En Chaco está a punto de concluir el proceso más antiguo de la Justicia argentina: un expediente por abusos sexuales ocurridos hace décadas contra Rosalía Alvarado (46) y Belén Duet (39), cuando eran apenas unas niñas. La acusada es una octogenaria a la que señalan de cómplice de su marido fallecido, un diputado. Por primera vez se aplica la denominada Ley de Respeto al Tiempo de las Víctimas. La sentencia marcará un antes y un después en el país.
Por Gabriel Michi
Fue una espera de años. De décadas. Y ahora sólo faltan días. Días en los que toda la expectativa está depositada en qué hará la postergada Justicia en un caso emblemático: el del juicio más antiguo de la historia en la Argentina. Se trata de un expediente por abusos sexuales contra dos niñas, con base en hechor ocurridos hace décadas. La aplicación de la denominada "Ley de Respeto al Tiempo de las Víctimas" hizo posible que esos delitos no prescriban en forma automática, como ocurre con otros. Sino que la clave está en entender que el proceso interno de sufrimiento de las víctimas puede ser muy duro y extenderse en el tiempo. Y, por lo tanto, hay que respetarlo. Así fue cómo Rosalía Alvarado (46) y Belén Duet (39), lograron llevar al banquillo de los acusados a Noemí Alvarado (80), tía de Rosalía y viuda del gran ausente en este proceso: el ex diputado nacional justicialista por Chaco, Daniel Pacce, fallecido en 2018. La mujer está señalada por las víctimas como cómplice y coautora de las vejaciones a las que fueron sometidas cuando eran pequeñas.
Los casos son emblemáticos por lo que representan. Pero sobre todo encierran historias de dolor, tal como lo informó MundoNews en la nota "El tiempo de las víctimas". En el caso de Rosalía los abusos datan de cuando apenas tenía 5 años y en el de Belén cuando sólo tenía 3. Ahora, cuatro décadas después pudieron asistir al desfile de testigos que se presentaron en el juicio. Rosalía le cuenta a MundoNews que "Este juicio es algo que esperamos y buscamos mucho. A mí me explotó el horror del cuerpo y lo único que quería era llegar a la Justicia. Y ahora estamos ahí. Costó pero pudimos llegar. Todos los días estoy ahí. Escucho todo lo que se dice y para mí es reparador. Quizás a veces es muy doloroso pero yo busqué esto porque necesito que la verdad salga a la luz. Así que para mí el juicio es importantísimo, fundamental. Es mi historia, es mi vida. Necesito que el Poder Judicial de nuestra provincia diga que nosotras sufrimos un horror que se llama abuso sexual en la infancia. Y que hay responsables que tienen nombre y apellido y que los condenen".
Con la voz entrecortada por el dolor, Rosalía explica: "Para mí todos los momentos son muy ordenadores, son muy importantes. Y lo estoy viviendo como una reparación, si bien en muchos momentos me quiebro, me duele, revivo, ya no estoy más en silencio y aguantando sola tanto dolor. Pero uno de los momentos que para mí fue muy importante fue cuando declararon las psicólogas que pudieron explicar de qué se trata este delito y cómo funcionaba esta pareja de perversos. Y lo hicieron a través de nuestro relato. Fueron las psicólogas peritos de nuestra parte, las psicólogas que nos trataron y la perito oficial del Poder Judicial. Escucharlas a ellas desde lo científico, desde su especialidad, desde sus materias, explicar todo lo que nosotros padecemos en nuestros cuerpos, en nuestras mentes, en nuestra historia por este horror que pasamos fue muy ordenador, muy valioso".
Rosalía tiene expectativas de que va a haber justicia. O al menos eso es lo que desea con todo su corazón y su mente: "Lo que yo espero es que se condene y que toda la verdad salga a la luz. Porque hay uno de los acusados que está muerto pero esta pareja de perversos si no existía uno, no podía actuar el otro. Así que quiero que se diga toda la verdad. Y quiero que la sentencia refleje eso. Quiero que sean condenados por el horror que nos hicieron pasar no sólo a nosotras sino también a otras víctimas. Conocemos más historias de otras víctimas. Algunas no se animaron a hablar pero sí lo hicieron con nosotras y respetamos sus tiempos, respetamos lo que les pasa. Pero hay dos víctimas que sí se animaron a hablar en el juicio y lo hicieron en calidad de testigos, no como denunciantes. De este mismo matrimonio abusador. Quien sabe todas las que existan, porque era gente muy poderosa. Así que espero que la sentencia esté a la altura del horror y del daño que causó esta gente. Eso espero, que sean condenados con una sentencia que esté a la altura".
