Última estación al cielo: el adiós al Papa Francisco
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Actualizado: hace 2 horas
El Sumo Pontífice argentino fue despedido con todos los honores por cientos de miles de fieles y jefes de Estado de todo el Mundo. Pero con la austeridad que caracterizó su vida.
Por Gabriel Michi

Fueron 12 años y 39 días de un Papado que marcará la Historia para siempre. Pero en realidad ese tiempo no fue otra cosa que el capítulo final de una vida donde reinó la humildad que se llevó hasta la tumba. Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, fue despedido con toda la emoción y los honores por más de 400.000 personas que se convocaron en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, y en todo el trayecto hasta la Iglesia de Santa María La Mayor, en Roma, adonde descansará por la eternidad, tal como fuera su deseo; además estuvieron presentes más de 50 jefes de Estado, varios monarcas y un total 170 delegaciones de países de todo el planeta. A pesar de la opulencia histórica de los ritos tradicionales de la despedida de cualquier Papa, la de Francisco tuvo muestras de humildad en cada momento, desde el austero ataúd de cedro en el que pidió ser enterrado hasta lo aséptico de toda la escenografía del funeral.
El argentino más importante de la Historia, que condujo una Iglesia con 1.400 millones de fieles en todo el Mundo, falleció el lunes 21 de abril a las 7:35 de la mañana a los 88 años en su residencia de Santa Marta, luego de haber tenido una última aparición pública -con su frágil salud a cuesta- el Domingo de Pascuas, algo que fue como una suerte de despedida de sus fieles. Su cuerpo estuvo primero en la capilla de Santa Marta donde lo acompañaron religiosos y gente allegada. El miércoles 23 fue llevado a la Basílica de San Pedro donde más de 200.000 personas fueron a brindarles sus respetos hasta el viernes 25 de abril cuando a las 20 horas se cerró y se selló el ataúd. Y ya el sábado 26 se hizo la multitudinaria misa de despedida ante los jefes de Estado y autoridades llegadas de todo el planeta, los miembros de la Iglesia y cientos de miles de personas que se hicieron presentes, además de millones que lo vieron por TV. Luego de eso fue llevado en el Papamóvil que recorrió lugares históricos como el Coliseo o en Foro Romano, para llegar finalmente a la Iglesia Santa María La Mayor, a metros de la Embajada argentina en Italia y en el popular barrio de Términi.

La importancia y la trascendencia que representó Francisco para la Humanidad estuvo graficada en el peso y la diversidad de las autoridades internacionales que se dieron cita en su funeral: Desde el presidente de los EE.UU. Donald Trump (con su esposa Melania) hasta el brasileño Luis Inácio "Lula" Da Silva (con su mujer "Janja"), pasando por el argentino Javier Milei, el francés Emmanuel Macron, la italiana Georgia Meloni y hasta el ucraniano Volodymyr Zelensky, entre muchos otros. Es más, pareciera que el Papa tuvo un rol protagónico post-.mortem en favor de la paz ya que se produjo un llamativo encuentro mano a mano entre Trump y Zelensky, sentados en unas sillas que se apartaron al final de la ceremonia, para hablar de la guerra con Rusia, después del distanciamiento y la pelea pública que habían tenido en la Casa Blanca.
La misa de despedida de Francisco en la Plaza del Vaticano estuvo conducida por el cardenal Giovanni Battista Re, quien elogió al primer pontífice latinoamericano de la Historia y lo describió como un "Papa del pueblo," un pastor que supo comunicarse con los “más pequeños entre nosotros” con un estilo informal y espontáneo. “Era un Papa entre el pueblo, con un corazón abierto hacia todos”, dijo el decano del Colegio Cardenalicio. Y agregó: "El hilo conductor de su misión fue también la convicción de que la Iglesia es una casa para todos, una casa con las puertas siempre abiertas" y que por eso llegó “a la más periférica de las periferias del mundo”.
Las 400.000 personas que asistieron al último adiós del Sumo Pontífice (250.000 en los alrededores de la Plaza de San Pedro y otras 150.000 distribuidas en el circuito de casi 6 kilómetros del recorrido final) aplaudieron y vitorearon al "Papa Francesco" mientras su sencillo ataúd de madera viajaba en un Papamóvil modificado hasta la Basílica de Santa María La Mayor. Allí lo esperaba un acto más que tenía un correlato directo con su prédica por los más vulnerables y excluidos ("los últimos", como dicen en Italia): varias docenas de migrantes, presos y personas sin hogar que sostenían rosas blancas -las preferidas de Francisco- en el exterior de la basílica para homenajear y rendir tributo a ese Papa que les dio voz y visibilidad, y que los puso en el centro de sus prédicas. Cuatro niños depositaron las rosas al pie del altar antes de que los cardenales oficiaran el rito funerario en su tumba, en un nicho cercano que él mismo eligió y que vuelve a mostrar la austeridad que lo caracterizó.
Francisco, quien también fue el primer Papa de formación jesuita, sentía un afecto especial por basílica donde permanecerán sus restos. Cada vez que iba o volvía de un viaje pasaba por ella para rezar y agradecer. Es una construcción de más de 1.700 años, hogar de un icono de la Virgen de estilo bizantino, la Salus Populi Romani. Además allí San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, celebró su primera misa en ella el día de Navidad de 1538. Allí descansan otros siete Papas, pero este fue el primer entierro papal fuera del Vaticano desde el Papa León XIII, quien murió en 1903 y fue sepultado en otra basílica romana en 1924.
Mientras todo eso ocurría en Italia, en su natal Argentina también se le rendía tributo. Con misas y hasta con una procesión por distintos lugares que solía visitar Jorge Bergoglio como Arzobispo de Buenos Aires para acercarse a las poblaciones más pobres de las villas de emergencia, a los inmigrantes, a los presos, a los enfermos y todos los sufrientes que se cayeron del sistema. En un homenaje muy simbólico de lo que representó ese cura para todos ellos. La despedida del Papa Francisco -con todo el dolor y las lágrimas- no fue otra cosa que una muestra de cómo este hombre revolucionó a la Humanidad; le habló a los corazones; despertó conciencias; visibilizó a los invisibles; y evangelizó a través del ejemplo y la conciencia. El argentino más importante de la Historia se fue. Pero su recuerdo y su legado permanecerá para siempre. De aquí a la eternidad.

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