En la ciudad japonesa de Yamacuchi se multiplicaron los ataques de macacos contra seres humanos. Hubo casi 60 casos en apenas 20 días. Aseguran que este inusual hecho tendría que ver con el avance urbano sobre territorios donde ellos viven. Hubo mordidas, arañazos y hasta se metieron en guarderías e intentaron arrebatar bebés. Hay miedo y preocupación.
Por Gabriel Michi
Una venganza de los simios parece haberse puesto en marcha. En menos de un mes casi 60 ataques contra seres humanos se dieron en la ciudad japonesa de Yamacuchi. Este poblado del suroeste de Japón, en la isla Honshü, donde viven alrededor de 200.000 habitantes, está conmocionado y asustado por este inusual escenario en el que los monos mordieron y arañaron a personas, se colaron en casas y guarderías y hasta intentaron arrebatar a bebés. Desde el 8 de julio pasado se registraron ataques contra 58 personas. Y la gravedad del asuntó llevó a las autoridades locales a contratar una unidad especial para cazar a los animales con pistolas tranquilizantes.
Un estudio de la Universidad de Yamagata señala que estos ataques podrían tener una explicación en el avance del entorno urbano sobre territorios naturales donde prolifera en macaco japonés. Esa una disminución en la distancia entre humanos y macacos serían claves para entender esa sorpresiva conducta. Otras razones pueden ser las actitudes culturales cambiantes hacia los monos, los cambios en el comportamiento humano y los cambios en los entornos forestales. Estos macacos japoneses, que estuvieron en vías de extinción hace unos años, hoy no corren ese riesgo porque han logrado reproducirse con algunas políticas de protección ambiental. En general no representaban una amenaza para los seres humanos y de hecho era común verlos bañándose pacíficamente en aguas termales. Pero algo cambió en los últimos tiempos que los han vuelto más agresivos hacia las personas.
Aunque Japón se caracteriza por ser un país industrializado y urbano, en una buena parte de la tierra del archipiélago hay montañas y bosques. En esos lugares habitan estos macacos y otros animales silvestres. Algunos de ellos, como los jabalíes, protagonizaron alguna vez ataques a personas. Pero no ocurría con monos.
Hasta el momento los intentos de capturar a estos animales con trampas fracasaron. Por eso las patrullas policiales creadas desde el primer ataque a principios de julio -que no lograron aún frenar las agresiones- ahora se dispusieron a salir a cazarlos con dardos tranquilizantes. Pero no han tenido mucho éxito. Un mono macho, que medía 49 centímetros de altura y pesaba 7 kilogramos, fue capturado hace unos días por el equipo con la pistola tranquilizante. Según diversas pruebas, se consideró que era uno de los monos atacantes y lo sacrificaron. Pero se reportaron más ataques después de la captura, por lo que la sospecha de que fuera un único atacante quedó descartada en Yamacuchi.
Las víctimas recibieron desde rasguños hasta mordeduras en piernas, manos, cuellos y hasta estómagos. Algunos ejemplos fueron el caso de una niña de 4 años que fue arañada en un departamento; otro el de un mono que irrumpió en un aula de una guardería; una mujer que fue atacada mientras colgaba la ropa en una terraza. Si bien hasta el momento las heridas recibidas no fueron graves, varias de las víctimas tuvieron que ser trasladadas a hospitales para ser curadas.
“Son muy inteligentes y tienden a acercarse sigilosamente y atacar por la espalda, a menudo agarrándote las piernas”, dijo el Masato Saito, un funcionario municipal. Frente a esta situación las autoridades han lanzado una serie de recomendaciones a la población. "Cuando se enfrenta a un mono, las instrucciones son: no lo mire a los ojos, hágase ver lo más grande posible, como abriendo su abrigo, luego retroceda lo más silenciosamente posible sin hacer movimientos bruscos".
Estas instrucciones mostraron el estado de preocupación y temor que esta particular conducta de los macacos están despertando. Como también la incertidumbre que los ataques están desatando frente a lo que parece una venganza de los simios.
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