Esos sentimientos que alberga Rosalía, como también Belén, no se circunscriben a sus propias pesadillas. "No es sólo por nosotras y por este matrimonio, sino por todos los niños que pasaron y pasan por este horror. Esto no tiene que pasar; tienen que ser condenados y sancionados", resalta Rosalía entre lágrimas. "Nuestro Estado argentino no puede tolerar este tipo de crímenes porque te destruye la vida y eso hay que cuidarlo. Nosotras pudimos llegar acá porque no estamos solas, porque pusimos visibilizarlo, porque encontramos quienes se nos unan, nos acompañen y luchen por nosotras y por tantas otras. Hay muchas personas que fueron abusadas en su infancia y que aún no pueden hablar. Yo les diría que hablen, que se empiecen a sacar el horror de encima, que no carguen con algo que no es su culpa. Para eso también quiero esta sentencia. para que sea ejemplificadora, para que sea un mensaje hacia todos, hacia la sociedad. También para la víctimas, sobre todo para las víctimas. Para que se animen a empezar a sacarse el horror de encima. Hay que vivir sin ese horror. Tenemos derecho. Y el Estado nos tiene que amparar con eso", concluye Rosalía con toda la contundencia que le da la razón.
El juicio
La causa caratulada “Alvarado, Noemí Lucía S/ Partícipe necesario de abuso deshonesto en concurso ideal con corrupción de menores”, la lleva el tribunal constituido por los jueces Ernesto Javier Azcona, María Virginia Ise y Natalia Kuray de la Cámara Tercera en lo Criminal, de la ciudad de Resistencia, Chaco. La denuncia original fue realizada en el año 2016 por Belén Duet y Rosalía Alvarado por los abusos padecidos en su infancia. La primera semana de agosto termina con las declaraciones de los testigos de la imputada. Y luego sobrevendrán los alegatos y, finalmente, la esperada sentencia. p, ingresa en su etapa final con los testimonios que representan a la parte acusada y alegatos.
A esta instancia del juicio se pudo llegar gracias a la lucha tanto de Rosalía y Belén y de los colectivos de víctimas y de organizaciones como "Al fin Justicia" desde donde señalaron que "tras la reforma que impulso la ley 27.206, se suspendió la prescripción en relación a los delitos contra la integridad sexual de niños, niñas y adolescentes".
En el debate oral no sólo se contó con el testimonio de Belén y Rosalía, sino también a otras dos "sobrevivientes", además de las declaraciones de las psicólogas especialistas Silvana Pérez, Carolina Fule y Roxana Rey (perito oficial del Poder Judicial). Por parte de la acusada familiares y la perito de parte, psicóloga María Emilia Ojeda (del Servicio Penitenciario).
En ese sentido, desde la querella representada por Nahir Barud (integrante del equipo de litigio de la Secretaria de Derechos Humanos y Géneros provincial) y Kevin Nielsen (presidente del Comité de Prevención de la Tortura) señalaron que los testimonios fueron determinantes para comprender el modus operandi de la pareja Pacce-Alvarado; y cómo era necesaria la participación de Noemí Alvarado para cometer el acto criminal.
Desde "Al fin Justicia" también expresaron: "Cabe recordar que los hechos investigados en el marco de este juicio sucedieron entre fines de la década del setenta y principios de los ochenta, en el contexto de una sociedad atravesada por el terrorismo de Estado y post dictadura, en plena reconstrucción de la democracia, pero cuya marca del silencio y terror continuaba poderosamente vigente. Belén y Rosalía eran niñas, el acto criminal fue perpetrado por el matrimonio Pacce-Alvarado, familia que en esa época y posteriormente ocuparon lugares de poder económico-político en el ámbito provincial". La Fundación sitúa esa perspectiva en datos concretos: Noemí Alvarado fue interventora de una institución educativa y funcionaria con un cargo jerárquico en el actual Instituto de Vivienda; y por parte de Daniel Pacce (fallecido) se desempeñó como diputado nacional, entre otras funciones.
"La imposibilidad de hablar y de denunciar por diferentes obstáculos y situaciones, llevaron a que recién siendo adultas Belén y Rosalía pudieran acceder a una instancia judicial. El recorrido es largo, difícil, en ocasiones imposible de transitar, pero Belén y Rosalía continúan luchando por un poco de reparación, una posibilidad de torcer esa historia de impunidad que caracterizan estos delitos. Es por esto, que esta causa emblemática para la sociedad chaqueña representa un diálogo permanente con otres, pares, familiares, organizaciones políticas, sociales y derechos humanos, que acompañan, están presentes y no las dejan solas", señalan desde "Al Fin Justicia".
