. Los terroristas llegaron en parapentes, camionetas, motocicletas o simplemente a pie y provocaron una verdadera masacre. Cerca de 1.400 personas fueron asesinadas y más de 200 secuestradas, en kibutz, calles, rutas, ciudades y hasta en una fiesta electrónica.
Mientras en el desierto de Néguev, en Israel, se celebraba el festival de música electrónica Nova, a tan sólo 4 kilómetros de la Franja de Gaza, comenzaba una embestida sorpresiva allí y en varios otros lugares. Eran las 6.30 de la mañana cuando se desató el ataque a múltiples objetivos israelíes. Se presume que los terroristas planificaron la ofensiva con al menos dos años de anticipación. Y la clave fue el elemento sorpresa. Algo falló en los poderosos servicios de inteligencia israelí que no detectaron los movimientos previos a un ataque pensado para golpear al país cuando estaba con la guardia baja por las fiestas de Simjá Torá y el enojo de la sociedad y los reservistas con el gobierno de Benjamin Netanyahu y su polémica reforma judicial.
El ataque comenzó con un bombardeo masivo de misiles en varias regiones de Israel. Y, aprovechando la cobertura del fuego de los misiles, avanzaron las fuerzas de choque de Hamás sobre territorio israelí tomando las bases militares de la frontera y cortando las vallas fronterizas. La capacidad de respuesta militar de Israel en la zona fue ampliamente superada por las milicias del Hamás, por el número, la ferocidad y el efecto sorpresa.
A la vez que bombardeaban los generadores eléctricos y de comunicación para aislar la zona. Mientras con parapentes, camionetas y motos entraban violentamente a kibutz y ciudades masacrando a quienes se les cruzaba y secuestrando a otros.
El lunes 9 de octubre arribamos a Tel Aviv junto al camarógrafo Ezequiel Pizzuto como enviados especiales de C5N, siendo el primer medio argentino en llegar para cubrir la guerra. En poco tiempo pudimos ver los vestigios de aquel sábado 7 de octubre. Y comenzamos a vivir en carne propia los bombarderos junto con nuestro fixer local Shlomo Slutzky.
En Tel Aviv, Ashkelon, Ashdod, Sderot, Be’eri, Nir Oz y muchos más lugares tuvimos que correr en más de una oportunidad para buscar resguardo en un refugio ya sea por el sonido de las sirenas que nos alertaban, como por las explosiones por doquier de cohetes que en su mayoría -no todos- eran interceptados por el “Escudo de Hierro” con el que Israel logra interceptar con sus misiles al 95% de los proyectiles lanzados desde el otro lado de la frontera.
En Ashkelon, la ciudad más atacada desde esa fecha –y que está a sólo 13 kilómetros del norte de la Franja de Gaza- las bombas cayeron sobre edificios comerciales y residenciales, centros comunitarios y hasta en la sala pediátrica del hospital local. Mientras cubríamos este episodio, nos sorprendieron las explosiones de un nuevo ataque. Pero no sólo en esa ciudad de 130.000 habitantes donde hoy sólo quedan 20.000: en muchos otros puntos del país tuvimos que vivir situaciones similares. Por ejemplo, en el kibutz de Be’eri, uno de los que fue arrasado por Hamás también fuimos sorprendidos por las explosiones de los misiles.
En pocas horas, el despliegue militar de Israel hacia la Franja de Gaza se hizo notar con fuerza. En nuestro caso lo pudimos observar en primera persona en las rutas que rodeaban al lugar con el pasar de los convoys y caravanas de camiones que cargaban tanques y artillería pesada hacia ese destino. “Cualquier lugar en donde actúe Hamás se convertirá en un desierto”, advirtió Netanyahu.
La "Caja de Pandora" ya se había abierto y nadie sabe todo lo que se pueda desatar de aquí en adelante.
LOS ESCENARIOS DEL HORROR
Aquel fatídico 7 de octubre, los terroristas de Hamás atacaron en simultáneo decenas de lugares, con una coordinación que necesitó de una planificación de mucho tiempo. Cruzaron la frontera con parapentes, camionetas, motos o a pie, y masacraron a cuantas personas se les cruzaba por delante. En kibutz, rutas, calles y hasta en una fiesta rave. Con el equipo de C5N recorrimos cada uno de esos escenarios del horror.
