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La robotización de la muerte

Actualizado: 21 oct 2022

Rusia y Ucrania apelan a la utilización de drones "suicidas" en su guerra. Así logran más precisión en sus ataques, además de evitar bajas en sus tropas. Pero esto no es algo nuevo: EE.UU. usa los vehículos no tripulados desde hace años, por ejemplo, bombardeando Afganistán desde su propio territorio. Además, ya hay otras de estas aeronaves que no necesitan del manejo de personas y son autónomas al momento de impactar al enemigo.


Por Gabriel Michi


Lejos, muy lejos. Sin asumir mayores riesgos. Al menos para sus combatientes. Y, en todo caso, dejándole ese costo al enemigo. Así parece haber virado la guerra entre Rusia y Ucrania en las últimas horas. La utilización de drones "suicidas" se volvió una táctica recurrente en el frente de batalla. Desde una distancia considerable y controlando la acción de estos artefactos no tripulados desde sus propias trincheras, lejos de cualquier riesgo que le pudiera representarle el ejército adversario. Rusia lanzó una andanada de ataques de estos "drones suicidas" que se precipitan cargados de explosivos sobre sus objetivos. Y lo hizo sobre lugares estratégicos de Kiev. El zumbido y las detonaciones hicieron que las personas deban correr a los refugios, como no lo habían tenido que hacer desde hace unos meses. Y, en el medio, hubo al menos 4 víctimas fatales causadas por la autoinmolación de esos aparatos. La robotización de la muerte había llegado a la capital ucraniana.


Según el gobierno de Volodymyr Zelensky, los artefactos voladores serían del tipo Shahed de fabricación iraní. Desde Teherán se desvincularon de eso, negando haber vendido ese tipo de drones a Rusia. Fueron 28 las rondas sucesivas de drones que golpearon a Kiev: cinco se estrellaron contra la propia ciudad y el resto de las aeronaves fueron derribadas por las fuerzas de defensa.


Rusia rebautizó a los Shahed iraníes como Geran-2. Estos aparatos trasportan una carga explosiva y tienen la cualidad de poder quedarse suspendidos en el aire sobre sus objetivos antes de precipitarse contra ellos. Desde el lugar de lanzamiento, pueden desplegarse una rápida sucesión de ellos, provocando que las defensas del enemigo no puedan derribarlos al menos a todos. Cada uno de ellos cuesta alrededor de 20 mil dólares, lo que los hace un armamento barato frente a otros y con una gran efectividad en sus misiones. Frente a esta embestida de Rusia con los drones suicidas, los países de Occidente -aliados de Ucrania- se comprometieron con Zelensky para hacer llegar mecanismos avanzados de defensa frente a esta novedad bélica.


Sin embrago, no sólo Rusia está utilizando drones en esta guerra. Ucrania hace tiempo que lo viene haciendo. El principal dron militar que utiliza es el Bayraktar TB2, de fabricación turca. Es aproximadamente del tamaño de un avión pequeño, tiene cámaras a bordo y puede armarse con bombas guiadas por láser. Ucrania comenzó la guerra con una flota de "menos de 50" de estos, dice Jack Watling del grupo de expertos Royal United Services Institute (Rusi). En general, Ucrania no utiliza drones que se inmolan, sino que son de reconocimiento y espionaje, además de transporte de bombas que lanza sobre el enemigo pero sin estrellarse.


Según Martina Miron, investigadora de estudios de defensa en el King's College de Londres, los drones fueron claves para que Ucrania pueda maximizar sus limitadas fuerzas frente a Rusia. "En el pasado, si querías buscar posiciones enemigas tenías que enviar unidades de fuerzas especiales a hacerlo y podías perder algunos soldados", señala. "Ahora, todo lo que estás arriesgando es un dron".


Hay distintos modelos de drones "suicidas" o "kamikazes". Y hoy los están utilizando tanto Rusia como Ucrania.

El problema con los drones que utiliza Ucrania es que son grandes, lentos y costosos. Un solo Bayraktar TB2 vale alrededor de 2 millones de dólares. Por eso se está recurriendo a modelos más baratos, como por ejemplo drones comerciales pequeños como el DJI Mavic 3, que cuesta alrededor de 2.000 dólares y que permite tareas exploratorias y de espionaje sin ser detectado por su pequeño tamaño y mayor velocidad de traslado. También pueden equiparse con bombas chicas. El problema es la baja autonomía: sólo puede viajar 30 kilómetros y volar no más de 45 minutos.