La historia de Rosalía Alvarado
"Noemí Alvarado y Daniel Pacce abusaron de mí cuando yo era niña. Entre mis 5 y 6 años, hasta mis 11 o 12 años. No recuerdo exactamente los tiempos, pero sí que fueron durante un largo tiempo los abusos sexuales. Y el abuso continúo en mi cabeza, en mi cuerpo, en mi vida, en mi corazón, en mi historia. Ella es hermana de mi padre y él era su esposo (ya fallecido). A los 5 años volví a Resistencia, donde había nacido. Pero mi padre fue perseguido políticamente y tuvo que irse de acá. Nos fuimos a Paso de los Libres (Corrientes). Y, cuando volvimos a Resistencia, vinimos a vivir a una casa que está a la vuelta de los Pacce. Ellos eran mis tíos. Yo iba a esa casa y ellos aprovechaban y abusaban de mí, durante muchos años. Fueron varios los episodios. Yo los recuerdo en varios lugares de la casa y fuera de ella".
"Durante toda mi vida es como que yo me quise olvidar de esto o hacía el esfuerzo para olvidarme o hacer que esto no había pasado. O sentía que era algo horrible que me hacía mucho mal, que me angustiaba. Me costaba darme cuenta que eran por eso mis angustias, mis miedos, mis dolores. No sé poner todas las palabras que eso provoca. Así que muchos años de mi vida pasó como que esto no existió. No sé si me olvide o qué. Después entendí que era un mecanismo que usa la mente para sobrevivir: disociarse. Y no se lo dije a nadie. No se lo podía decir a nadie. Por ahí si fantaseaba en mi cabeza poder decirlo, me daba mucho miedo la reacción de mi papá, porque mi papá fue un padre muy amoroso con nosotros (como mi madre) y yo pensaba que si le decía, él iba a cometer una locura. Y que si a él le pasaba algo iba a ser mi culpa. Y a mí me daba terror porque mi padre tenía una discapacidad física. Y entonces yo lo veía más débil que a Pacce. En esos pensamientos y sentimientos de niña... Así que nunca hablé. Además también me sentía culpable. Yo no sabía que esto le pasaba a otras personas. Yo pensaba que esto sólo me pasaba a mí y que yo tenía la culpa. Y que yo seguía yendo a esa casa, y que los seguía queriendo porque eran mi familia... Quedé 'entrampada', esa es la palabra que siempre me sale. Ellos me 'entramparon' en ese horror por muchos años".
"Cuando yo definitivamente hablé y lo hice público, lo saqué, se lo dije a más personas, fue el día que murió papá. En junio de 2013, en el velorio de mi papá. Cuando yo los vi entrar, sentí que hasta allí llegó, que ya está, y me explotó el cuerpo. Le pedí al papá de mi hijo que haga lo que quiera pero que los eche. Era la primera persona a la que le había dicho. Más tarde me vi obligada a decírselo a mi hermano. A los que obviamente amordacé. Después de venir del velorio, esa noche me sentí muy culpable. Sentía que había metido la pata, que iba a lastimar a gente que quería. Era una sensación horrible. Pero después que pasaron los días y pude hablar -ya había empezado terapia a hablar de todo esto-, sentí que no... Aparte ninguno de ellos (la familia paterna) se había acercado a hablarme para ver por qué los eché, qué pasó... Yo ahí me dí cuenta que todos sabían todo porque empezaron a irse de a uno los de la familia de mi papá... Y, entonces, ahí me di cuenta que se sabía lo que pasaba y nadie me vino a decir nada. Nadie me vino a decir '¿qué pasó?¿por qué hiciste esto?'. Y ahí lo único que sentí es que tenía que denunciarlo, que esto se tenía que saber. Porque esto me marcó la vida, me destruyó de alguna manera, me quebró cuando yo me estaba formando. Y no era justo. Y eso no tenía que pasar. No me tenía que pasar a mí, no le tenía que pasar a nadie".
"Empecé a buscar y hablar con todo el mundo. Preguntaba y todo el mundo me decía que era imposible, que mire para adelante, que tenía una vida hermosa, que no se podía denunciar porque habían pasado muchos años, que esta gente era muy poderosa. Y seguí, seguí. Así me encontré con una organización política a la que le conté esto; fue lo primero que conté cuando me preguntaron por qué había ido. Y empecé a laburar con unas compañeras en un área de género y a buscar sobre el tema, a visibilizarlo. Con mi compañera Marina, que hoy está conmigo, somos muchas. Y empezamos a hablar y visibilizar este tema. Golpeamos muchas puertas para hablar del abuso sexual en la infancia y de lo que cuesta abordarlo. Y que es un delito en silencio. Así empezamos a encontrarnos con gente que sabía del tema, que estaba preparada, que sabía todo de lo que le decíamos y lo que nos pasaba por el cuerpo".
