La historia de una abuela que evitó ser secuestrada por Hamás al invocar que era de la tierra de Lionel es otra muestra de cómo los dos astros del fútbol "protegieron" en casos extremos.
Por Gabriel Michi
Sus nombres despiertan pasiones. En la Argentina y en el Mundo. Son un orgullo nacional. Y cruzaron todas las fronteras. De países, de culturas y de ideologías. Se convirtieron en una suerte de dioses paganos. Y, como seres con cierta divinidad, no pudieron evitar que les adjudiquen increíbles "milagros". Diego Armando Maradona y Lionel Andrés Messi no sólo son -para muchos- los dos más grandes futbolistas de la Historia, sino que su reconocimiento a nivel planetario ha generado que incluso, sin saberlo, salven vidas. Sólo mencionar sus nombres y la pertenencia en común a un lejano país llamado Argentina, resultó ser un salvoconducto para personas que se encontraban en una situación extrema. De vida o muerte. Y así quedó demostrado en el caso de Ester Cunio quien se salvó de ser secuestrada por Hamás cuando mencionó que venía de la tierra de Messi. Fue el pasado 7 de octubre cuando la abuela de 90 años se encontraba en su casa del kibutz Nir Oz, en el momento en que dos terroristas irrumpieron en el lugar, en medio de la embestida de ese grupo sobre territorio israelí. Tras la amenaza de ser llevada a la Franja de Gaza, secuestrada junto a ocho miembros de su familia, Ester le dijo al hombre encapuchado -que la apuntaba con un arma larga- que ella no entendía árabe ni hebreo, que hablaba "argentino". Fue entonces cuando el terrorista, que no conocía el país, le preguntó "¿Qué es Argentina?". Allí la mujer le preguntó si le gustaba el fútbol, a lo que el atacante le respondió afirmativamente. Y cuando le dijo "Yo soy de donde es Messi", la historia cambió por completo. El terrorista bajó el arma, se la dio a la abuela y pidió que le sacaran una foto juntos. "Me gusta Messi", dijo el miliciano y el momento quedó retratado para siempre con Ester, con el arma sobre su falda, y los dedos en "V" y el agresor saludando amistosamente con su dedo en alto y el brazo izquierdo sobre el hombro de la abuela argentina.
La historia de Ester Cunio, retratada en un documental, se viralizó en todo el Mundo y sirvió para volver a colocar sobre el tapete que aún hay alrededor de 130 personas secuestradas por Hamás desde aquel 7 de octubre y que todavía no regresaron a sus hogares, entre ellos una decena de argentinos -de un total de 21- que fueron llevados forzosamente a la Franja de Gaza. Y, de hecho, es lo que ocurre con parte de la propia familia de Ester, ya que sus dos nietos, los gemelos Ariel y David Cunio, permanecen secuestrados. “Si él (por Messi) sabe que yo lo mencioné y me salvé, ahora le pediría por mis nietos que están ahí encerrados. Le diría que por favor ruegue a Dios porque son chicos que valen oro”, señaló en el documental llamado "Voces del 7 de octubre", realizado por Fuente Latina, en el que se vuelcan historias de supervivencia que detallan la masacre en boca de latinos israelíes que sufrieron el ataque de Hamás. En el conmovedor video, la abuela comentó también que cuando comenzó el intercambio verbal con el terrorista, él le insistió en que ella se tenía que ir del lugar -secuestrada por ellos- porque no iba a quedar nada ya que todo sería incendiado. Este periodista puede dar fe de que eso fue así ya que en la recorrida por Nir Oz, el kibutz a 1,5 kilómetros de la Franja de Gaza donde secuestraron a la mitad de los argentinos, pudo observar que no hubo una sola vivienda ni dependencia que no haya sido envuelta por el fuego criminal de los terroristas, tal como relató MundoNews. Es realmente un milagro cómo Ester logró esquivar con esa gambeta a un destino muy peligroso.