Además de los drones suicidas iraníes, Rusia utiliza el Orlan-10 que es "más pequeño y básico", que el usado por Ucrania. "Las fuerzas rusas pueden apuntar con sus armas al enemigo en solo tres a cinco minutos después de que un dron Orlan-10 detecta un objetivo", indica el especialista Watling.


Así como Rusia compra drones suicidas a Irán, Estados Unidos está suministrando a Ucrania unos 700 drones militares "kamikaze" Switchblade, que cargan explosivos y también se pueden mantener suspendidos en el aire sobre sus objetivos.


Los drones "suicidas" o "kamikazes" son también llamados municiones o bombas merodeadoras (del inglés "loitering munitions") tienen ventajas no sólo en cuanto a costos. Al ser pequeños y poder sobrevolar a baja altura, son difíciles de detectar y derribar aún con las avanzadas armas antiaéreas destinadas a contrarrestar misiles y aviones. Y, obviamente, tienen la desventaja de poder llevar pocos explosivos y que sólo pueden ser utilizados una única vez.


Además de Irán y Estados Unidos, hay otros países que los fabrican: China, Israel, Rusia, Taiwán y Turquía. Y las naciones que lo han utilizado (más allá de Rusia y Ucrania en el actual contexto bélico) son Azerbaiyán, Armenia, Alemania, India y Corea del Sur. También los rebeldes hutíes de Yemén usan drones "kamikazes" iraníes en sus ataques contra Arabia Saudí.


Estados Unidos, China, Irán, Israel, Rusia, Taiwán y Turquía son los países que fabrican drones "kamikazes".


A miles de kilómetros de distancia



Si bien Rusia y Ucrania están operando en el territorio en disputa los drones que utilizan en el conflicto, desde hace años Estados Unidos y sus aliados de la OTAN manejan estos aviones no tripulados desde miles de kilómetros de distancia. En el caso de la principal potencia del Mundo, desde hace más de 15 años decidió conducir algunos de sus ataques con drones manejados con joysticks (como si fueran videojuegos) desde containers en medio del desierto en Texas o Nevada. El nivel de precisión a la hora de los bombardeos debería ser quirúrgico pero el no tener presencia en el terreno -algo que beneficia al atacante porque no pone en riesgo a tropas propias- generó muchas bajas civiles inocentes, incluyendo niños. Así ocurrió en más de una oportunidad en Afganistán o Irak. Y, con el agravante para la psiquis de los pilotos de que el nivel de definición en las cámaras al momento del bombardeo es tal que llegan a ver hasta el rostro de niños que terminan siendo víctimas de esas bombas o disparos. A más de 10.000 kilómetros de distancia.


Hoy hay bases operativas de drones en distintos puntos de EE.UU. Más allá de las ubicadas en las sedes desérticas de Nevada o Texas, también existen en Langley, cerca de Washington DC, y en Siracusa, en el Estado de Nueva York. Pero existen más en otros países de la OTAN. El más importante está en Alemania (a 140 kilómetros de Frankfurt, cerca de la frontera con Francia). Hay al menos 60 lugares en todo el mundo con este tipo de bases operativas: en el desierto de Djibuti; en el aeropuerto comercial de las Seychelles, en la isla de Guam, y muchos más. Desde allí han atacado a grupos calificados como terroristas (Al Qaeda, ISIS, entre otros) en Afganistán, Pakistán, Siria o Yemén. El último embate ampliamente conocido fue el asesinato con un dron estadounidense en Kabul (Afganistán) de Ayman al Zawahiri, quien fuera el número 2 Osama Bin Laden, a fines de julio de 2022.


La multiplicación en el uso de este recurso es tal que hoy se forman más pilotos en el manejo a distancia de drones que en las aeronaves tripuladas. En general los ataques son precedidos por tareas de espionaje también con drones que siguen al detalle la vida y los movimientos de los supuestos terroristas. Así ocurrió con el propio Bin Laden, quien luego de permanecer fugado por una década, las tareas de vigilancias sobre la residencia donde se escondía en Abbotabad (Pakistán) con el uso de estos aviones no tripulados manejados desde EE.UU. le brindaron a los estadounidenses la información precisa y las imágenes que permitieron el desembarco de un grupo comando de SEALs que terminó con su vida el 2 de mayo de 2011, casi 10 días años después de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Antes de eso, en 2009, el líder de Al Qaeda había padecido la muerte por un dron de uno de sus hijos, Sa'ad Bin Laden.



Los drones de vigilancia le dieron a EE.UU. imágenes precisas del escondite de Bin Laden en Pakistán.