"En esa búsqueda, mi madre -que se enteró mucho tiempo después, en septiembre de 2013- empezó a buscar por todos lados. Ella se encontró casualmente con la mamá de Belén. Y se contaron mutuamente la historia. Y ahí me cambió la vida, al encontrarme con una persona que pasó lo mismo y con los mismos abusadores. Así que luchamos juntas, seguimos buscando abogados, psicólogas, psicólogos, que entiendan esto, que nos fortalezcan, que nos den palabras y su saber para poder denunciarlo. Nos encontramos también con que existía este proyecto de ley, nos encontramos con otras organizaciones a nivel país que trabajan esta temática. Militamos el proyecto, se sancionó la Ley, y en 2016 conseguimos por fin un abogado que se animó a denunciar y a presentar nuestras denuncias. Y así lo hicimos".
"Yo deseo con todo mi corazón y con toda mi fuerza que se haga justicia. Que el Poder Judicial pueda mandar ese mensaje sobre que no tolera este tipo de delitos y que los va a condenar. Estoy esperanzada de que eso pase. Sí, tengo miedos. De a rato vuelvo a ser esa niñita, pero quiero sanar a esa niñita. Ahora no estamos solas, ahora ya hablamos, ya somos grandes, ahora tenemos fuerza, ahora nos podemos defender. Y queremos que haya justicia para nosotras, para las niñitas que fuimos, y para todos los que pasaron por este horror. Estos crímenes no pueden quedar impunes, no pueden seguir siendo los crímenes más impunes de la Tierra, como dice Carlos Rozanski".
"Con respecto a la Ley, Marina buscó y vio que estaba este proyecto de Ley; para mí fue una hermosura, una alegría, un alivio, que decía justo lo que nosotras necesitábamos. Entendía todo. Y eso hace la Ley: la Ley viene a respetar el tiempo de las víctimas. Porque quienes pasamos por esto somos quebrados en la edad en la que nos estamos formando, cuando somos niñes. Entonces uno no habla de lo que no entiende, de lo que no puede, de lo que lo supera, de lo que lo abruma, de lo que lo sobrepasa. Uno habla cuando puede, ni siquiera cuando quiere. Habla cuando puede y eso es lo que hace la Ley. La ley dice que en estos tipos de delitos lo que se respeta es el tiempo de la víctima, Y la prescripción comienza correr después de ese momento. Es una hermosura. Ya estaba obligado nuestro Estado desde antes por los Pactos Internacionales a los que había suscripto (de Derechos Humanos, de Convención de los Derechos del Niño"), pero acá nuestro debate interno se veía imposibilitado. Porque estos delitos tenían plazos para prescribir. Y esta Ley lo que vino a hacer fue a plasmar lo que ya existía. Lo dijo tan claramente que es una hermosura que nuestro país tenga esta Ley".
"No sé cuál puede ser la importancia histórica que tenga esta juicio. A mí lo que me interesa es que ayude a sanar, no sólo a nosotras, sino a todas las personas que pasan por este horror. Que no se sientan solas, que sepan que hay un Estado, que hay un Poder Judicial, que hay organizaciones que no las dejarán solas y que pueden escucharlas para que esto no quede impune. Ese es mi gran deseo. Me parece que nos puede volver un país mejor porque les niñes tienen que estar primero que nada. No hay otra. Sino no hay futuro. Que la verdad y que el amor venzan siempre. Eso queremos".
El testimonio de Belén Duet
"En 1979 mi mamá comienza a trabajar en la escuela en la que era directora Noemí Alvarado. Trabaja hasta el '85 allí. Mis viejos eran muy humildes y en ese momento muy jóvenes. Noemi Alvarado siempre tuvo una actitud muy 'protectora', mentora. Mi mamá le tomó mucho cariño. Comenzaron a tener una relación de amistad que involucraba a otro grupo de personas entre las que había docentes, escritores, entre otros. En 1981, mis padres mantenían reuniones con estos grupos de personas en las casas, y entre las casas estaba la de los Pacci-Alvarado. Él era una especie de Minotauro porque participaba muy poco de las reuniones sociales y siempre se quedaba en otra habitación (durante los encuentros) y Noemí conducía a esa habitación -por lo menos así me pasó a mí- con distintos artilugios. Y una de las veces sucedió algo extraño entre ellos dos... Ella me conducía diciéndome 'Anda a ver al tío Daniel que está en la pieza' y me llevaba de la mano. Y ahí cerraba la puerta...."