Así fue que Lionel Messi, sin saberlo, salvó la vida de esta abuela argentina que invocando su nombre evitó que la secuestren o la maten. Pero no es la primera vez que la sola mención del capitán de la Selección argentina, campeona del Mundo en Qatar 2022, actúa como un salvoconducto para una persona cuya vida pende de un hilo. En 2015, otro argentino, Santiago López Menéndez, quien en ese momento tenía 28 años, invocó el nombre del crack rosarino cuando una banda de hombres armados lo secuestró violentamente en Nigeria. Y, gracias a eso, zafó de una muerte casi segura.
El joven ingeniero intentó explicarles a sus captores -que no hablaban inglés- que era argentino, de Sudamérica, pero ellos entendieron que era norteamericano y se pusieron mucho más violentos, por el odio que profesaban a los EE.UU. Entonces, Santiago empezó a gritar desesperadamente “¡Messi, Messi, Messi!” y fue recién allí, cuando escucharon la palabra mágica, que tranquilizaron sus ánimos. Así consiguió que los hombres bajaran el nivel de agresión que hacía peligrar su vida mientras estuvo secuestrado por tres días. Cuando finalmente fue liberado -tras el pago de un rescate consumado por la empresa agropecuaria Flour Mills, donde trabajaba- le dieron refugio en la Embajada de Argentina en Abuja, la capital de Nigeria. Allí fue donde aseguró: "Messi me salvó la vida".
Otro caso en el que la energía de lo que significa Messi se juntó con lo que representa Maradona se dio en plena guerra entre Rusia y Ucrania. Allí el periodista chileno Daniel Matamala y el camarógrafo Juan Zamudio, enviados especiales de Chilevisión, vivieron un momento se suma tensión, junto al equipo argentino de Telefe Noticias, cuando fueron detenidos en un control policial y llevados a la comisaría, en medio de la desconfianza que tenían las fuerzas de seguridad ucranianas que sospechaban que cualquier extranjero podía ser espía del Kremlin (de hecho, el periodista que escribe esta nota también lo padeció junto al camarógrafo Leo Da Re, tal como lo contó MundoNews). En momentos en que los llevaron a la dependencia policial, una foto de Messi y un tatuaje de Maradona actuaron como salvoconducto.
"Hoy, en uno de los controles de la ruta, la Policía nos requisó documentos, cámaras, teléfonos, y nos escoltaron a la comisaría. Los primeros interrogatorios fueron tensos: es un país en guerra y se sospecha de espías o saboteadores", indicó el corresponsal de Chilevisión a través de historias de Instagram. "Hasta que uno de los policías vio los pasaportes de mis colegas argentinos y entre un montón de palabras en ucraniano, dijo dos que entendimos ‘Messi’ y ‘Maradona‘. Ahí todo cambió. Nuestro gran camarógrafo Juan Zamudio mostró que tiene un tatuaje de Diego Maradona en la pantorrilla", contó el periodista chileno. Y eso se tradujo en la salvación colectiva.
Pero la historia no quedó allí. El periodista argentino Guillermo Panizza, que formaba parte del grupo, logró recuperar su celular cuando le mostró a los policías que en su cuenta de Instagram tenía posteada una foto que se había tomado junto a Messi durante la cobertura de la Copa América 2007, algo que despertó la curiosidad y la simpatía de las autoridades ucranianas. Panizza explicó: “Es tan grande que nos ayudó a salir de una comisaría de Ucrania. Gracias por esta foto y por ser argentino”.
Así como existe una "Iglesia Maradoniana", originada en la ciudad argentina de Rosario pero que se extiende día a día por otras geografías, los devotos de "San Diego" se multiplican por todo el Mundo. Y a algunos de ellos, su figura les salvó literalmente la vida, aunque el "Diez" ni se enteró. Ese fue el caso de Franco Ezequiel Costanzo (35) quien -en abril de 2019- fue detenido en Irán, por estar acampando con otros dos turistas, un hombre y una mujer, algo que está prohibido entre personas de diferente sexo. En la rigurosa y poco amigable cárcel iraní, Franco fue acosado y hostigado por los otros 70 reclusos, hasta que nombró a Diego Maradona. Y pudo comprobar como en Lotfabad, a 130 kilómetros de la frontera con Turkmenistán, en esa improvisada cárcel de Irán donde ni siquiera entra un haz de luz, su suerte cambiaba para siempre.
