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La despiadada guerra por las vacunas

La falta de dosis está llevando a los países a tomar medidas extremas y presionar a los fabricantes para garantizarse su provisión. La desigualdad mundial se expresa de la peor manera, marginando a las naciones más pobres de la medicina contra el COVID 19.


Por Gabriel Michi



Es un juego de suma cero. Que demuestra que mucho de lo escrito en materia de solidaridad internacional frente a una Pandemia que arrasó a todos termina siendo papel pintado. Palabras que se lleva el viento. O que, mejor dicho, se las lleva el Coronavirus. La desesperación y ansiedad por la escasez de vacunas está llevando a países o bloques de países a tomar decisiones extremas, incluso que contradicen su propia historia y los posicionamientos internacionales en la lucha colectiva contra el COVID 19.


Mientras en el Foro de Davos (realizado este año de manera virtual) los principales referentes del Planeta hablan de la "multilateralidad" y la necesidad de afrontar la Pandemia de manera conjunta, las grandes potencias mundiales se garantizaron una cantidad de vacunas que excede con creces a sus poblaciones y dejaron a la cola de espera a aquellos países más pobres, sin posibilidades económicas ni de lobby, para poder acceder a las dosis que tanto necesitan sus ya castigados ciudadanos.


En un estudio presentado por la web Ourworldindata señala que hay por lo menos 140 países (de aproximadamente 200 que existen en el Mundo) que no han podido aplicar ni una sola dosis de vacunas hasta el momento y que esa desigualdad frente al puñado de naciones privilegiadas que hoy ya han empezado a inocular se va a incrementar a medida que avance el tiempo. Lo que es aún más paradójico es que en muchos de esos países donde las vacunas aún no han llegado se practicaron las pruebas durante la exploración clínica de las mismas.


Hasta fin de enero de 2021, apenas 63 países habían comenzado a vacunar. A casi dos meses de la aplicación de las primeras dosis (el 5 de diciembre en Rusia y el 8 de diciembre en el Reino Unido), se inoculó a 90 millones de personas en el Mundo. Por ahora es un número menor a la cantidad de contagios desde el inicio de la Pandemia y representa al 1,2% de la población del Planeta.



Y, en el medio, la guerra


Además del faltante de las vacunas que ya empezaron a circular, con una provisión mucho menor de lo esperado y pactado, surgió una guerra por las dosis que están por venir. La fabricada por las empresas Pfizer-BioNtech no está llegando en la cantidad acordada a las naciones que comenzaron con su primera inoculación y ven en peligro la segunda dosis; por lo tanto la pérdida de efecto de la original si no se da ese refuerzo. Por ello en regiones y ciudades como Madrid, Cataluña y París decidieron suspender la vacunación con la primera y priorizar completar con la segunda (dado que ambas son iguales), a diferencia con lo determinado por el gobierno británico de Boris Johnson que prefirió dar a más personas las dosis originales, sin saber cuándo va a poder concluir el proceso. Italia fue un poco más allá: le inició juicio a la empresa por no haber entregado lo comprometido en tiempo y forma.


El premier británico Boris Johnson chocó de frente con Ursula Von Der Leyen, de la UE, por las vacunas.


Pero el dato más elocuente fue lo ocurrido con el desarrollo de AstraZeneca junto a la Universidad de Oxford: en los últimos días de enero desde la Unión Europea pusieron el grito en el cielo por la aparente decisión de esta compañía, que tiene dos plantas de el Reino Unido, una en Bélgica y otra en Alemania, de priorizar a Gran Bretaña en el reparto de vacunas. Desde la UE dijeron que eso violaría el contrato (exigiéndole que lo haga público) y que ellos enviaron muchos millones de euros como mecanismo de pre-compra que sirvieron para poder llevar adelante esa investigación. Y amenazaron con impedir que las dosis que se fabriquen dentro del territorio de la Unión Europea salgan del mismo y sean exportados a otros países.


Desde el Reino Unido no se quedaron atrás y sostuvieron que las primeras 100 millones de dosis de vacunas de AstraZeneca se quedarían en su territorio para garantizar la inoculación de sus 67 millones de habitantes. Y, desde los medios más sensacionalistas de ese país hasta acusaron a la UE de quererles arrebatar lo que les corresponde. Algo que agregó más tensión y alimentó la indignación de la Unión Europea que mostró que en el contrato con la firma, sellado el 27 de agosto de 2020, se habían reservados 400 millones de dosis de la vacuna de Oxford para sus 450 millones de habitantes. Este fue quizás el hecho más evidente hasta el momento de las consecuencias del tan accidentado Brexit, la separación del Reino Unido de la UE.


En tanto, la producción de la vacuna de la norteamericana Moderna, de mucho menor escala, está priorizando el mercado estadounidense tras un decreto aún vigente de la Administración Trump, que establecía que la prioridad absoluta eran las ciudadanos de ese país. Eso pese a que ese desarrollo ya fue aprobado en el Reino Unido y la Unión Europea.