"Cuando cumplí 30 años decidí hacer algo con lo que venía siendo un proceso de recuerdo y de reconstrucción de mi propia historia. Hay como varias escenas en esta historia. La primera tiene que ver con mi maestra de Jardín que escucha algo de mí que le llama la atención; se lo hace saber a mis papás y ellos comienzan a indagar. Ahí se dan cuenta de algunas cosas. Mi mamá intenta ir a la Justicia pero desalientan esa idea. Él (Daniel Pacci) era muy poderoso, era diputado nacional, con un papel muy importante dentro de la política de la provincia (Chaco). Como se cierran las puertas dela Justicia, lo que les quedaba era hacer un seguimiento sobre mí para ver cómo era mi proceso de vida. Y a los 12 años, cuando yo miraba un programa de televisión ("Nueve Lunas") uno de los capítulos se trataba justamente de un tío que abusaba de su sobrina y yo me sentí identificada con esa situación pero sin tener demasiada certeza. Entonces le pregunté a mi hermana si a mí me había pasado eso y ahí comienza el armado del tapiz de todos esos recuerdos sueltos. Comienzo a hacer análisis y a los 20 años es como que tuve un poco armado todo este tapiz. Y a los 30 decido hacer algo con eso".
"Cuando decido que quería hacer algo con eso se lo comento a mi familia. Sobre todo se lo comento a mi familia porque tenía un temor real de que le pudieran hacer algo, por este poder que tenían ellos en la provincia. A partir de que le cuento a mi mamá todo esto y ella se encuentra con María Delia, la mamá de Rosalía en la cola de un banco y un poco para tantear mi mamá le pregunta que fue de la vida de Noemí Alvarado. Y ella le cuenta lo que le había sucedido a Rosalía. Entonces mi mamá la escucha y le dice que a mí me había pasado lo mismo. Inmediatamente la conocí a Rosalía; yo vivo en Buenos Aires, así que en primer viaje después de enterarme de esto fue a Resistencia y ahí la conozco a Rosalía. Y comienza nuestra vida juntas".
"Las historias se cruzaron inmediatamente no sólo por este hecho de confesión de nuestras madres, sino además porque recordábamos cosas. Por ejemplo, momentos del día en los que sucedían las cosas, objetos con los que nos 'seducían', colores de la casa, etcétera. Así que inmediatamente se cruzaron esas historias. Y ahí comenzó el periplo de buscar justicia, golpeando puertas, recibiendo rechazos porque nadie se quería hacer cargo de una causa que aparentemente estaba prescripta".
"La expectativa personal que tengo del juicio es que la Justicia diga que esta persona es culpable, que estos delitos no pueden suceder. Y desde lo social, que es muy importante porque nosotras llegamos acá porque hubo un colectivo que nos acompañó y empujó con nosotras, es que la Justicia tenga un mensaje reparador para la sociedad; que le diga a la sociedad que cuide de las infancias y que haya justicia, que efectivamente haya justicia".
"La Ley 27.206 -de 'Respeto a los tiempos de las víctimas'- lo que hace justamente es suspender la idea de prescripción porque considera que hay que esperar el momento en que una o un sobreviviente pueda contar lo que le pasó. Y a partir de allí acompañar su proceso de justicia. Esa es la importancia: la de esperarnos porque no podemos hablar enseguida, porque nuestros lenguajes incluso están pobres para poder describir eso que ni siquiera conocemos en el momento en que nos pasa; y porque la vida se nos atraviesa; porque a veces también le tuvimos miedo a una Justicia adulta que nos trataba o que trataba a las infancias como 'imaginativas´ de hechos tan terribles. Y ese es un punto importante: las infancias no saben de esas atrocidades; entonces, no pueden decir o hablar de esas atrocidades si no las vivieron. Esa es la importancia histórica: que haya una Justicia empática, que haya una Justicias que cobije, que haya una Justicia que ampare; que haya una Justicia que cuide a las infancias. Y que eso sea el mensaje. Por eso es histórico. Y es histórico porque hay una Justicia que es activa ante lo injusto, que no se queda de brazos cruzados; que no solamente escucha, sino que además ejerce justicia".
"A nosotras, como sobrevivientes, la vida se nos paraliza por mucho tiempo. Ni siquiera somos capaces de entender hasta que punto. Es como si se desvitalizara. Y comienzan los miedos. Miedos infinitos, a todo. Y eso es muy difícil de romper y de gestionarlo a lo largo de la vida. Y en ese sentido también la Justicia tiene un rol reparador".
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