En el kibutz de Be'eri, a apenas 4 kilómetros de la Franja de Gaza, un centenar de terroristas cometió una brutal masacre asesinando a más de 120 personas y secuestrando alrededor de 30, con un ensañamiento en particular contra los bebés. En nuestra recorrida por ese espacio devastado pudimos ver los rastros del horror a cada paso. En ese kibutz entrevistamos a Roni Kaplan, vocero de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). “Básicamente estamos hablando de 150 o 200 terroristas que ingresan aquí. Primero 70 y después otros 80 y más. Dejan asesinados a 120 personas en este lugar. Entre ellos bebés, incluido un feto acá asesinado cuando le cortan el vientre a la madre. Niños asesinados ante sus padres, padres asesinados ante sus niños. Hay muchos argentinos aquí. Muchos argentinos. Es el kibbutz más importante del Consejo Regional Skola. Aquí trabajaban cientos de personas que vienen de la Franja de Gaza día a día. Y hay quienes dicen que algunas de las personas que trabajaban en este lugar son los que trajeron la inteligencia para los terroristas. Así actúa Hamás. Mataron a una paramédica de 22 añps que estaba curando a gente en la enfermería”, cuenta Kaplan. Y agrega: “Murieron 5 soldados que abatieron a más de 150 terroristas”.
- ¿Be’eri es uno de los peores escenarios de aquellos ataques, junto con la fiesta electrónica de Reims, verdad?
- Si, son dos de los peores escenarios. En la fiesta asesinaron al doble que acá.
Cuando las personas que vivían en Be’eri, como en otros de los kibutz atacados, se encerraban en las habitaciones de seguridad blindadas que tienen para protegerse de las caídas de bombas, los terroristas prendieron fuego sus casas ya sea para obligarlos a salir y allí masacrarlos o para quemarlos vivos. Por eso se ven postales de los hogares totalmente incendiados. “Efectivamente, la gente se encerró y familias completas fueron prendidas fuego. Hace un rato estuve en el rabinato donde veía los cuerpos y a uno ellos no se lograba saber qué era. Y en el instituto forense el médico determinó que eran dos cuerpos, el de un padre y el de un hijo, que estaban abrazados y carbonizados", relata Kaplan.
Las casas atacadas en este y otros kibutz demuestran la ferocidad con la que ingresaron los terroristas de Hamás. Hay cientos de balazos en la mayoría de los hogares y en particular en las puertas y cerraduras de las “habitaciones seguras” donde las personas buscaron refugio. En algunas de ellas incluso de ven restos de bombas que los atacantes usaron para tratar de vencer la resistencia de esas aberturas blindadas. En contados casos no lo lograron. En muchos sí porque las habitaciones seguras están preparadas para bombardeos (algo bastante frecuente en la zona) pero no para una incursión terrestre como la que se dio ese 7 de octubre, con terroristas dispuestos a todo y que disparaban sus escopetas o ametralladoras contra esas puertas. Los restos de sangre son la fiel muestra de cuando esa ferocidad consiguió su objetivo y se llevaron heridas a las personas o directamente las fusilaron.
DEL PARAÍSO AL INFIERNO
Como se mencionó, Be’eri no fue el único de los kibutz arrasados por los terroristas de Hamás. En Nir Oz, por ejemplo, asesinaron a 26 personas y secuestraron a más de 70. Entre ellos, están la mitad de los argentinos capturados y llevados por Hamás a la Franja de Gaza, como los hermanos Iair y Eitan Horn. Su padre Itzik Horn nos brindó su desgarrador testimonios en Ashkelon, adonde debió emigrar porque su kibutz está en la zona de los ataques.
- No sabés qué ha pasado, ¿entendés? Yo digo, yo estoy esperando a que alguien me llame y sabés qué, y pensemos lo peor. Pero que me diga ‘señor Horn, sus hijos no están, están muertos’. Bueno, por lo menos sé que están muertos – señala Itzik.
- ¿Llegaste a ese nivel de esperar eso?