EE.UU. tiene aviones no tripulados del tamaño de insectos capaces de llevar cámaras o, tal vez, de estrellarse contra objetivos y explotar. Pero hay otros mucho más grandes y letales como el que utilizó, en enero de 2020, para abatir en Bagdad (Irak) al poderoso general iraní Qasem Soleimani, líder de Quds, fuerza élite de la Guardia Revolucionaria. O los "Rapier" o los "Predator" con los que mató a unos 150 militantes del grupo terrorista somalí Al Shabab en un bombardeo en marzo de 2016.


El defensa del uso de estos robots de la muerte, las autoridades de EE.UU. no sólo argumentan que de esta manera no tienen pérdida de vidas entre sus propias filas sino que también les permite desarrollar una supuesta guerra limpia que minimiza las bajas civiles en el franco enemigo. Y que son, además, mucho más económicos: un dron cuesta entre el 5% y el 20% del precio de un cazabombardero F-35, la estrella de la aviación militar de los últimos tiempos.



Como Terminator pero en la vida real


Hace un tiempo en la nota de MundoNews "El futuro más temido: llegaron los robots asesinos autónomos" se describía algo alarmante: "La ONU denunció que, por primera vez en la historia de la Humanidad, en Libia se utilizaron drones no tripulados ni dirigidos por personas que atacaron a seres humanos. Hay preocupación mundial por lo que significa el uso de esta tecnología para matar. Tal como en la ciencia ficción, estos peligrosos 'kamikazes' son una realidad". Y se concluía con que la "Era Terminator" ya estaba entre nosotros.


A fines de 2020, los "Terminators" voladores embistieron en Libia contra las tropas del general Jalifa Haftar, en medio de un conflicto con el gobierno (reconocido por la ONU) del entonces Primer Ministro, Faiez Serraj, enfrentamientos que se repiten desde la caída (y posterior ejecución por tropas locales apoyadas por la OTAN) de Muamar Kadafi en 2011. En este caso, fueron drones STM Kargu-2, fabricados en Turquía, los que salieron a "cazar" sin la intervención directa del mando humano a soldados enemigos. Y hasta los hicieron retroceder varios kilómetros en el terreno. El informe de expertos de la ONU no definió si hubo víctimas fatales o heridos, pero el simple hecho del uso de esta tecnología autónoma ya presagia el peor de los pronósticos a futuro.



Los drones STM Kargu-2, fabricados en Turquía, ya pueden atacar sin intervención humana.


"Los sistemas de armas autónomas letales estaban programados para atacar objetivos sin requerir la conectividad de datos entre el operador y la munición: en efecto, una verdadera capacidad de 'disparar, olvidar y encontrar'", sostuvo la ONU. Y agregó: "Los vehículos aéreos de combate no tripulados y la pequeña capacidad de inteligencia, vigilancia y reconocimiento de los drones con la que cuentan las fuerzas de Haftar fueron neutralizados mediante la interferencia electrónica con el uso del sistema de guerra electrónica Koral". Así se describió el primer ataque de drones militares contra humanos que se llevó a cabo de forma completamente autónoma.


El uso de esta tecnología autónoma genera un alerta a escala planetaria. De hecho, los especialistas argumentan que el uso de estos drones kamikaze tipo Kargu-2 viola la resolución 1970 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas del años 2011, que prohíbe a todos sus Estados miembros involucrarse en "el suministro, la venta o la transferencia, en forma directa o indirecta" de armamentos a Libia. Sin embargo, no hay una legislación clara al respecto. De hecho, el secretario General de la Organización, Antonio Gutérres señaló: "Estas armas son políticamente inadmisibles, moralmente reprobables y deberían estar prohibidas por el derecho internacional». Fue en un escrito que presentó durante una reunión de un grupo de expertos gubernamentales de la organización en el ámbito de los sistemas de armas autónomas en marzo de 2019. Es decir, mucho antes de que este ataque robotizado contra seres humanos se materialice en Libia.


También, varios organismos Derechos Humanos y Organizaciones No Gubernamentales pidieron una prohibición global de los sistemas de armas autónomos letales. Sin embargo, una coalición de miembros de la ONU, incluido los Estados Unidos, opina que las regulaciones legales preventivas no son necesarias. Pese a la posición institucional hasta del propio Secretario general de la entidad.



Así, la robotización de la muerte llegó para quedarse. Le querrán dar una épica humanitaria, pero es todo lo contrario. Es una nueva forma de asesinar y bombardear, sin correr riesgos propios y a un precio más económico. Lo que sigue siendo un costo inconmensurable es el daño irreparable que genera la industria de la violencia, representada en este caso por estos nuevos armamentos. Más tecnológicamente desarrollados. Pero igualmente pensados para causar destrucción y muerte.

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