A 26 años del crimen del fotógrafo de la revista Noticias, su compañero, amigo y coequiper lo recuerda en una nota donde dimensiona lo que ocurrió en el peor crimen contra el periodismo y contra la Libertad de Expresión desde el retorno de la democracia en Argentina.
Por Gabriel Michi (*)
José Luis Cabezas nunca quiso ser un símbolo. Ni lo imaginó. Quiso ser lo que fue: un gran fotógrafo y un padre, esposo, hijo, hermano y amigo siempre presente. Paradójicamente sus asesinos hicieron que se convierta en un símbolo. Y le quitaron la posibilidad de seguir siendo lo que fue: un hombre de bien, presente físicamente entre sus seres queridos. Sin embargo, está presente. Más presente de lo que nadie podía imaginar. No sólo entre los suyos sino en el recuerdo de miles, millones, que jamás lo conocieron. Otro fracaso de sus ejecutores. Y de la mente mafiosa y criminal que pensó que quitando del medio al fotógrafo que lo sacó de las sombras y le puso rostro, se acabarían sus problemas. El mismo que creía que tener poder era sinónimo de tener impunidad. Una impunidad que lo emborrachó y cegó y le impidió ver que los ojos de José Luis lo seguirían mirando hasta el final y que su cámara se reproduciría en miles de otras de sus colegas. El mismo que pensó que el mensaje mafioso nos llevaría al silencio pero logró que gritáramos mucho más fuerte. Y que huyó como un cobarde –él que había impuesto el miedo como doctrina- cuando la Justicia pidió su captura.
José Luis ya no fue uno. Fue miles. Fue millones. Se transformó en un símbolo sin quererlo, sin imaginarlo. Y su ausencia lo hizo estar más presente ya no sólo en su familia, sino entre multitudes que ni siquiera lo habían conocido. Gente de bien que reclamó por su memoria. Que reclamó justicia. Y también se hizo presente en sus asesinos, los mismos que pretendieron ausentarlo.
A 26 años del crimen más atroz contra el periodismo y del ataque más terrible a la Libertad de Expresión desde el retorno de la democracia en Argentina, José Luis Cabezas sigue presente. Pese a la injusticia de la libertad de sus asesinos. Sus fotos nos iluminan. Sus ojos nos interpelan. Su ausencia física nos duele. Pero su presencia permanente nos guía. Como un faro. Un hombre que nunca quiso ni imaginó ser un símbolo, pero que en eso lo transformaron. Un hombre que sólo quiso conquistar imágenes. Y lo convirtieron en una contundente. La de la búsqueda de la verdad. De justicia. De libertad. José Luis estará siempre presente. Nunca te vamos a olvidar.
Te extraño, amigo.
(*) Periodista y compañero de José Luis Cabezas
Comments