- Es que no sé nada. Y, perdón, si me llaman y me dicen que los tienen en Hamás, tampoco hay garantía de nada. Porque si los tienen Hamás no son prisioneros del ejército de Suecia donde se respete la Convención de Ginebra, y todo eso. ¿Ellos van a respetar los derechos humanos después de matar a más de mil personas?
- Hay mucha especulación con las posibilidades que el gobierno de Israel realice una incursión terrestre con todo terrestre sobre Gaza, pero hay mucha gente que dice que si eso ocurre, las personas secuestradas van a morir. ¿Cuál es tu posición?
- Lo que vos me preguntás es lo mismo que preguntarme a quién quiero más, si mi papá o a mi mamá- expresa ese padre quebrado por el dolor.
Y continúa: “Tampoco tenés ninguna garantía que (los terroristas) empiecen a exigir determinadas cosas e Israel se oponga, y entonces empiecen a matar a rehenes. Yo creo que también son cosas que deben estar sopesando”.
Los hermanos Horn son dos de los 21 desaparecidos argentinos que fueron secuestrados por Hamás, además de los nueve muertos de nuestro país que sucumbieron por los ataques de los terroristas. En el kibutz de Nir Oz, también secuestraron a la argentina Karina Engelbert. A ella, los terroristas de Hamás se la llevaron junto a su marido Ron y sus hijas Mika y Yuval. Su hermana Romina Shvalb nos relató su desesperación frente a esta situación en su casa en Ofakim, una ciudad de Israel ubicada a 40 kilómetros de la Franja de Gaza y que fue el punto más distante atacado por los terroristas aquel 7 de octubre. De hecho Romina y Karina estuvieron hablando esa mañana describiendo cada una de ellas que en los alrededores se escuchaban disparos, gritos y órdenes en árabe. Hasta que en un momento se cortó la comunicación y ya no se supo nada de la familia que vivía en Nir Oz.
“Yo siento que estoy en una pesadilla de la que no me puedo despertar. (Los terroristas) empezaron a pasar casa por casa, a matar gente, a sacar gente de las casas. Quemaron casas con explosivos, con gente adentro, con chicos, con bebés. Hay muchos de los que no sabemos qué pasa con ellos”, cuenta Romina que no sólo está afectada por esta tragedia por la desaparición de su hermana y su familia sino también porque conoce a casi todas las personas del kibutz porque ella vivió allí y además es maestra jardinera en el lugar. “Tengo dos nenas de mi jardín que están secuestradas. Es tremendo. Tremendo. Y tengo muchos amigos, mucha gente que conozco que no se sabe qué pasa”.
Pero esta historia suma aún más dramatismo cuando se conocen ciertos detalles sobre la salud de la familia secuestrada: “Karina, mi hermana, es enferma de cáncer. Necesita también sus remedios. El marido, Ronen, que también está enfermo, tiene diabetes. Y mis dos sobrinas que son post-traumáticas. Mi hermana peleó para empezar a salir de la enfermedad con las operaciones que tuvo. Peleó como una leona para salir de eso y ahora está peleando por su vida y la vida de sus hijos”, se desgarra Romina entre llantos. “Quiero creer que mi hermana y mi familia y toda la gente que está, que vuelvan. Eso es lo único que quiero creer”.
- ¿Tenés esperanzas todavía?
- Se me está acabando- concluye entre lágrimas.
La misma suerte que Karina y su familia corrió Ofelia Feler de Roitman, una docente jubilada de 77 años que también fue secuestrada por Hamás en el kibutz de Nir Oz después de ser gravemente herida. Su marido, Héctor Roitman, se salvó de milagro porque estaba internado por una operación. “Yo les diría (a los secuestradores) que si la matan -si todavía no lo hicieron- van a matar a una persona digna de vivir. Nunca le hizo mal a nadie. Y menos a la gente que viene del otro lado (de la frontera, de la Franja de Gaza) o a gente que tiene que trabajar en cosas que otros no quieren trabajar. En mi casa siempre recibieron café, siempre recibieron un té, una galletita, una sonrisa... Yo no conocí nunca a nadie que hablara mal de Ofelia. No se lo merece y creo que ninguno de los que están allá detenidos se merecían esto. No hicieron mal a nadie”, se emociona Héctor.
