Los cárteles de la droga, en especial los herederos del "Chapo" Guzmán, utilizan a adictos para "probar" el fentanilo, el opioide de "moda" que mató a más de 100.000 estadounidenses en un año. Como si fueran "conejillos de Indias" muchas de las víctimas mueren en el "testeo".
Por Gabriel Michi
Las postales del dolor, del desgarro, de la adicción son un cachetazo para muchos. El efecto que está provocando el uso (y abuso) de la droga de "moda", el fentanilo, es desvastador. Quienes caen en sus garras terminan siendo como una suerte de "zombies" que deambulan sin destino por las calles de distintos lugares del Mundo, cayendo en un abismo que sólo los conducirá a la muerte. Y lo peor de todo es que más allá del lucro que obtienen los zares del narcotráfico como contraprestación de su accionar, encima recurren a procedimientos inhumanos contra los adictos: experimentan con ellos para ver cuál es la dosis máxima de fentanilo que sus cuerpos pueden superar. Como si fueran ratas de laboratorio, pero son seres humanos que sufren doblemente por las ambiciones inconfesables de sus victimarios.
En las localidades mexicanas de Tijuana y Mexicali los cárteles del narcotráfico están utilizando esa mecánica despiadada en esas dos poblaciones que, según los expertos, son las ciudades donde hay más consumo de fentanilo. Víctor Clark, director del Centro Binacional de Derechos Humanos y profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de San Diego, California, explicó que esas dos urbes fronterizas con Estados Unidos se convirtieron en una suerte de "laboratorio" donde los narcos "experimentan" con los adictos la tolerancia a esa droga. Como hay tantas personas que padecen esas adicciones las utilizan para graduar las ventas de ese estupefaciente sin que haya desperdicio, pérdidas o riesgos adicionales a su perturbador "negocio". Y exponiéndolas a la muerte. “Los carteles introdujeron el nuevo producto en el mercado local para generar una demanda”, asegura Clark, quien también señala que estos narcos están mezclando el fentanilo con otras sustancias ilegales (cocaína, metanfetamina, heroína y cristal) con el fin de encontrar esa fórmula.
La novedad de tal crueldad experimental puso en alerta al gobierno de Estados Unidos. A tal punto que hace unas semanas el Departamento de Estado publicó un informe en el que afirmaba que las organizaciones criminales experimentan en humanos para medir la potencia de la droga que venden. “El cartel está tratando de producir el fentanilo más potente y venderlo en EE UU al precio más bajo”, señalaban las autoridades en el documento. Según los especialistas una sola dosis de tres gramos de la droga sintética puede ser mortal para una persona.
El "boom" del consumo del fentanilo vino de la mano de un costo más barato, además de ser más potente y difícil de detectar. Por eso su explosión. Una explosión que ha tensado en las relaciones bilaterales entre México (donde se produce) y EE.UU. (donde más se consume). De hecho, provocó una crisis en el sistema de salud ya que este narcótico mata a miles de de ciudadanos cada año: entre agosto de 2021 y 2022, más de 107.000 estadounidenses fallecieron por sobredosis del opiáceo. Y se ha convertido en una droga mucho más lucrativa que otras para los grandes cárteles que operan en la frontera.
Pese a que EE.UU. es el principal destino de venta del fentanilo fabricado en territorio azteca, lo cierto es que cada vez hay más consumo en el propio México, con sistemas de control muchos más laxos. Por ejemplo, en Tijuana había en 2018 alrededor de medio millón de adictos a las drogas, pero hoy por el uso y abuso del fentanilo ese número se habría multiplicado. Esta droga apareció en el mercado como una suerte de "adulterante" de otros opioides y terminó generando adicción entre esos consumidores. Tal como señalan desde el Centro Binacional de Derechos Humanos, “muchos adictos consumían heroína y cristal sin saber que ya estaba mezclada con fentanilo, solo decían que era muy potente”. Y así se fue instalando con una fuerza silenciosa y devastadora.
EE.UU. acusó a los denominados "Chapitos" (herederos del imperio de las drogas de Joaquín "El Chapo" Guzmán") de estar detrás de estas maniobras de "experimentaciones" con seres humanos. Las autoridades estadounidenses elaboraron un informe donde citan ejemplos concretos de personas a los que los narcos sometieron a esas pruebas de "resistencia" a distintas dosis de fentanilo. Muchos de esos adictos terminaron muriendo por sobredosis. Los herederos del cartel de Sinaloa (entre los que están tres hijos de Guzmán, Iván Archivaldo y Jesús Alfredo y Ovidio) tomaron las riendas del negocio tras la extradición del capo narco a los EE.UU. y han profundizado sus actividades en la venta del fentanilo. De hecho, según el gobierno estadounidense, son los mayores proveedores de fentanilo a ese país.
Según el Departamento de Estado, fue Ovidio "El Ratón" Guzmán López -el menor de los hijos del "Chapo"- el que fundó el primer laboratorio para procesar fentanilo en Culiacán, en el Estado de Sinaloa, en 2016. "El Ratón" usufrutuó las rutas de su padre enviando los primeros cargamentos a Tijuana y de allí a los EE.UU. "Los Chapitos" convirtieron un laboratorio dedicado a fabricar metanfetaminas en Durango en uno para desarrollar fentanilo. Y, a partir de allí, el "negocio" explotó. Mientras Ovidio extendía una red de laboratorios que garantizaba la producción por la creciente demanda, su hermano Jesús Alfredo tejía las alianzas necesarias para obtener desde China los precursores químicos para la producción del fentanilo y su otro hermanastro, Iván Archivaldo (el mayor de los hijos del "Chapo") armaba toda la logística para blindar la operación. Y comenzaron una campaña de avanzada sobre otros territorios como Coahuila, Michoacán, Sonora, Tamaulipas y Chihuahua, para extender sus tentáculos y cosieron alianza con otros carteles como el del Noreste y, en Chihuahua, con los sicarios de los Artistas Asesinos. También se vincularon con otros criminales a sueldo conocidos como Ninis (que operan en Sinaloa), que se convirtieron en su brazo armado en su territorio.
La empresa criminal creada por "Los Chapitos" se volvió un negocio inconmensurable gracias a la explotación de esta nueva droga. A ellos un kilogramo de precursor les cuesta 800 dólares. Y con eso pueden fabricar hasta 415.000 pastillas o cuatro kilogramos de polvo de fentanilo. En Nueva York cada pastilla la venden por tres dólares. Las multimillonarias ganancias las blanquean a través de cuentas en paraísos fiscales y criptomonedas. Y el flujo está garantizado porque los que fabrican los precursores en China acepta ese tipo de ciber pagos. Y, en el camino, compran propiedades y bienes en EE.UU y México.
Por eso, la estructura montada por "Los Chapitos" refuerza la sospecha de un triángulo del narcotráfico con terminales en México, Estados Unidos y China. Esta segunda generación del Cartel de Sinaloa se apalanca en lo construido por sus fundadores, con presencia en al menos 45 países, pero utilizando nuevos mecanismos de expansión que incluyen no sólo la producción, desarrollo y distribución de la droga sintética que arrasa con todo, sino también nutriéndose de las tecnologías para capitalizar sus ganancias. Pero, como si fuera poco, encima esa industria de la muerte tiene traducciones brutales, como las técnicas tortuosas para testear al fentanilo. Con crueles experimentos, incluso en seres humanos.
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