En el pequeño país insular de Asia el pueblo estalló. Tomaron los edificios del Gobierno y hasta el Palacio Presidencial, donde se llegaron a bañar en su piscina. Echaron al Presidente y al Primer Ministro. La explosión social tiene que ver con una grave crisis económica.
Por Gabriel Michi
Sri Lanka está viviendo un "que se vayan todos" como pocas veces se ha visto. Con ribetes rocambolescos, insólito. La sociedad explotó en medio de una crisis económica sin igual. Y de una situación que llevó a las autoridades a tomar medidas que lo único que hicieron fue encender más la mecha de una bomba que estaba a punto de estallar. Y que finalmente estalló. Con imágenes increíbles como la de miles de manifestantes llegando en masa hasta el suntuoso palacio presidencial al que tomaron y llegaron hasta a bañarse en su piscina. Además tomaron cada una de las elegantes habitaciones, saquearon la ropa y los medicamentos y hasta se ducharon en el baño presidencial. En paralelo asaltaron otras dependencias oficiales, incluso las oficinas del Primer Ministro.
El Presidente Gotabaya Rajapaksa huyó de Sri Lanka hacia las paradisíacas Islas Maldivas y luego siguió hasta Singapur. El Primer Ministro Ranil Wickremesinghe, que debía organizar la transición frente a la acefalía por la revuelta popular, también fue jaqueado. La oposición en el Parlamento no logra ponerse de acuerdo para encontrar una salida. Y, mientras tanto, el pueblo enfurecido sigue en las calles reclamando por la brutal crisis económica y social que está atravesando esta nación insular de 24 millones de habitantes.
Si bien en las últimas horas, los manifestantes comenzaron a retirarse de los edificios gubernamentales que habían tomado y las tropas militares reforzaron la seguridad en el Parlamento, buscando blindar una frágil tranquilidad, la situación sigue siendo caótica. Pese a haberse escapado del país, el Presidente Rajapaksa no presentó la renuncia -tal como se había comprometido- lo que enfureció más a una sociedad que reclama la salida de todos los que controlaban el poder político y la llegada de un gobierno de unidad..
La explosión se dio en medio de un desbarranco económico que se potenció por la escasez generalizada de alimentos, combustible y otras necesidades. De hecho, la escasez de combustible llevó a que el huído Rajapaksa decrete que se prohíba su venta a autos particulares y ordenar el cierre de las oficinas públicas no esenciales y suspender las clases para evitar desplazamientos. Además la falta de divisas ya había generado un default en los pagos con el FMI, al que Sri Lanka le debe 51.000 millones de dólares, cuando su PBI anual es de 3.800 millones.
Las malas decisiones económicas del gobierno, sumado a las consecuencias de la Pandemia de COVID 19 que anuló una de las actividades económicas más importantes, el turismo. A eso se sumó la crisis económica internacional con el alza generalizado de precios en todo el Mundo y la imposibilidad de Sri Lanka de comprar insumos imprescindibles para su economía ante la sequía de dólares.
Pero el cuadro económico ya se venía agravando especialmente porque desde abril pasado, se empezó a implementar una política de reemplazo de la tradicional forma de producción en agricultura hacia una modalidad orgánica, prohibiendo la importación y el uso de fertilizantes y pesticidas sintéticos y ordenando a los 2 millones de productores del país a volcarse hacia esa nueva técnica. Sri Lanka, que durante mucho tiempo había sido autosuficiente en la producción de arroz, se ha visto obligada a importar arroz por un valor de 450 millones de dólares, incluso cuando los precios internos de este alimento básico de la dieta nacional aumentaron alrededor del 50%. La prohibición también devastó la cosecha de té de la nación, su principal exportación y fuente de divisas. Fue otra pieza del complejo rompecabezas de esta crisis en un país que depende muchísimo de la India y de China. Y, con todo ese cóctel, la situación explotó.
Los manifestantes acusan a Rajapaksa y su poderosa familia política de enriquecerse ilícitamente a costa del Estado, es decir, de toda la ciudadanía. Sostienen que desviaron dinero de las arcas del gobierno durante años y llevaron al país al colapso económico. Pero la bronca no se ciñe solamente sobre el Presidente que escapó sino también le apuntan al Primer Ministro Ranil Wickremesinghe, quien fue designado provisionalmente por el Parlamento, para dirigir interinamente a la nación, mientras se resuelve la conformación de un nuevo gobierno.
De hecho, el miércoles 13 las oficinas del Primer Ministro fueron atacadas y tomadas por manifestantes durante más de un día. Pero el Presidente provisional decretó el Estado de Excepción y el toque de queda. Así tropas con uniformes militares verdes y chalecos camuflados llegaron en vehículos blindados para reforzar las barricadas alrededor de la Legislatura y demás dependencias oficiales. La capital Colombo mutó de aquellas postales de miles de personas marchando por sus calles a un inusual despliegue militar pocas veces visto. Pero esa "calma" llegó solo después de horas de represión y gases lacrimógenos que respondieron a la multitud que vitoreaban a los que avanzaban a los edificios gubernamentales y hasta posaban en el escritorio del Primer Ministro.
Los legisladores de Sri Lanka acordaron elegir un nuevo Presidente de entre sus filas el 20 de julio, quien cumplirá el resto del mandato de Rajapaksa, que finaliza en 2024. Esa persona podría potencialmente nombrar un nuevo primer ministro, quien luego tienen que ser aprobados por el Parlamento. Pero aún todo es incertidumbre en un país que grita "que se vayan todos".
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