- ¿Hay esperanzas, teniendo en cuenta que liberaron a dos rehenes de su kibutz?
- No esperanza. Sé que va a vivir, porque es una persona fuerte, porque es una persona que se sabe ubicar en cualquier momento de la vida. Y porque sabe que la necesito. ¿Quién me va a decir 'peinate', 'te pusiste perfume'...? – sonríe - Pero esa era Ofelia.
Con el hijo de Ofelia y Héctor, Pablo Roitman, recorrimos los vestigios del horror que vivió su madre en su casa, como también las dramáticas postales en el kibutz de Nir Oz, donde secuestraron a la mitad de los 21 argentinos que están en manos del Hamás. Pablo vivió en ese lugar hasta el año 2000. En el hogar de sus padres se ven destrozos y sangre: “Seguramente mi mamá sostuvo cerrada la puerta del cuarto de seguridad, balearon esa zona y la hirieron. Pero nosotros pensamos, según las fuentes, que ella pudo salir a pie, herida, pero salir a pie y se la llevaron”.
El caso de Ofelia se hizo muy conocido porque su sobrino, el periodista deportivo Hernán Feler, comenzó con una campaña por redes sociales en que reconocidas personalidades de distintos ámbitos piden por ella y el resto de los secuestrados. “Sé que el nombre de mi mamá se escucha mucho en Argentina y lo mismo hemos pedido del gobierno argentino. Sólo en este kibutz hay 10 argentinos desaparecidos, secuestrados”.
Esa situación dramática también se potencia por las postales del horror que se ven en cada rincón del kibutz donde todas, absolutamente todas, las casas fueron atacadas. Y la mayoría de ellas terminaron incendiadas. Desde el patio de la casa de los Roitman –que también fue incendiado- se ve el alambrado que separa al kibutz de los campos cultivados y a tan solo 1,5 kilómetros está el límite con la Franja de Gaza. De hecho en un momento mientras que le hacíamos la entrevista el propio Pablo Roitman nos pidió que tengamos cuidado y nos alejemos del lugar porque podíamos ser blanco de francotiradores o del lanzamiento de algún cohete antitanque lanzado desde la frontera. “Exijo que la liberen, que liberen a todos los secuestrados y que no vayan nuevamente con nosotros”, reclama Pablo.
LA FIESTA QUE SE VOLVIÓ PESADILLA
C5N fue uno de los pocos medios del mundo que pudo ingresar al predio donde se realizó la fiesta electrónica Nova en Reims y que fue el escenario de la peor matanza. Allí Hamás asesinó a más de 300 personas y secuestró a 35. En la recorrida pudimos ver cómo había quedado todo desde aquel 7 de octubre en el que los terroristas llegaron en parapentes, camionetas, motos y a pie y comenzaron a ametrallar a jóvenes que sólo habían concurrido a una fiesta que reivindicaba la paz y el contacto con la naturaleza.
Por eso había carpas, aislantes y bolsas de dormir que quedaron distribuidos por todo el gigantesco predio abandonado. Los criminales incluso dispararon contra los baños químicos donde asesinaron a quienes estaban allí y a todos los que estaban en el bar o cerca del mangrullo de los DJs. Los que no fueron ultimados o heridos, fueron secuestrados.
En el lugar Amnon Shefler, vocero de las FDI, nos señaló: “Algunos dispararon sin más, algunos los agarraron, los ataron y después los mataron uno por uno. Le dispararon a los baños… Agarraron un container, lo llenaron de gente y lo quemaron. Estas son las imágenes más terribles que yo vi en mi vida y creo que me recuerdan algunos de los momentos más oscuros del pueblo judío”.
Uno de los secuestrados en la fiesta electrónica de Reims fue Omer Wenkert, un joven de 22 años, del que hay un video que muestra cómo se lo llevaron a los golpes en una camioneta rumbo a la Franja de Gaza. Su tío argentino Ricardo Grichener nos recibió junto los padres del chico, Niva y Shai Wenkert.