Desigualdad insana


Casi el 75% de los países del Mundo no han podido empezar a vacunar por falta de acceso a las dosis. Y eso mucho tiene que ver con una cuestión económica. De hecho África, el continente con más países (son 54 naciones que contienen a más de 1.300 millones de habitantes), no ha logrado recibir ni una sola vacuna. A diferencia de Asia (con China a la cabeza, con 22 millones de dosis aplicadas) que ya vacunó a casi 35 millones, América del Norte con 28 millones (con un EE.UU. llevándose casi el 100%), Europa con 21 millones (donde el Reino Unido acaparó 8,5 millones) y América del Sur con menos de 2 millones de vacunados hasta el momento.


Distintas organizaciones internacionales venían alertando desde hace tiempo sobre el riesgo de esta distribución inequitativa de las vacunas a nivel mundial. Amnistía Internacional, Oxfam, Frontline AIDS, entre otras, denunciaron que los países más ricos del Mundo hicieron reservas de vacunas que multiplicaban por tres a su población. Mientras que más de 70 países, los más pobres, quizás iban a poder inocular apenas al 10% de la población recién para fines de 2021. Pero hay cálculos más pesimistas que señalan que quizás esas vacunas no lleguen hasta el 2023.



Es más, para graficarlo en forma explícita alcanza con leer el trabajo realizado por la Universidad de Duke (que fuera publicado a comienzos de año por la revista científica Nature) en el que se mostró que de el 54% de las dosis pre-compradas a nivel mundial fueron adquiridas por el puñado de países ricos: de 6.800 millones de vacunas, los ricos reservaron 3.700 millones.


Entre los países que más dosis se aseguraron en proporción de su población se encuentran Canadá y el Reino Unido (más de cinco veces de lo que necesitan) y los Estados Unidos (tres veces). Y, en América Latina figura Chile, que pre-adquirió el equivalente a 4,6 dosis por habitante (vale decir 2,3 veces ya que cada vacuna necesita dos aplicaciones) y que en la última semana de enero recibió 4 millones de las vacunas chinas de Sinovac, que se suman a las 150.000 que aplicó de la de Pfizer, colocándolo a la vanguardia de la región.


Llama la atención lo ocurrido con la vacuna AstraZeneca/Oxford cuyas autoridades se habían comprometido en un principio a que el 65% de sus dosis irían a países en vías de desarrollo y que, por ese fin humanitario, no iban a sacar ningún rédito económico, poniendo un precio de entre 3 y 4 dólares a cada aplicación, para garantizar su accesibilidad. Pero ahora la guerra desatada entre la Unión Europea y el Reino Unido parece poner en jaque esas "buenas intenciones".


Frente a esta caótica y desigual situación, una serie de organizaciones y países vienen impulsando el tema de que no haya exclusividad en las patentes en el desarrollo de las vacunas, por lo menos mientras dure la Pandemia, dado las necesidades y urgencias por la diseminación mundial del COVID 19. La directora para América del Sur de Médicos Sin Fronteras, Josefina Martorell, señaló a C5N: "inciamos una campaña de firmas para que se eximan las patentes en los tratamientos y diagnósticos del COVID 19". Esa propuesta será llevada a la próxima reunión de la Organización Mundial de Comercio. En este escenario, Martorell agregó otro dato preocupante: "las farmacéuticas están maximizando sus ganancias en esta Pandemia y son los Estados los que tienen que impedir que eso pase. Siempre debe primar la salud pública pero en este caso mucho más, porque si la Pandemia no para en todo el Mundo, no va a acabar para nadie. Por otro lado, la mayoría de la inversión para el desarrollo de las vacunas contra el COVID 19 por parte de las farmacéuticas la hicieron los Estados, es decir, los propios contribuyentes".






Además, Martorell explicó: "Más allá de que algunos países se pronunciaron sobre que las vacunas tienen que ser accesibles para todo el Mundo, en la práctica no se están tomando esas medidas. Los países con mayores ingresos están haciendo acuerdos bilaterales poco transparentes con la industria farmacéuticas y en muchos casos hasta han cerrado las fronteras para que esas vacunas sólo estén disponibles para sus residentes y a veces ni siquiera para los que son migrantes y refugiados que están en esos países. Desde Médicos Sin Fronteras estamos exigiendo transparencia, que el acceso sea equitativo y que prime la salud publica. Y que los países más ricos no puedan manejar todo a su gusto y piacere".



En pocas ocasiones en la Historia de la Humanidad quedaron tan al desnudo las miserias y desigualdades que atraviesan al Mundo. Y encima en este caso lo hacen en medio de una Pandemia que jaquea a todo el Planeta. Pocas veces las guerras económicas y geopolíticas se expusieron de manera tan explícita y en tan poco tiempo. Y quedo en claro que el COVID 19 no es el único virus asesino que amenazada al ser humano. Que mucho más destructivo es el virus de la inequidad. Y contra ese no parece haber vacuna.






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