Este abogado y poeta porteño contó que un día, “varios internos se estaban acercando para acorralarme. Pude ver que escondían algo punzante.. Pasaron dos segundos, y grité ‘¡Argentina, Argentina, Argentina!’. Eso los distrajo un poco, pero se seguían acercando”. Fue entonoces que sacó la carta mágica: "Invoqué al maestro, al más grande, a Dios”, recordó. “¡Maradona, Maradona, Maradona, Maradona!”, gritó sin parar. Y las agresiones se frenaron de inmediato: “En ese instante pude ver las distintas reacciones. Los capos de la bandas opuestas abrieron grandes los ojos y dieron la orden para detener la agresión”. Enseguida se acercaron para hablarle y hasta le ofrecieron comida, ropa limpia y sábanas nuevas. “Pasé de ser carne de cañón a rey”, todo gracias a Diego Maradona.
Algo parecido le ocurrió a Emilio Scotto, un aventurero que dio dos vueltas al Mundo en una década y que gracias a conservar una foto que se había sacado a finales de 1986 con Maradona en Nápoles, pudo escapar de un destino incierto y peligroso. "La foto con él, me sirvió en África para sacarme de la cárcel dos o tres veces”, recordó. Y detalló: “A mí me sacó de prisión, donde no me iban a soltar nunca más. Además, me habían confiscado hasta la sangre. En Chad me acusaron de ser espía de Muamar Khadafi, y en ese momento la tensión entre esos países era importante porque habían estado en guerra. Al ver la visa de Libia en el pasaporte, me quitaron todo y creían que era un infiltrado. No me iban a fusilar porque era extranjero, pero iba a estar encerrado de por vida”, aseguró.
Y continuó: “Tres días después de estar en un cuarto donde no entraba la luz, abre la puerta un hombre, gira una silla y pide que traigan cosas para comer. Me trataba como un héroe... Todo esto paso porque revisando entre mis pertenencias encontraron la foto con Maradona”. Otra vez. el crack futbolístico -fallecido el 25 de noviembre de 2020, a los 60 años- no sólo le había salvado la vida a un coterráneo sin saberlo sino que encima lo había convertido en una suerte de "héroe" circunstancial.
Otro "milagro" de Diego lo vivió el periodista, humorista y productor de tv Diego Korol, cuando en el año 1999 le tocó ir a cubrir -junto con el equipo del programa Showmatch- el Mundial Juvenil en Nigeria. Una noche, trasladándose de una ciudad a otra por una inhóspita ruta, fueron emboscados por una banda de hombres armados. “Eran tipos que tenían escopetas. Se sube uno al auto, doblan en el camino, no entendíamos qué carajo estaba pasando. Van, golpean una puerta. Sale uno de una casa, con calzones blancos como los que usábamos cuando éramos chicos, nos bajamos y el que sale me agarra la credencial: 'Miren, mi nombre es Diego Armando”, subrayó Korol., en una clara alusión a la coincidencia con Maradona. Y continuó: “Ese nigeriano en calzones, comenzó a decir, 'Diego Armando, Diego Armando'. El de la escopeta me miró, no sabía si yo era Maradona pero era muy futbolero, amaba a la Argentina, qué se yo… y le decía al de la escopeta ‘dejalo pasar’ y el de los calzones dijo: ‘Diego Armando pasa’“. Así Korol y su equipo no sólo se salvaron de una muerte casi segura sino que incluso los raptores, como gesto de buena voluntad, hasta le llenaron el tanque de nafta. Otro "milagro" redentor del "Diez".
Son infinitas las historias de argentinos que atravesando situaciones límites (o no tanto) lograron zafar gracias a lo que representan en el Mundo tanto Leonel Messi como Diego Maradona, por ese leguaje universal que es el fútbol. Así lo vivió el periodista que escribe esta nota en coberturas muy complejas, como por ejemplo la guerra Rusia-Ucrania o la de Israel-Hamás. En todos esos lugares los ídolos argentinos no sólo abren puertas, despiertan sonrisas cómplices y habilitan diálogos, sino que incluso hasta pueden convertirse en salvoconductos mágicos. Porque, créase o no, "San Messi" y "San Maradona" hacen milagros. Y hasta salvan vidas. Sin siquiera saberlo. Amén.
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