“Omer fue sólo a una fiesta de música, quería ser fan, bailar un poquito, estar con su amiga. Lo que pasó fue que vino el Hamás, con más de 100 terroristas con ametralladoras, y mataron como 360 personas, violaron mujeres, mataron a un montón de chicos y agarraron a Omer. Agarraron al gran Omer que sabemos que está vivo ya que tenemos también videos que vimos en el Telegram y Twitter de Hamás. Tenemos también otra foto de Omer en Gaza, en donde está atado, tiene golpes, no está perfectamente pero está bien”, cuenta su tío Ricardo.
- ¿Niva, qué sintieron cuando vieron el video del momento en que se lo lleva a Omer?
- Shai, mi marido, fue el primero en ver el video y se puso a gritar tan fuerte que aún hoy se escucha. Y en ese momento me dijo por teléfono que Omer vivía, pero que ya no estaba en nuestras manos. Sentí como que alguien me sacudió el piso como un gran terremoto… Simplemente se movió todo mi mundo- responde su madre Niva.
- ¿Qué mensaje les gustaría dar a Omer?
- Omer, estamos esperando por ti en casa, estamos esperando por ti y sabemos que regresarás a casa saludable y rápido. Estamos esperando por el abrazo que le daré a tí y el abrazo que nos darás. Nosotros te amamos mucho- se quiebra Niva.
Al final de la entrevista, el padre del joven, Shai Wenkert, le exige los secuestradores que le devuelvan a su hijo, “¡Regresen a Omer a casa! ¡Regresen a Omer a casa!”, exclamó el hombre.
MILAGROS Y AUSENCIAS
Los que se salvaron de milagro de ser secuestrados por Hamás fueron Moshe y Diana Rozen, un matrimonio argentino que vive en Israel desde comienzos de la década del ’70, y que en esa jornada sangrienta estaban en su casa del kibutz Nir Itzjak. Esa mañana fatídica ambos quedaron puerta de por medio con los terroristas que dispararon a mansalva a través de esa abertura blindada hiriéndolos en sus manos. Por algún motivo que desconocen lograron evitar que los secuestren. Con el equipo de C5N los entrevistamos en el hospital Hadassah Har Hatzofim, de Jerusalén, adonde fueron trasladados después de que aquel 7 de octubre el centro de salud más cercano –el de Bersheva- recibió a más de 850 heridos y su capacidad fue saturada.
Moshe recordó así aquella pesadilla: “A diferencia de ataques bélicos de años anteriores, esta vez no se trataba solamente de misiles disparados desde la Franja de Gaza. Se trataba, como Diana lo define, de una invasión. Al cabo de breves instantes comprendimos que la guerra había llegado a nuestra propia casa. Comenzaron a haber golpes a la puerta y fue derribada. Tratamos de encontrar resguardo en una cabina blindada que existía tal efecto. Pero los invasores con sus ametralladoras dispararon contra la puerta. Nos hirieron, nos raptaron y anunciaron que nos iban a llevar con ellos a la Franja de Gaza. Y él me decía ‘Gaza, Gaza’. Y yo le decía que no, ‘acá necesitamos ya un médico porque me estoy muriendo, así que me voy’. Y me fui. Nos dimos vuelta pensando de que nos iban a disparar o nos iban a dar un culatazo. Pero alcanzamos a irnos...”
- Diana, ¿tuvieron miedo?
- Muchísimo miedo, muchísimo miedo. Nos veíamos muertos, sin poder hablar con la familia. Eso es todo lo que pensaba yo. Y después, cuando llegamos a nuestra casa – en realidad lo que ya no era nuestra casa- dijimos ‘esto es un milagro’. Esto es increíble. Y yo estoy acá, contando. Y en este momento todo el mundo se está interesando. Estamos acá, estamos vivos. Eso es lo único que importa. Nos miramos y nos decimos, ‘vivimos’. No hay nada mejor”
Otro de los casos más impactantes fue el de Ron Sherman, sobrino del cantautor Leon Gieco, un joven de apenas 19 años que estaba haciendo el Servicio Militar Obligatorio cuando fue secuestrado. El relato de Alex, su padre, es conmovedor: “Ron, mi hijo, es un soldado de 19 años que hace el Servicio Militar Obligatorio, que no es un soldado de combate. Tiene una enfermedad que es asma y lo pusieron para trabajar con los árabes en la entrada a Gaza, porque él le daba los permisos para hacer el comercio, para que entren las mercaderías. Él es el que hablaba con los camioneros y él daba los permisos. Él tenía un contacto diario con el público local”.
