Los ancianos han sido las principales víctimas de ese enemigo invisible llamado COVID 19. En algunos países los geriátricos fueron trampas letales para los adultos mayores. Los casos de Italia y España aparecen como los más dramáticos. En Madrid fallecieron 2 de cada 10 de los internados en residencias. Y casi el 70% de los muertos en ese país vivían en esos hogares.
Por Gabriel Michi
Parece una nueva "Guerra del Cerdo". Como la que describió Adolfo Bioy Casares en su novela de 1959. La de aquella disputa entre ancianos y jóvenes en los que éstos últimos lanzaban una feroz cacería contra los adultos mayores. Sin embargo, en este caso los enemigos de quienes transitan la tercera edad no son las nuevas generaciones. Sino un virus que los tiene como sus principales víctimas fatales. Y con un foco especial que sí puede tener que ver con ese olvido (cuando no, abandono) que muchas veces ejerce la sociedad sobre ellos. La fragilidad de los geriátricos.
En España, más del 70% de lo 28.000 fallecidos que se cobró el COVID 19 hasta el momento eran personas que habitaban las residencias de ancianos. Fueron casi 20.000. Y sitúa al país ibérico encabezando por amplia diferencia esa realidad en Europa. Su caso es sólo comparable con Italia, donde también hubo una fuerte focalización del Coronavirus en los geriátricos. Pero las estadísticas italianas no son del todo completas.
Si se lo compara con otros casos del Viejo Continente, España es quien peor ha hecho los deberes a la hora de cuidar los adultos mayores que viven en dichos hogares. Por ejemplo, del total de fallecidos en Alemania, son el 35% ; en Francia, el 50% (aunque hay dudas si es así); en Bélgica, el 55%; en Portugal, el 40%. Y en el caso del Reino Unido, hay situaciones disímiles: mientras que en Inglaterra y Gales, los fallecidos que residían en encontraron ese trágico final representan al 16% del total de los fallecidos, en Escocia, fueron el 46,5% del conjunto de muertos.
Dentro de España, la peor situación fue, por lejos, la de Madrid. Y el número deja estupefacto a cualquiera: el 18% de todos los internados en los hogares de ancianos de la capital española murió a raíz del Coronavirus. En Cataluña esa cifra equivalió al 9%.
Según un informe de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica de finales de mayo, citado por el diario "La Vanguardia", señala que el "segmento de mayores de 80 como el que ofrecía más casos declarados y el mayor número de decesos, el 21%".
Sin la debida atención
Ahora, un dato que alarma es que de ese total de enfermos que hubo en los geriátricos, sólo el 44% llegó a un hospital. Muchos transitaron la enfermedad dentro de esos asilos. Y muchos otros murieron entre esas paredes sin haber sido trasladados. Esto está generando mucha polémica en España ya que cada vez aparecen más denuncias de sus familiares en cuanto a que estos pacientes hubiesen corrido otra suerte si no se les denegaba el ingreso a los hospitales. Y, las últimas revelaciones de un video de un jefe médico de Madrid en la que cuentan cuál es la directiva emanada por las autoridades locales sobre cómo elegir a qué paciente hacer lugar y a cual rechazar, y dónde queda en claro que ya no estaban recibiendo personas de los geriátricos allá por fines de marzo, ratifican esas sospechas. El "dilema de la última cama" (tal como se contó en una nota de MundoNews) parece haber excluído a los adultos mayores de estas residencias de poder tener una chance adicional en las Unidades de Cuidados Intensivos.
Esta situación generó una ola de demandas (ya suman 224) en especial, contra la Comunidad de Madrid, seguida por Cataluña. Y pareciera que la dirigencia política de Madrid pretende que toda la responsabilidad, de última, recaiga en los médicos. De hecho, Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, afirmó que “un político no le puede decir a un médico qué paciente ingresa o cuál no”. Pese a que hay documentación que comprometería a la administración madrileña. El tema es que los hogares de ancianos no quieren entrar en conflicto con la dirigencia política ya que su actividad depende mucho de la articulación con los Estados.
Un cuadro dramático
La situación en estos hogares para personas mayores había despertado las luces de alerta hace tiempo en España. De hecho, en marzo, la ministra de Defensa, Margarita Robles, había anunciado que miembros de las Fuerzas Armadas encontraron ancianos fallecidos desde hacía días en sus camas de los geriátricos. Lo dijo así: "El Ejército ha podido ver ancianos, mayores, absolutamente abandonados cuando no muertos en sus camas", algo que luego fue puesto en duda.
Sin embargo, no pareció el único escándalo que rodeo a estos hogares. De hecho, el personal de esos lugares denunció una y otra vez que no contaban con los elementos básicos de protección para poder atender a las personas mayores.
Y, durante la lógica prohibición de visitar a los ancianos internados -que permaneció con dureza hasta el 1 de junio en casi todo el país y hasta una semana después en la capital-, los familiares denunciaron que en esas residencia no les suministraban la suficiente información. Algunos de ellos, incluso, no pudieron ir a despedirlos cuando fallecieron, ni antes del fatal desenlace. Y también señalan que a la enorme mayoría de sus abuelos residentes de los geriátricos madrileños no se les realizó las pruebas para confirmar si tenían COVID 19.
Esta situación fue particularmente grave en Madrid donde, en definitiva, fallecieron dos de cada 10 ancianos de todos los que estaban en hogares. Como se mencionó, en Cataluña fue el 9,6 % de estos residentes, en Navarra el 8,7 % y en Asturias, tres veces menos que en Madrid, el 6,3 %. En el resto de las regiones españolas presentan estadísticas, aún más bajas.
Encima de todo, tampoco aparece la intención de intentar averiguar qué pasó en la capital madrileña para que sus geriátricos se conviertan en semejante trampa mortal para los ancianos: Según cuenta "La Vanguardia": "La Comunidad de Madrid abrió expedientes a 14 de sus más de 700 centros, mientras que Cataluña lo hizo en 209 y Asturias (con una población seis veces menor) en 112".
Y el esquema que planteó la Comunidad de Madrid y que han dado en llamar el "Operación Bicho" -con una trama de tráfico de influencias y desidias que fue denunciada por el diario "El País"- no hizo más que agravar el cuadro. Se trataba de "medicalizar" las residencias de ancianos para evitar que sean trasladados a hospitales y reservar esas camas para pacientes más jóvenes y con una expectativa de sobrevida mayor. Así de cruel.
Hoy, cuando la curva de contagios disminuyó en Europa, donde se pretende estrenar la "nueva normalidad", afloran estos datos que muestran a sociedades que han dejado a la buena de Dios a sus mayores. Que han abandonado el acompañamiento que necesitan los que peinan canas. Que colocó a sus abuelos, con su sabiduría y sus historias por contar, en esos geriátricos que resultaron una trampa mortal. Lugares que los condenaron a muerte. Y que hoy aparecen en el foco de la tormenta. En un nuevo capítulo de esta triste novela. En esta nueva "Guerra del cerdo".
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