Y allí comienza su desgarrador relato sobre esos minutos que fueron un infierno: “Ese sábado a la mañana él estaba durmiendo, cuando empezó el bombardeo, y en ese entonces nos llama. El teléfono nos despierta, estábamos mi mujer y yo, y empezamos en vivo a ver exactamente cómo se desarrollaba todo, minuto a minuto. Nos empezó a decir, como se ve en el video, que había muchas explosiones. Él pensaba que eran bombardeos, como siempre, pero era mucho más fuerte esta vez, hasta que empezó a darse cuenta que hay gente que está dentro de la base, y hay tiros, y empezó a escuchar también gritos, órdenes en árabe. Entonces en ese momento le dice a mi esposa: ‘mamá, acá hay del Hamás, están adentro de la base, no puedo hablar más, te llamo en un segundito. Entonces empezó a mandarme un whatsapp, y ahí está todo escrito… es impresionante. Después en los últimos momentos nos dice ‘están al lado de la puerta. Es el final. Terminé. Es mi fin, los quiero mucho’, y eso es todo”, relata Alex con el desgarro a flor de piel.
Y sigue: “Después de unas horas, recibimos por familiares este video que muestra paso a paso todo lo que hacen los terroristas desde el momento que bajan del coche, ocupan la base, matan a los otros soldados, desconectan todo lo que sea de la electrónica que estaba ahí, y después muestran a mi hijo… De repente lo veo a él, y a otros dos muchachos. A mi hijo se lo ve pálido como nunca lo vi, se ve terror en la cara; yo sé lo que él estaba sintiendo en esos momentos. Lo maltratan un poco, lo empujan y se lo llevan, pero por lo menos, sé que estaba vivo en ese momento”. Y ese dato es el que lo ilusiona a Alex: “Esa es una información para mí con un valor increíble; yo le dije a mi mujer que por esa información hubiese vendido a mi casa, que me den esa información solamente de que está vivo. De ese momento hasta hoy día, hasta este momento, nadie sabe lo que pasa con él”.
El hecho de que Ron sea un soldado conscripto que estaba haciendo el Servicio Militar Obligatorio también despierta alguna esperanza adicional a Alex: “Mi lógica es que si se llevan vivo a un soldado israelí -mi hijo también tiene ciudadanía argentina pero nadie lo sabe-, por algo es… si no lo mataron en el momento porque no estaba armado, seguro que por algo es”. Por su parte, el cantante León Gieco, tío de Ron, grabó un video haciendo un llamamiento a la paz y pidiendo clemencia por los secuestrados. “Pido por el regreso de todos los rehenes a sus lugares, y en mi caso particular, pido por la vuelta de mi sobrino Ron Sherman, por el amor que nos une como familia y por el amor universal que no debe morir jamás”, antes de cantar una estrofa de su himno “Sólo le pido a Dios”.
CIUDADES FANTASMAS
La embestida de Hamás también se dio en rutas y calles donde emboscaron y asesinaron a quienes circulaban por allí. En ciudades como Sderot, a apenas un kilómetro de Gaza, más de 350 milicianos fusilaron a todos los que se les cruzaban y hasta tomaron una comisaría que terminó hechas escombros cuando el ejército logró recuperarla más de 10 horas después. Esta ciudad de 30 mil habitantes, hoy es fantasmagórica ya que no hay casi nadie más que los militares, policías y paramédicos. La cercanía con la Franja de Gaza la convirtió en uno de los focos, de los objetivos más directos, atacados ese sábado por los terroristas. ¿Cómo llegaron? Con camionetas, ametralladoras, disparando a todos los que se les cruzaban, pero tenían un objetivo: el edificio de tres pisos donde funcionaba la Central de Policía y que ahora no existe más. ¿Por qué? Porque ahí estaba el posible foco resistencia que los milicianos de Hamás podrían encontrar esa mañana y porque allí había un botín muy preciado: más armas. En ese ataque los terroristas mataron a todos los policías del lugar, tomaron el edificio, se atrincheraron y estuvieron por lo menos entre 6 y 8 horas disparando mientras el ejército intentaba recuperar el edificio. Como la resistencia era tan grande, terminaron tirándole con cohetes desde un helicóptero y con topadoras derribaron el edificio con los terroristas adentro.
En ese escenario encontramos a un paramédico argentino, Jonatan Jolodenco, que vive en Sderot y que en esa jornada terrible debió recorrer la ciudad recogiendo heridos y muertos en una ambulancia blindada que, encima, no dejaba de recibir disparos, algunos de ellos que lograron atravesar la carrocería.
- ¿Cómo fue la tarea de ustedes ese día?
- Ese día lo que pasó es que empezamos a recibir los llamados de gente herida. Cada empleado de la estación que pudo llegar agarró una ambulancia y todo lo que hace falta para tratar a la gente y empezamos a salir o a recibir personas adentro de la estación, civiles, soldados, de todo.
- ¿Cuánta gente atendieron ustedes?
- Civiles atendimos más o menos a 15 o 20 personas y después había también otros 20 que fallecieron. Yo desde el sábado 7 de octubre no veo ningún tipo de medio de comunicación y a todo lo que fui viendo, no le presté mucha atención porque mentalmente no puedo. O sea, si yo empiezo a pensar en todo lo que vi o en mis amigos y familiares, no voy a poder trabajar. Después, cuando termine la guerra, ahí voy a empezar a ordenar mi mente.
IDENTIFICAR EL HORROR
Aquellas horas del 7 de octubre fueron una verdadera pesadilla que terminó con casi 1.400 muertos. Muchos de ellos quedaron irreconocibles, por lo que las tareas de los forenses fueron particularmente difíciles. Los cuerpos de los asesinados fueron conducidos a la base militar de Shura, donde aún permanecen los cadáveres sin reconocer en decenas de containers que constituyen otra de las postales más terribles de aquel horror.
En ese lugar, en el que presenciamos uno de los momentos más terribles de nuestra cobertura cuando abrieron esas numerosas cajas metálicas refrigeradas repletas de cuerpos y el olor nauseabundo de la muerte se hizo sentir al instante. Allí entrevistamos al coronel Chaim Weissberg, Jefe de Investigaciones de la FDI.
- ¿Cuál es el trabajo que están haciendo aquí?
- Acá reconocemos todos los cuerpos de las personas que fueron asesinadas en su casas, en los caminos, en todas partes en el sur del país. De hecho, acá se los identifica y se los manda al entierro. Hasta ahora reconocimos mil cuerpos. No solo acá, sino en varios lugares. Lo que pasa es que hay personas que cuesta reconocerlas y tenemos que estar 100% seguros.
- ¿Con qué cuadros se encontraron y cuán difícil fue la tarea para ellos?
- El ejército de Israel se prepara para que haya caídos en una guerra, pero nadie se prepara para una masacre de este tipo. El número de muertos es lo que se recibe en semanas y semanas de guerra.
En el mismo sentido se expresó el médico argentino Ricardo Nachman, director del prestigioso Instituto Forense de Israel: “En un principio no sabíamos cuál era la magnitud de todo esto. Con el tiempo empezamos a entender lo que estaba pasando y nos shockeó. Quedamos totalmente shockeados. Les puedo asegurar que en los 28 años que trabajo en el Instituto, es la primera vez que me enfrento a algo tan tétrico. Tétrico en todo el orden de la palabra. Tremendo, en cuanto a la cantidad de víctimas, en cuanto al terrible nivel de odio que fue traducido en los daños corporales. De parte un grupo de, yo no sé si llamarlo gente, personas, porque no se merecen este término".
- ¿Teniendo toda esa experiencia fue un shock ver esas escenas?
- Detrás de cada cuerpo hay una historia, una historia personal que lamentablemente, por un lado o por otro, te llega. Es tu gente, son tus amigos, tu familia a lo mejor. Vos no sabés si te vas a encontrar con alguien conocido y te quiebra. Totalmente, te quiebra totalmente. Me encuentro día a día, hasta hoy, que me quiebro en algún momento y tengo que llorar porque no me queda otra. Empezás a pensar en tus hijos, que vos tenés a tu hijo, que lo podés acariciar. Y hay padres que no.
EL DOLOR DE LOS INOCENTES
El ataque de Hamás de aquel 7 de octubre fue un nuevo capítulo de una guerra sin final que comenzó hace años y que tiene muchas aristas. En el conflicto se combinan cuestiones geopolíticas, sociales y hasta religiosas que complican cualquier acuerdo de paz. Encima, las radicalizaciones de las posiciones de un lado y otro de la frontera conducen a un camino sin salida. Tal como lo explica el prestigioso académico árabe Mohamad Daraushe, que dirige una ONG -Instituto Guivat Javiva por la Paz y la Convivencia- que busca el diálogo entre israelíes y palestinos y que fue una de las personas que asesoró a Joe Biden en su visita a Israel. “Lo que está pasando es malo para todos. Estamos viviendo una situación muy difícil que nos obliga a revisar cómo seguir después de la guerra. Estamos en manos de fuerzas políticas que no queríamos que sean las que nos gobiernen. Lo que es más duro es el precio que está pagandp tanta gente de las dos partes. Gente que no quiere ir a una guerra, ni del lado israelí ni del lado palestino, y que están pagando el precio”, cuenta el especialista. Y agrega: “En lo personal yo mismo pagué el precio porque mi sobrino, que era paramédico, fue a atender en la fiesta electrónica a lo sumo a alguien que estuviera alcoholizado o lastimado y ponerle una venda. Finalmente cuando llegó Hamás fue asesinado”.
Daraushe concluye: “Es como si fuese un juego en el que siempre volvemos a empezar. ¿Y cuál es el primer paso? Que no hay una solución militar. La única solución es política”. Y allí apuntala la idea de los dos Estados.
Mientras, el dolor y el sufrimiento se viven a ambos lados de la frontera. Así lo cuenta -en Jerusalén, aunque vive en Belén- el sacerdote de Argentina, Marcelo Gallardo, cuya congregación –"Verbo Encarnado"- tiene la única iglesia católica en la Franja de Gaza y que da refugio a cientos de personas. “En este momento hay 500 personas refugiadas, con escaso material para alimentarse, agua... La parroquia es chica, ya no hay lugar, pero están todos bien en este momento. Gracias a Dios, con muy buen espíritu, rezando mucho. Ellos dicen que como están en la casa de Jesús, se sienten seguros".
Sobre la exigencia de Israel para que los civiles abandonen el norte de la Franja de Gaza porque por allí empezaría el ataque terrestre, el sacerdote Gallardo explica: "a pesar de que han recibido órdenes de salida, no se sienten seguros porque es muy peligroso salir a cualquier lado en este momento. Y aparte es imposible materialmente porque tenemos chicos discapacitados, hay mujeres, hay ancianos, hay niños... Y al menos juntos se sienten protegidos. Además, el Papa ha estado muy cerca. El Santo Padre lo ha llamado varias veces al párroco Gabriel (Romanelli) en estos días”.
En ese sentido, el Papa Francisco se ha expresado en más de una oportunidad pidiendo por la paz: “Pido que los rehenes sean inmediatamente liberados. Es derecho de quienes son atacados a defenderse. Pero estoy muy preocupado por el asedio total en que hoy viven los palestinos en Gaza. Donde también ha habido muchas víctimas inocentes”.
Mientras tanto, el reclamo por los secuestrados sigue presente, tanto por los 21 argentinos, como por el resto de los 240 rehenes que aún están en manos de Hamás. Los secuestrados son una de las caras más dramáticas de esta guerra, como también la de los 1.400 muertos que dejó esa jornada violenta, protagonizada por esos terroristas. Y las más de 10.000 personas que fueron asesinadas por los ataques israelíes sobre la Franja de Gaza, entre los que figuran miles de niños y mujeres inocentes.
Aquel 7 de octubre en que la historia cambió, se abrió una Caja de Pandora de violencia y dolor en la guerra entre Israel y Hamás. Una guerra que sigue y que nadie imagina cómo terminará. La incertidumbre es enorme. Y la única certeza es la falta de certeza. Y el sufrimiento de dos pueblos, en una guerra sin final.
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